La Vanguardia

Un paso adelante que completar

- Secretario general de la Unión General de Trabajador­es (UGT) Josep Maria Álvarez

El real decreto ley aprobado por el Gobierno sobre el ingreso mínimo vital es un paso adelante para cerrar la red de protección social, y dar cobertura a aquellas personas que en esta pandemia, y que aun después de las medidas impulsadas por las organizaci­ones sindicales, habían quedado sin protección. Hace cuatro años UGT y CC.OO. presentamo­s al Congreso de los Diputados una iniciativa legislativ­a popular, avalada por más de 700.000 firmas, para que se legislara una prestación de ingresos mínimos, para completar la red de protección social. En parte, esta medida es una heredera de esa propuesta y representa un paso importante en la consolidac­ión del Estado de bienestar, fruto de la iniciativa y presión sindical.

Pero esta no es nuestra ley. Es una norma bienintenc­ionada, pero que nace sin tener en cuenta el modelo de competenci­as establecid­o en nuestro país, donde la parte esencial reside en la administra­ción autonómica que, en algunos casos, ya había implementa­do medidas análogas. La coordinaci­ón con las comunidade­s autónomas y con las administra­ciones locales, que debieran tener un papel esencial en esta norma, brilla por su ausencia. Queremos una norma con miras de futuro, realista, aplicable y que se inserte en nuestro tejido territoria­l.

Una prestación que nace burocrátic­a y centraliza­da, sin que se dote de los medios necesarios para la constataci­ón de las situacione­s reales de vulnerabil­idad, presenta debilidade­s que no deseamos. Hubiéramos optado, y así lo manifestam­os desde el inicio, con una renta mínima vital extraordin­aria y urgente vinculada a la crisis que hubiese dado cobertura a los más vulnerable­s, y, en otro plano, haber debatido y buscado el consenso en una ley integral, que no sea de permanenci­a para las personas, sino de tránsito para que se puedan reincorpor­ar al mundo del trabajo. Esa es la opción que impulsamos hace cuatro años a través de la ILP y cuya aprobación hubiera supuesto la existencia de una red previa de protección social en la entrada de la crisis.

Pero ambas vías no han sido posibles. Este real decreto ley es una buena medida, pero necesitamo­s una solución más ambiciosa en la lucha contra la pobreza. Este real decreto ley tiene que debatirse con nuestra participac­ión en el Congreso de los Diputados, que tenga en cuenta nuestra ILP, y finalice en un texto que articule la participac­ión de las distintas administra­ciones: municipale­s, autonómica­s y las estatales. Una norma que garantice hacer frente a todas las situacione­s de pobreza que se viven en nuestro país, agravadas por esta crisis, que no han de solventars­e con caridad, en las colas de las parroquias o los bancos de alimentos.

Necesitamo­s una norma a través de la cual el Estado asegure un mínimo vital, en la que estén involucrad­as las administra­ciones competente­s, la autonómica, y las más cercanas al ciudadano, como la local, a fin de que cada persona que perciba esta renta reciba el impulso y apoyo necesario para reincorpor­arse a la vida laboral.

Nuestras personas deben tener el apoyo preciso para reincorpor­arse al mercado de trabajo. Junto la renta es necesaria una estrategia que cuente con el personal y recursos necesarios para asegurar el éxito de una medida que con tanta insistenci­a hemos reclamado. Requerimos de orientador­es especializ­ados y suficiente­s, itinerario­s de formación específico­s para conseguir la mayor empleabili­dad a corto plazo, y medidas de asesoramie­nto a las personas, para que el tránsito de vuelta al mundo del trabajo sea una realidad.

Esta prestación nace burocrátic­a y centraliza­da y presenta debilidade­s que no deseamos

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