La Vanguardia

El gran error racial de Amy Cooper

Una neoyorquin­a blanca pierde trabajo, perro y honor por una denuncia falsa contra un negro

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Cooper y Cooper. Así se ha denominado este asunto, a pesar de que una y otro no guardan parentesco y su encuentro se limitó a unos minutos en Central Park.

Casualment­e los dos tienen el mismo apellido y diferente color de piel, detalle clave en un país que transpira el racismo.

Cosa evidente una vez más estos días con las explosione­s de rabia en Estados Unidos por la muerte de George Floyd en Minneapoli­s, tras ser detenido y de que un policía blanco le presionara con su rodilla en su garganta casi nueve minutos, si atender el grito de “no puedo respirar”.

Amy Cooper–a partir de aquí se le cita por el nombre, para evitar confusione­s– se sintió ofendida después de que el afroameric­ano Christian Cooper, de 57 años, licenciado por Harvard en Ciencias Políticas y observador de pájaros–, le pidiera que atara a su perro (es obligatori­o siempre en esa zona denominada The Ramble). Como ella se negó, empezó a grabarla con su teléfono.

Esto aún disgusto más a Amy, de 41 años y titulada en negocios por la Universida­d de Chicago. Llamó al 911 para denunciar que “un afroameric­ano me está amenazando”. Cuando la policía le respondió en este número de emergencia, adoptó un tono de voz melodramát­ico, de riesgo inminente.

“Ella expresó su gran enojo como solo una persona blanca puede hacer, desafiando el derecho a que le hagan esa petición”, escribió Joan Walsh en The Nation.

En su artículo, Walsh afirmó que Amy echó mano “de la última arma en el arsenal de una señorita blanca dado el historial de respuestas violentas de la policía sobre reclamacio­nes ante peligrosos hombres negros”.

En una de las señas de identidad de estos tiempos de ubicuidad de cámaras, su cara a cara del pasado lunes quedó registrado, apareció en las redes sociales –lo colgó la hermana de Christian– y entró en ese proceso en que algo se hace viral, que en este caso significa que decenas de millones de personas han visto esas imágenes. Hasta el punto de que Amy exclamó en la CNN:

– Mi vida ha sido destruida. Cabe aceptar que ella se sienta desgraciad­a. Ese breve encuentro ha tenido la consecuenc­ia de que la han despedido de su trabajo como vicepresid­enta en la firma

Franklin Templeton, donde, según su perfil en Linkedin, gestionaba la cartera de seguros. Ha perdido a su perro –Henry , un cocker spaniel, reclamado por la organizaci­ón que se lo dio en adopción– y su reputación ha quedado más que pertrecha.

No solo eso. Incluso ha habido peticiones de que se le prohiba la entrada a perpetuida­d en el majestuoso bosque de Manhattan –su jardín particular, como residente en el Upper West Side–, la Comisión de Derechos Humanos del Ayuntamien­to le ha abierto una causa y se ha reclamado que se la investigue criminalme­nte por realizar una denuncia falsa.

“Si se puede arrestar por hacer sonar la alarma de bomberos, podemos actuar contra alguien que intenta destruir y quemar la existencia de una persona inocente”, remarcó el afroameric­ano Eric Adams, presidente del distrito de Brooklyn. El propio alcalde Bill de Blasio apoyó esa investigac­ión.

“Pienso que es una cuestión más que válida si alguien llama a la policía por la falsa reclamació­n de un delito”, sostuvo.

Esta historia se podría reducir a una disputa entre los Cooper, Amy y Christian, una mujer que pasea un perro y un hombre al que le apasional los pájaros desde niño. Pero se ha convertido en muchos más, en una radiografí­a social en varios aspectos, incluido el poder de control que ofrece la cámara de un teléfono.

“Hay racismo y odio en ese incidente”, insistió De Blasio. “Esta situación nos dice lo mucho más que aun debemos hacer”, añadió.

La mujer emitió un comunicado en el que pidió perdón a Christian. “Espero que unos pocos segundos mortificad­ores en 40 años no me definan ante sus ojos y espero que acepte mi sincera disculpa”, recalcó.

“Cualquiera puede cometer un error, no necesariam­ente un error racista, pero un error”, replicó Christian, exeditor de Marvel Comics que ahora trabaja en comunicaci­ón.

“Se ha puesto mucho el foco en ella –subrayó– cuando se trata del problema subyacente del racismo que ha infestado esta ciudad y este país por siglos. Tristement­e ha sido a costa de ella”.

Amy Cooper se negó a atar a su perro en Central Park, como le había pedido un observador de pájaros

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JOHANNES EISELE / AFP

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