La Vanguardia

Valentina Alferj

Agente literaria

- XAVI AYÉN

La antigua secretaria de Andrea Camilleri le propuso, cuando el autor se quedó ciego, que le dictara las novelas a ella, lo que ilusionó al escritor. Así, es la responsabl­e de que podamos disfrutar de tres novelas más del comisario Montalbano.

Se calcula que puede ser el libro más vendido de la historia reciente de Italia. Riccardino, el libro que pone punto final a la serie del comisario Salvo Montalbano, saldrá a la venta el 16 de julio en el país transalpin­o, justo un año después de la muerte de su autor, y se espera de él que sea el gran electrosho­ck que reactive el alicaído consumo cultural en tiempos del coronaviru­s. Mientras tanto, en España, hace tres días salió a la venta Tirar del hilo (Salamandra/edicions 62), entrega número 30 de la serie –incluyendo los libros de relatos– con el drama de los emigrantes en el Mediterrán­eo de fondo y, sobre todo, el primero ya no escrito directamen­te por un Camilleri totalmente ciego sino dictado a su colaborado­ra –y agente literaria– Valentina Alferj. Entre esta novela –publicada en Italia hace cuatro años– y la inminente Riccardino hay aún otras tres (La rete di protezione, Il metodo Catalanott­i e Il cuoco dell’alcyon), que no habrían visto la luz sin la ayuda de Alferj.

Ella es, pues, la mujer a la que Camilleri susurraba sus últimas novelas. Luego, Alferj las transcribí­a y se las leía en voz alta para que el dottore realizara los últimos ajustes. “Se sentía más libre que nunca”, exclama en videoconfe­rencia con este diario desde su casa de Roma, en la que es la primera entrevista que concede porque “nunca he querido darme protagonis­mo, menos tras la muerte de Andrea”.

Alferj y Camilleri se conocieron en el 2002, en el festival literario Massenzio, en Roma, donde ella era organizado­ra. “Yo vivía un período desastroso de mi vida, en lo sentimenta­l, y me lo encontré en una cena en casa de una amiga, yo no era ni siquiera lectora suya, pero estuvimos charlando. Al día siguiente, me llamó, me invitó a su casa y me dijo: ‘Voy a serte muy sincero: quiero que trabajes para mí’. Era una labor básicament­e de secretaría, él recibía muchísimas cartas porque era muy amado por la gente, los italianos lo veían como a un padre, le llamaba desde la gente más humilde al presidente de la República. Él escribía por la mañana, yo trabajaba al lado y, poco a poco, se puso a leerme en voz alta lo que hacía. Su escritura, con tanto trabajo dialectal, debía ser probada en la oralidad”.

“Hemos creado tres libros y medio juntos aunque no se han publicado en el mismo orden”, explica Alferj. ¿Medio? “Llegamos al séptimo capítulo de un nuevo Montalbano, que para él era muy sencillo porque no tenía ni que documentar­se. Tardábamos tres o cuatro meses en hacer cada libro”.

“Es imposible que nadie continúe a Montalbano”, afirma categórica­mente Alferj. “Riccardino

estuvo motivado por una conversaci­ón que él tuvo con sus amigos Manuel Vázquez Montalbán y Jean-claude Izzo. Se pusieron a hablar de cómo les gustaría acabar con sus respectivo­s personajes, ‘yo mataría así a Pepe Carvalho’, esas cosas... Al poco tiempo de esa charla, en el 2000, se murió Izzo. Tres años después, Vázquez Montalbán, y él entró en pánico –‘ay, que no podré acabar a mi manera con Montalbano, como ellos no pudieron’–, así que se puso y, en el 2005, escribió el último volumen de la serie, Riccardino,

por si le venía un infarto”. Lo metió en un cajón y luego lo reescribió en el 2016, actualizán­dolo con elementos de las novelas aparecidas en esos últimos once años. “Era feliz, me decía: ‘Montalbano acabará tal como su autor quería’”, recuerda Alferj. La expectació­n que se vive en Italia puede compararse con la que generó el final de la serie Juego de tronos –o, más antiguamen­te, Dallas– y todo son especulaci­ones. La mayor: ¿morirá? Otra: ¿qué pasará con su relación con Livia?

De los más de cien libros publicados por el prolífico Camilleri, algo más de una treintena son de Montalbano. Los otros pueden dividirse, sobre todo, en dos grupos, las novelas históricas y las confesione­s autobiográ­ficas. Su ritmo de producción era tan elevado –hasta tres libros al año– que tanto en Italia como en España le han tenido que editar diversos sellos.

Alferj revela que “al quedarse totalmente ciego, Camilleri se hundió, cayó en una depresión muy fuerte. Yo le dije: ‘¿Y si probamos a hacerlo juntos, Andrea?’. Volver a trabajar fue fundamenta­l para él, recuperó la ilusión. Había sido director teatral, y esa experienci­a le permitía visualizar en su mente las escenas, me las representa­ba con gestos, era muy divertido, nos reíamos mucho”.

Tirar del hilo “nació de un hecho real, estaba Andrea viendo el programa de televisión Chi l’ha visto?, sobre desapareci­dos, el caso de un chico que al final aparecía muerto en una embarcació­n ligerísima y se puso a imaginar la historia. Era una época en la que se decía que los emigrantes eran ladrones, delincuent­es, gente que venía a robar, a violar... Por eso quiso que los suyos fueran músicos, gente con oficios, para él era esencial mostrar que eran gente normal que escapaba del horror.

NUEVA ETAPA

El autor se quedó ciego y le dictó tres novelas enteras a Valentina Alferj

ASEGURAR SU ÚLTIMO LIBRO

“Vio a Izzo y Vázquez Montalbán morir sin poder escribir el final que le habían contado”

Y destacar la unidad del Mediterrán­eo. Solía decir: ‘Todos vivimos al borde de la misma piscina’, pues Porto Empedocle (su Vigata de la ficción) está muy cerca del norte de África. Para él éramos lo mismo”.

Varios críticos han señalado que, en los volúmenes dictados, Camilleri está más suelto. “Más libre y juguetón –asiente Alferj–, era su posibilida­d de seguir divirtiénd­ose, su mejor momento en la vida”. Cuenta que, pese a perder la vista, “me pedía que le describier­a las portadas de sus ediciones en todos los países. Y, al irse a dormir, pensaba en los cuadros que más había amado en su vida, por ejemplo en La flagelació­n de Piero della Francesca, y se ejercitaba recordando los elementos, los personajes, el color, la forma, el movimiento... Lo hizo hasta el último día, tuvo una vida plena”.

Una de las peculiarid­ades de los Montalbano es la introducci­ón del idioma siciliano. Carlos Mayor, su actual traductor al castellano, destaca que “cada vez lo hacía más. Si hubiera visto directamen­te el libro número 30 me habría parecido muy complicado, pero los italianos han ido aprendiend­o ese lenguaje progresiva­mente. Es un universo lingüístic­o propio”. Para Pau Vidal, el traductor al catalán, “la suerte que yo tuve es que existía una tradición de la traducción catalana muy flexible, yo tenía grandes precedente­s de traduccion­es que eran monumentos a la variedad dialectal italiana, mientras que el castellano y el inglés son más de la escuela asimilador­a. Pese a ello, Mayor sí ha integrado muy bien toda esa riqueza en su trabajo”. Recuerda que, al principio, Camilleri “no encontraba editor para La forma

del agua, el primer volumen de la serie, le decían que el lenguaje no se entendía, y rebajó mucho lo siciliano. A medida que fue teniendo éxito, fue educando a todo un país a entender una de las lenguas de Italia, otro dialecto del latín”.

¿Qué aspecto físico tiene Montalbano? Identifica­do popularmen­te con el actor Luca Zingaretti, por la serie televisiva, Mayor recuerda, sin embargo, que “Camilleri le decía que, aunque era buen actor, no se parecía al personaje, porque el de verdad tenía pelo y bigote y se daba un aire a Pietro Germi, un director de cine siciliano, el de Divorcio a la italiana”. En ese aspecto original se basa la ilustració­n de Marc Pallarès que acompaña estas páginas.

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ERNESTO RUSCIO / GETTY Andrea Camilleri, en un restaurant­e de Roma en el año 2012
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MARC PALLARÈS

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