La clave está en la confianza mutua
Solo la prudencia colectiva hará posible volver a las salas de cultura, un irrenunciable lujo vital
La encuesta realizada sobre el público de los teatros de Broadway, en Nueva York, pone en evidencia que el mayor dilema, en el regreso a los festivales y salas de teatro y música, lo plantea la incontrolable conducta de los demás. El aumento del populismo negacionista y la laxitud de mandatarios en otras latitudes puede llevar al público a pensar que no toda la gente que acuda va a ser igual de consciente del peligro de la pandemia. Donde unos ven prudencia otros pueden ver cobardía. E incluso viendo prudencia, ¿quién nos garantiza que al socializar no nos dejaremos llevar por los hábitos y nos acercaremos demasiado los unos a los otros? Más aún: si lo que buscamos en un concierto o una función de ópera o teatro es ese momento sublime que nos hace perder la noción de realidad, ¿será eso compatible con la necesidad de seguir alerta frente al virus?
“Seguimos en estado de alarma subjetiva, pero eso tiene grados para cada cual –apunta el psicoanalista y profesor de la UOC José Ramón Ubieto–. La cultura ofrece la alternativa, decía Freud, de ahorrarnos parte del dolor y traducirlo en satisfacción. Es un lujo vital que no podemos perder, al igual que el humor. En toda guerra hubo canciones, poemas, teatros, algo de comedia que veló la tragedia subyacente. No tendría por qué ser diferente. Una cierta distancia (como medida preventiva) ayudará al acercamiento de cada uno a este goce sublimatorio...”
Dos razones explican este miedo que revela la encuesta americana a que los demás no cumplan con la norma, dice Ubieto. “La primera es objetiva: el virus es un real del que solo conocemos algunas cosas, suponemos que tiene una ley pero ignoramos una buena parte. Y por eso, además, no tenemos un deadline ,lo cual exige mantener la precaución por un tiempo más”. La otra razón es la vivencia subjetiva de ese acontecimiento traumático, que se nos ha impuesto bruscamente y sin poder dar un sentido a lo que pasaba. “La incertidumbre ha sido su marca de origen y en estos casos se producen significantes nuevos para nombrar eso que se presenta como indecible: el significante clave es contagio (no por nada es el filme de Steven Soderbergh, auténtico spoiler de esta pandemia). Nos sirve para cristalizar ese miedo individual y colectivo”.
Así, vivimos ese El infierno son los otros de Sartre. Todo el mundo es sospechoso de portar el virus y los vínculos sociales adquieren ese tinte paranoico... ¿Cómo se forja en este contexto la confianza social?
“Cada cual tiene su tiempo y salir depende de cómo se ha entrado –dice Ubieto–, la mayoría sale con precaución, progresivamente, y algunos no quieren saber de la parte que les toca de sacrificio, de la pérdida de libertad que todos tenemos que asumir. Salen sin medidas porque confían en que sean otros (sanitarios, trabajadores esenciales, gente vulnerable) los que se sacrifiquen por ellos. Ignoran que lo real de la muerte insiste y que su libertad de movimientos puede ser un rito sacrificial. La pulsión de muerte anida en cada persona, la felicidad no está programada por defecto en nuestro software. Ignorándolo le dan más consistencia y por eso miran con desdén a los que no desconocen los riesgos ni los miedos; entre esos miedos está el miedo a uno mismo, a esa capacidad de perjudicarnos. Por eso protegerse del otro es también protegerse de uno mismo. Lo cual no implica ningún tipo de caza del que, puntualmente, olvide alguna medida. Se le puede recordar amablemente”.
JOSÉ RAMÓN UBIETO
“La mayoría sale con prudencia pero los hay que no quieren saber de su parte de sacrificio”