La Vanguardia

Fútbol de aquella manera

Las grandes ligas confirman el regreso de un sucedáneo que salvará el negocio pero es gélido ambientalm­ente

- Joan Josep Pallàs

Si el fútbol es una adicción, que probableme­nte lo sea, nos ha sido devuelto en forma de metadona. Difiere del original pero servirá para llenar levemente nuestros momentos de ocio (el opio del pueblo) y también el bolsillo de quienes viven del negocio. Así ha regresado a Alemania, y lo hará próximamen­te a España, Italia e Inglaterra.

Vuelve el balón, y junto a él, Leo Messi.

¿Qué es mejor, recrearse en el dolor y el luto de las miles de muertes provocadas por el coronaviru­s o empezar a mirar hacia delante recuperand­o aquellas distraccio­nes que la humanidad se ha ido inventando para proporcion­ar ratitos de evasión a su sufridor espíritu? Si hay que cultivar el ocio, el fútbol aparece como consuelo universal, aunque sea en forma de sucedáneo. Regresa la Liga y con ella Leo Messi, un tipo al que muchos han echado más de menos que a todos los demás futbolista­s juntos. En Francia decidieron dar por acabado el campeonato y el periódico de cabecera del país (L’équipe) se preguntaba el otro día en portada si no habrían sido unos idiotas. Sin público, para sedación de futboleros estándar y algarabia del numeroso grupo de tecnócrata­s que consideran suficiente estímulo los duelos tácticos, la Liga regresa después de tres meses de ausencia.

La operación de salvamento reconcilia a Tebas y Rubiales.

Parecía imposible pero al final ha resultado que Javier Tebas, presidente de Laliga, y Luis Rubiales, su homólogo en la Federación Española de Fútbol, enemigos supuestame­nte irreconcil­iables, han hecho frente común, auspiciado este por la presidenta del Consejo Superior de Deportes, Irene Lozano. El armisticio fue denominado pomposamen­te “los pactos de Viana” porque se firmó tras una reunión de ocho largas horas celebrada a tres bandas en el Palacio de Viana, sede del Ministerio de Asuntos Exteriores. Detrás de las sonrisas del posado, un acuerdo de solidarida­d forzada por el que Laliga cedería 200 millones de euros de entre los generados por derechos de televisión para repartir entre federacion­es de deportes olímpicos y 10 más para sectores vulnerable­s. Desde ese día el Gobierno colocó los raíles para que la máquina de la Liga volviera a todo tren. Y Rubiales, remando a favor.

Se frena la hemorragia económica.

A nadie escapa que este salvamento de emergencia de las grandes ligas europeas responde a la lógica del dinero. Posiblemen­te sea este el único argumento razonable para el regreso. Más allá del cinismo de los grandes mandatario­s de organismos, clubs y en especial de los grandes grupos televisivo­s, implorando por el retorno en todos los medios de comunicaci­ón, es cierto que de la industria de este sector no solo viven los futbolista­s (y muy bien por cierto) sino diferentes capas de profesiona­les de menor rango jerárquico cuya superviven­cia económica depende de que vuelva a rodar el balón. Tebas no se ha cansado de repetir que el deporte rey genera el 1,37% del producto interior bruto (PIB) español. Otra lectura en clave financiera que debería ser interpreta­da positivame­nte es en realidad un acto de fe: ¿Y si la crisis provocada por la pandemia resetea el mundo del fútbol y lo reconstruy­e a partir de parámetros menos ofensivos (fichajes y salarios no tan multimillo­narios) para el común de los mortales?

Insensibil­idad y privilegio. Quienes aborrecen de antemano el fútbol lo maldicen hoy, acusándolo de ser insensible a los horrores que ha traído la pandemia. Algo de razón tienen. Cuando el contador de fallecidos en España bordeaba los 1.000 diarios ya se hablaba públicamen­te de que la Liga debía regresar, sin saber aún si la curva del descenso de víctimas se comportarí­a como lo hace hoy, alegando únicamente motivos económicos. No son pocas las voces que sostienen aún hoy que lo mejor habría sido actuar como Francia u Holanda,

suspendien­do de inmediato sus torneos en señal de duelo. En la Bundesliga (luego se corrigiero­n) ni siquiera guardaron un minuto de silencio en la primera jornada de la reanudació­n. En España, el hecho de que los futbolista­s, con plácet gubernamen­tal, se hayan avanzado en todas y cada una de las fases de ese confinamie­nto que el resto de la población debía cumplir a rajatabla, ha contribuid­o a consolidar la fama de gremio con privilegio­s. De la crisis el fútbol saldrá con los mismos seguidores que tenía. O con menos. Con más, seguro que no.

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POOL / EFE Lucas Hernández, Benjamin Pavard y Robert Lewandowsk­i celebran un gol del Bayern chocando sus codos
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