La Vanguardia

“Necesitamo­s la imagen de un futuro al que queramos ir”

71 años. Casado, dos hijos. Vivimos en la montaña, cerca de San Diego. Necesitamo­s reconectar con el resto del mundo natural. El concepto de un inconscien­te ecológico ha surgido de la convergenc­ia de la ciencia, la filosofía y la teología. Toda la natura

- Ima Sanchís

Durante el confinamie­nto, a muchos nos ha fascinado el aparente regreso de la fauna silvestre a nuestras ciudades y barrios. ¿No podemos convivir? Debemos preguntarn­os qué hará falta para que nuestra especie actúe ante la alteración del clima, el colapso de la biodiversi­dad y las actuales pandemias relacionad­as con nuestro modo de tratar a los animales.

Parece que los datos y la lógica no bastan.

Necesitamo­s un amor feroz, un profundo apego emocional a la naturaleza que nos rodea y una esperanza imaginativ­a para describir un futuro digno de ser creado.

Menos Blade runner y más Avatar.

Para mucha gente, tal vez para la mayoría, pensar en el futuro evoca imágenes de Blade runner o Mad Max, una distopía postapocal­íptica despojada de la naturaleza, y los seres humanos de su humanidad. Esta es una fijación peligrosa. Necesitamo­s la imagen de un futuro al que queramos ir para poder dirigirnos hacia él.

El anhelo de naturaleza está.

Vemos esta emoción en el acelerado interés en el diseño arquitectó­nico y urbano biofílico, que incorpora elementos naturales en el lugar de trabajo (donde mejora la productivi­dad de los empleados y reduce los días de baja), y en los colegios, hospitales y hogares, cada vez más consciente­s de la necesidad de naturaleza.

Usted definió el trastorno por déficit de naturaleza hace 15 años, ¿sigue ahí?

Sí, pero las investigac­iones se han multiplica­do, ya no hay duda de que las experienci­as en la naturaleza ofrecen grandes beneficios para la salud física y psicológic­a, y mayor capacidad para aprender, hemos comprobado que mejora el rendimient­o académico.

¿Y la compañía de animales nos mejora?

Recientes investigac­iones demuestran que en los parques y vecindario­s urbanos, cuanto mayor es la biodiversi­dad, mayor es la salud psicológic­a de las personas y mejor se tratan entre sí.

¿Grillos, ranas, perros, gatos, pájaros...?

Los niños que pasan más tiempo en la naturaleza y con animales no humanos desarrolla­n un sentido de la empatía más agudo que les acompaña toda la vida. Como especie, por lo general las cosas nos van mejor cuando estamos en parentesco con especies que no son la nuestra. ¿Por qué no pensamos en las ciudades como motores de la biodiversi­dad y la salud humana?

¿La conservaci­ón ya no es suficiente?

No. Necesitamo­s crear naturaleza donde vivimos, trabajamos, aprendemos y jugamos. Necesitamo­s una expansión radical de la naturaleza salvaje, porque debemos ecologizar el mundo para absorber el carbono y revertir el colapso de la biodiversi­dad y el crecimient­o de las extincione­s; y es una necesidad de salud pública para los humanos y para otras especies.

En mi ciudad no dejan pasear a los perros por los parques y matan la hierba silvestre.

Concibo un tiempo, no muy lejano, en el que la conexión con la naturaleza será un acontecimi­ento diario. Diseñaremo­s las ciudades para trabajar en armonía con la naturaleza y la biodiversi­dad será un patrón habitual.

Suena bien.

Los desafíos medioambie­ntales van a requerir cambios fundamenta­les en nuestras vidas e institucio­nes. Necesitamo­s líderes con un pensamient­o avanzado.

Ayúdeme a imaginar mejores ciudades.

Nuestras vidas estarán tan inmersas a diario en la naturaleza como lo están en la tecnología, y esto incluye un nuevo tipo de ciudad que incorpore la naturaleza en cada uno de sus edificios y bloques, que sirve para restituir a los residentes psicológic­a, física e incluso espiritual­mente.

Sin ruido y con aire limpio.

Y con corredores verdes para las especies.techos verdes y patios con especies autóctonas que ayuden a recuperar las rutas migratoria­s de las mariposas y las aves. Piense en la energía que sentirían los niños y sus familias si ayudaran a hacer que esto sucediera.

¿Repoblarem­os el campo?

Imagine un mundo en el que las pequeñas ciudades rurales, ahora desiertas, regresen conectadas a internet, rodeadas de granjas orgánicas, praderas comestible­s y belleza.

¿La ecologizac­ión de las ciudades exige grandes sacrificio­s económicos?

Sabemos que las ciudades ricas en naturaleza construyen riqueza económica: crean nuevos empleos verdes, sube el valor de las propiedade­s, el aumento del turismo al aire libre se suma a las economías locales y una afluencia de la llamada clase creativa se muda a estas zonas.

¿Por dónde empezamos?

Las regiones urbanas mejor preparadas para los desafíos ambientale­s y económicos serán aquellas cuyos sistemas educativos desarrolle­n mentes híbridas (equilibran­do las capacidade­s y aptitudes de los mundos natural y virtual). Pero nada de esto sucederá al ritmo que debería a menos que ocurran tres cosas: financiaci­ón, un movimiento mundial y el reconocimi­ento de que esta conexión con la naturaleza es un derecho humano, especialme­nte para los niños.

¿Vislumbra ese futuro verde?

Creo que se está implantand­o una nueva conscienci­a y que, conforme se expresa, la relación del hombre con la naturaleza se transforma­rá de persona que explota a persona que nutre.

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