Catalunya: la elección más incierta
Los sondeos apuntan a un reforzamiento de la mayoría independentista, pero con la pugna irresuelta entre ERC y Jxcat
Las próximas elecciones catalanas podrían parecer una cita a ciegas con las urnas, ya que el principal enigma es, sobre todo, la fecha de su convocatoria. El resto de incógnitas quedan ocultas bajo el probable avance del voto soberanista que, aunque modesto según los sondeos, permitiría reforzar la mayoría de ese signo en el Parlament: de los 70 escaños actuales hasta 74 (pero sin superar el 50% del sufragio). Eso sí, la pugna por la hegemonía nacionalista entre Esquerra y Jxcat se perfila como el otro gran enigma sin resolver.
Las encuestas difundidas desde diciembre pasado, tras la celebración de las elecciones legislativas del 10-N, dibujan varios cambios en el mapa catalán. Por un lado, la caída de Ciudadanos, que cedería al PSC la condición de primera fuerza contraria a la secesión, y, por otro, una mayor fragmentación del voto españolista, dividido entre el partido de Arrimadas, el PP y Vox.
Hay otro dato que debería considerarse consolidado a la luz de los sondeos: la victoria de Esquerra. Sin embargo, y más allá del precedente del 2017, cuando el partido de Puigdemont se impuso en el último momento al de Junqueras, la inestabilidad del electorado independentista deja abiertas todas las opciones. Es verdad que ningún sondeo pone a Jxcat por delante de ERC, pero las oscilaciones que exhiben los diversos estudios dejan muy cerca del empate técnico a ambas fuerzas.
La ventaja de Esquerra es de apenas un punto y medio en uno de los sondeos, lo que se traduce en una diferencia de solo un escaño: 32 para ERC, y 31 para Jxcat. Y aunque otros estudios sitúan la ventaja de
Esquerra en hasta 13 puntos (y 19 escaños), la mayoría cifra la distancia entre tres y cinco puntos, y entre cuatro y seis diputados. Además, el resultado de las europeas de hace un año, cuando Puigdemont se impuso por un margen de 250.000 votos a Junqueras, evidencia la imprevisible conducta del electorado independentista en un contexto de frustración de expectativas y de tensión constante con el Estado.
Lo que, en cambio, parece bastante seguro es el relevo de Ciudadanos como primera fuerza opuesta a la secesión y como partido más votado en las últimas autonómicas. Ese relevo no supondrá, sin embargo, que el PSC pueda repetir la proeza de la formación naranja en el 2017, convertida por un instante en el “pal de paller” contra la independencia y única formación de ámbito estatal que ha ganado unas elecciones catalanas también en escaños.
Según los sondeos, el PSC mejorará entre tres y seis puntos (y entre seis y diez escaños) su resultado de las últimas autonómicas, pero, como mucho, puede aspirar a convertirse en segunda fuerza (sobre todo en votos) si, finalmente, ERC se impone con claridad a Jxcat.
En paralelo al avance socialista, la evolución de los comunes no augura grandes progresos. Algún sondeo adjudica a ECP un alza de más de tres puntos y cinco escaños, pero la mayoría le atribuyen mejorías de un punto y dos o tres diputados.
Finalmente, la otra gran mutación se producirá en el espacio españolista, con un retroceso de Ciudadanos que podría afectar a entre dos tercios y la mitad de su electorado del 2017 (cuando Arrimadas superó el millón cien mil sufragios). Esa caída dejaría la cosecha parlamentaria de Cs reducida a un tercio de los 36 escaños que obtuvo el 21-D, aunque sus mejores expectativas le adjudican hasta 17.
La principal consecuencia del derrumbe de Ciudadanos es la dispersión del voto anticatalanista. Si en el 2017 la correlación fue de 36 diputados para Cs y cuatro para el PP, ahora el reparto podría llegar a alrededor de 15 escaños para el partido naranja; ocho para los populares, y entre dos y cuatro para Vox. Eso supondría un total de 27 parlamentarios frente a los 40 del 2017, cuando Cs se hizo con mucho voto de centroizquierda asustado ante la deriva soberanista. Pero el futuro, como siempre, nunca está escrito.
El PSC relevaría a Cs como primera fuerza opuesta a la secesión, aunque en un escenario más fragmentado