La cultura como motor de la Rambla
Hace ya más de diez años, en octubre del 2009, La Vanguardia reunió a representantes de 26 entidades ciudadanas y les invitó a aportar ideas para mejorar la Rambla. El emblemático paseo barcelonés acusaba entonces los efectos de un inquietante proceso de degradación. Los niveles de seguridad habían decaído: el número de robos aumentaba, la pequeña delincuencia abundaba, la prostitución proliferaba... Y por último, pero no menos importante, la Rambla se había desfigurado debido al turismo de masas. Los comercios tradicionales habían sido en buen número sustituidos por otros relacionados con la invasión turística, lo que minaba el carácter de esta arteria. Y, a consecuencia de todo ello, los barceloneses habían desertado, la habían olvidado, dejando de frecuentar esta vía donde se concentran tantas esencias de la ciudad.
En nuestra edición de hoy publicamos un nuevo reportaje sobre la Rambla, con un objetivo similar. Muy distinta es, sin embargo, la coyuntura actual de la de hace un decenio. La crisis del coronavirus ha privado a Barcelona, durante una larga temporada, del turismo, al menos en las proporciones en que lo hemos conocido. Esto tiene unas graves consecuencias económicas. Pero también brinda a la ciudad una oportunidad infrecuente para repensar, en una etapa extraordinariamente pacificada, un futuro mejor para la Rambla. A tal fin, hemos acudido de nuevo a los representantes de instituciones que siguen al pie del cañón, en su mayoría culturales. Y, escuchándoles, hemos llegado a la conclusión de que un futuro mejor para la Rambla es posible si se logra reforzar su tejido y su identidad cultural. No con el propósito de expulsar o reemplazar el turismo, sino con el de contrapesar sus efectos menos positivos y, al tiempo, para regenerar el interés y el aprecio de los barceloneses por esta calle que suele definirse como la puerta de entrada a la ciudad desde el mar.
Por fortuna, no hay que empezar de cero. La Rambla sigue reuniendo, en su propio eje o en las calles aledañas, teatros, museos, centros culturales, librerías, galerías y otras instituciones. Ahora bien, para que la contribución de la cultura a la hora de regenerar la Rambla sea decisiva, es preciso que se den determinadas condiciones. Por ejemplo, una mayor coordinación entre los agentes culturales, que además de redondear sus programas deben quizás pensar también a la vez en la Rambla como un microcosmos cultural del que son corresponsables. Las instituciones públicas deben ser las primeras interesadas en apoyar esta iniciativa, encaminada a extraer el máximo rendimiento de la Rambla, apostando por su potencial cultural. No sólo la Rambla se beneficiaría de semejante apuesta: también se beneficiarían los barceloneses, que podrían recuperarla mejorada con nuevos atractivos.
El parón turístico causado
por el virus brinda una ocasión para repensar esta gran arteria barcelonesa