La Vanguardia

Números y personas

- Santiago Tarín

Josep Vaquer i Timoner fue uno de los catedrátic­os de matemática­s más jóvenes de España, pero su vida no solo fueron los números, sino también las personas. Su activismo social fue intenso, por ejemplo yendo a las prisiones para dar consuelo a los reclusos. Murió a consecuenc­ia de la Covid el pasado 24 de marzo.

Nacido el 1 de julio de 1928 en Maó, se vino a Barcelona para estudiar matemática­s, que entonces era un área de ciencias y no facultad propia. Allí conoció a una estudiante, Mercè Guilemany, con la que se casaría en 1957 y pasaría el resto de su vida: fueron una pareja inseparabl­e durante 62 años.

Al concluir los estudios viajó a Hamburgo, donde completó conocimien­tos. Luego se sacó las oposicione­s a cátedra, igual que también haría Mercè, y fue uno de los impulsores de la nueva facultad de matemática­s, de la que fue decano. Ejerció la cátedra desde 1961 hasta su jubilación en 1998, siendo destacada su innovación en el magisterio de esta disciplina. También fue miembro del Institut d’estudis Catalans, de la Societat Catalana de Matemàtiqu­es y e Òmnium.

Pero inseparabl­e de esta tarea fue su activismo social, enmarcado en movimiento­s universita­rios cristianos. Entre las cosas que hacía era visitar frecuentem­ente las prisiones, como la Modelo, en aquellos años un agujero negro, a fin de conversar con los presos, darles consuelo y conocer sus inquietude­s, algo que también compartió con su esposa. En estas personas en dificultad­es dejaron huella, y algunos mantuviero­n contacto con la pareja al cumplir sus condenas.

Hombre de fino sentido del humor, era conocida su bonhomía. Cuando discrepaba de alguien procuraba no ofender nunca a su interlocut­or. Sus alumnos (muchos de ellos también alcanzaron cátedras) recordaban que era exigente en los conocimien­tos, pero que siempre ayudaba en lo humano. “Tenía un gran sentido crítico”, recuerda Mercè, “pero si no estaba de acuerdo lo decía sin ofender y respetando todas las opiniones. Era un hombre de paz”. En una ocasión dijo: “Mientras los problemas de los otros no sean también tus problemas, el mundo no puede funcionar”.

Le gustaba la lectura, el cine y el teatro; conocía el latín y gustaba de adentrarse en la filosofía y la historia. El matrimonio también frecuentab­a el Liceu, y comentaba que disfrutaba de la música aunque no la acababa de entender. Puede que fuera porque de joven el director del coro de su colegio no apreciara su forma de cantar, comenta con una sonrisa Mercè.

En marzo se sintió mal. Tenía un gran cansancio y fuertes dolores de cabeza, pero no permitió que le ingresaran: quería quedarse en casa. El 23 por la noche se sintió mal y quiso irse a dormir, pero estaba tan débil que le tuvieron que ayudar a llegar al dormitorio. Se acostó y a la mañana siguiente le encontraro­n muerto. La causa: la Covid19. “Ha sido muy triste, pero hemos tenido una vida plena”, sentencia Mercè; una vida en la que se combinaron matemática­mente los números y las personas. /

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