La Vanguardia

‘Apocalypse now’

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Qué lees, Juanito?”, me pregunta Paola, la marquesa Paola, mi amiga napolitana. Y yo le digo que leo, releo a Ennio Flaiano. ¿Por qué Flaiano? Pues porque sé que es un escritor que le gusta a Paola. Flaiano, que muchos conocen como hombre de cine, por escribir guiones de celebradas películas como La dolce vita o Vacaciones en Roma , es un escritor que le sienta bien a esa pandemia, ese confinamie­nto. Escribe Flaiano: “Madame Bovary leía a Walter Scott y se imaginaba que el amor y la vida se movían dentro de unos amables decorados a la italiana. Si madame Bovary hubiese leído Madame Bovary, ¿es posible que aquella lectura hubiese puesto un freno a sus sueños?”, se pregunta Flaiano. Y concluye: “Los libros verdaderam­ente inmorales son aquellos en los que la vida es pintada de color de rosa, y no los que escriben errores y excesos. En otros términos: no hay peor pornografí­a que la de los sentimient­os”.

¿Cómo serán los libros de la pandemia, del confinamie­nto? ¿Como los de Walter Scott que leía la pobre señora o como la novela de Flaubert, en la que nos cuenta la triste historia de aquella pobre señora y que termina con el grand mot del imbécil de su marido, el doctor Charles Bovary: “C’est la faute de la fatalité’?”. Pues, la verdad, yo creo que habrá de todo un poco, aunque me inclino a creer que predominar­á lo que Flaiano llama “la pornografí­a de los sentimient­os”, el sentimenta­lismo. Lo cierto es que se ha escrito mucho durante ese confinamie­nto. Y ha escrito todo dios. Desde los profesiona­les –el novelista, el ensayista, las gentes de las universida­des, de los papeles, incluso algún poeta laureado, sin olvidar aquel político, en agraz o jubilado–, y, sobre todo, un montón de gente que no había escrito o que no había publicado nada en su vida y que, de pronto, se vio impulsada a coger el boli o el ordenador –mejor el ordenador– y contar lo que veía, lo que le pasaba por la cabeza o por debajo de la cintura.

En Le Monde del viernes, 5 de junio, he pillado toda una página en la que se habla de una “avalancha de manuscrito­s desconfina­dos”. “Gran número de franceses”, leo, “han aprovechad­o el período de confinamie­nto para llevar a cabo “un désir d’écriture” (en francés queda más bonito) y han sometido sus escritos al criterio de los editores. ¿Veremos surgir algunos nuevos autores?”. Por lo visto, algunos editores ya se temían esa avalancha o algo parecido. El 16 de marzo, la editorial Grasset había mandado un mensaje: “Agradecerí­amos que no nos hiciesen llegar textos en los tiempos que se avecinan…”. Pero, al parecer, el mensaje no bastó para disuadir a los nuevos autores. Más bien todo lo contrario. Cécile Boyer-runge, presidenta de las ediciones Robert Laffont, dice haber recibido 1.500 manuscrito­s en dos meses, “es decir, tres veces más que lo habitual”. Y otro tanto nos cuenta la señora Sophie Lajeuneuss­e, de las Presses de la Cité, que dice haber recibido 567 manuscrito­s entre el 17 de marzo y el 18 de mayo, preferente­mente cuentos y novelas inspirados directamen­te en el confinamie­nto con títulos como La revanche du pangolin o Amours sous confinemen­t.

Curiosamen­te, no he leído en los suplemento­s literarios de nuestros papeles una página semejante a la que me ofrecía Le Monde del pasado viernes. Es decir, que desconozco si el estado de alarma, como ha ocurrido en Francia, se ha traducido en una avalancha de manuscrito­s sobre la revancha del pangolín o los amores del confinamie­nto en un pisito de la calle Aribau. Digo esto, porque estoy convencido de que una de esas páginas con las que suele regalarnos Xavi Ayén, después de conversar con nuestras editoriale­s, alegraría a nuestros lectores, al tiempo que nos ayudaría a saber, como algunos dicen, que el confinamie­nto va más allá del Resistiré y de la madre que los parió (y cuando digo la madre que los parió, no hago sino referirme a la señora Meritxell Budó, “consellera de Presidènci­a i portaveu del Govern”, la cual tuvo la feliz ocurrencia de afirmar, el pasado 21 de abril, que “en una Catalunya independie­nte, el coronaviru­s no hubiese causado tantas muertes”). Vaya por Dios.

Y mientras aguardamos a que salga el libro de Bernard-henri Lévy( Le virus qui rend fou), o el posible libro de Jordi Amat o de Francesc-marc Álvaro sobre “la crisis más grave que ha vivido este planeta desde hace dos siglos” (la frase es de Jacques Attali, que saca libro el próximo 17 de junio), permítanme que les cuente el goce y el hartón de risa que me ha producido la lectura de la página de Jeanpaul Brighelli, en Marianne ,enla que Jean-paul nos cuenta la entrevista telefónica de un editor francés con un tal Stephen K***, un celebérrim­o escritor norteameri­cano, el cual le cuenta lo que está escribiend­o. “¿Cómo? ¿Que un grupo evangélico purificado­r se contamina expresamen­te para propagar el apocalipsi­s? ¿Para crear las condicione­s que lleven a la exterminac­ión de la humanidad a fin de incitar a Cristo a regresar…? Oye, tú, cojonudo…”, le dice el editor al escritor norteameri­cano. Y Stephen K*** le sigue contando el tema de su libro. Vamos, que la pandemia acaba siendo un texto inédito de Stephen King. “¿Cómo dices, ‘distanciac­ión social’? Ostia, tío, solo un escritor de genio como tu podía inventar algo semejante”, le dice el editor. “La gente no se toca, se distancian unos de otros, no follan… ¡Una población zombificad­a! ¡El fin de la humanidad! ¡Apocalypse now!”.

A ver quién es el guapo (o la guapa) que escribe la pandemia como la escribiría Stephen King, y quién es el otro guapo (o guapa) que escribiría el confinamie­nto como lo vivió, pero no lo escribió, la pobre señora Bovary. Lo escribió Gustave Flaubert.

Un montón de gente que no había escrito en su vida, de pronto, se vio impulsada a coger el ordenador o el boli

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DANI DUCH El confinamie­nto ha propiciado la lectura... y también una desmesurad­a fiebre escritora
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JOAN DE SAGARRA

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