Trabajo contra el estigma
Nazareth tiene 23 años y muchas ganas de acabar con prejuicios que aún le cierran puertas. Para conseguir un trabajo, por ejemplo. “Cuando se habla de alguien de etnia gitana es porque ha cometido un delito, no refiriéndose a quienes estudian y se ganan la vida. No somos gente insensata, ni nos gusta vivir a lo loco, como se dice”, afirma.
La familia Heredia (padres y 4 hijos) vive en el barrio de La Mina de Sant Adrià del Besos y se dedica, como muchos de sus vecinos, a la venta ambulante. En su caso, de ropa interior. Hasta que la Covid-19 frenó la actividad sine die. Desde entonces no entran ingresos en el hogar y no saben cómo afrontar los pagos (autónomos, tasas, hipoteca) sin ayuda: “Somos una pequeña empresa, pero no se nos considera”.
Ahora el gran apoyo para la joven es la Fundación Secretariado Gitano y su programa Incorpora (subvencionado por La Caixa), por el que ha accedido a formación y asesoramiento para buscar trabajo. Su orientador laboral, Juan Gómez, explica que es muy emprendedora y aunque dejó la escuela con 12 años quiere luchar por montar un negocio propio. “La venta ambulante no tiene futuro. Hemos perdido mucha clientela por la competencia de marcas baratas y grandes superficies. Mi sueño es abrir una tienda de lencería y ganarme la vida”, explica.
Y se rebela contra el estigma. “No somos gente que quiere vivir del cuento, al aire libre y sin trabajar. O robando. Somos muchos los que queremos superarnos, tener una casa y que nuestros hijos estudien. Solo pido las mismas oportunidades”, reclama. En respuesta a la crisis, la Fundació La Caixa ha aportado 100.000 euros al Fondo de Emergència Social #Juntoalasfamiliasgitanas de la Fundación Secretariado Gitano para paliar el efecto de la pandemia en la población desfavorecida, en forma de tarjetas de supermercado. A ello se suman los 6 millones de euros anuales que la Fundació La Caixa destina al colectivo gitano vulnerable.
La situación ya era precaria antes del virus para un 86% de las 750.000 personas gitanas del país. El 40% son vendedores ambulantes y la vuelta será muy difícil por la distancia social. “Si solo puede vender el 30% de las paradas, el resto ¿qué comerá? ¿Y cómo compramos el género nuevo? Lo estamos pasando muy mal y el Gobierno nos ignora”.
Gómez, que trabaja en Secretariado Gitano hace 12 años, se queja
Las familias que viven de la venta ambulante como la de Nazareth siguen sin ingresos ni fecha de reapertura
de que no se hable, por ejemplo, del aumento de jóvenes que, tras abandonar la escuela y toparse con el duro mercado laboral, vuelven a estudiar: “hace 8 años solo un joven gitano entró en la universidad con nuestra ayuda; en 2019 han sido 16. ¿Aún sorprende una persona gitana universitaria? Para mí es normal”.
La realidad de la mujer, cree Nazareth, también ha mejorado. “Antes una chica aprendía a limpiar la casa con 13 años y a los 15 se casaba. Yo eso no lo apruebo. Eres una niña y no sabes elegir qué quieres en tu vida. Necesitas un trabajo. Y estabilidad”. Esa es ahora su prioridad.