Tripulantes frente a la pandemia
Su profesión es la más visible que existe en los vuelos comerciales, pero al mismo tiempo resulta muy desconocida para los viajeros a los que atienden
Cuando en 1946 Iberia contrató a las primeras auxiliares de vuelo para realizar su primera línea intercontinental desde Madrid a Buenos Aires, el entonces presidente de la aerolínea decidió llamarlas azafatas. Lo hizo inspirado por las asistentes personales de una reina, ya que consideraba que sus pasajeros debían ser tratados igual. Por entonces también se consideraron otros nombres para definir este oficio, pues era absolutamente inédito. Se planteó también el de aeroviarias, aeromozas, mayordomas aéreas e incluso provisadoras.
Aquel vuelo de hace 73 años y que fue el primero en unir Europa y Sudamérica después de la segunda Guerra Mundial queda ya muy atrás y aunque hoy sigue muy arraigada la denominación de azafata, este trabajo especializado tiene una denominación oficial por parte de la Agencia Estatal de Seguridad Aérea, TCP, por las siglas de Tripulante de Cabina de pasajeros: personas seleccionadas y entrenadas para cuidar de la seguridad de los viajeros en aviones comerciales a partir de 19 plazas y a quien AESA ha de examinar para poder optar a este puesto en diferentes aerolíneas.
Así es cómo tres de estos profesionales están viviendo la pandemia de la Covid-19: en un primer caso, volando por todo el mundo como Bérengère Bianconi, sobrecargo de la aerolínea Privilege, convertida en una verdadera compañía restacadora y repatriadora de ciudadanos de lo más diverso.
Por otra parte, un auxiliar al que de repente le desaparecieron todos los vuelos de su programación mensual y que ahora está a la espera de volver al ritmo de los aviones, como Andrés Giraldo en Ryanair, y un tercer caso en el que veremos la ilusión de volver a empezar de Sandra Carta, jefa de cabina en Air Nostrum, que 20 años después vuelve a tener algunas de las sensaciones vividas en sus primeros tiempos como tripulante de cabina.
“Es curioso que un trabajo tan visible sea un gran desconocido en su contenido, a pesar de que seamos las personas que más tiempo compartimos con el pasaje”, explica a La Vanguardia Tony Amador Lopo,
que ha volado profesionalmente durante 37 años y hoy es vocal de la AETCP, la Asociación Española de Tripulantes de Cabina de Pasajeros, nacida el año pasado a modo de colegio profesional de este sector y que desde entonces actúa como una voz única para este colectivo de la aviación.
“En nuestra asociación, los tripulantes estamos representados profesionalmente y desde esta asociación trabajamos para que nuestra profesión esté en el lugar que le corresponde, principalmente en todo lo relacionado con la seguridad aérea”, indica Amador.
“Los tripulantes de cabina somos los principales actores que garantizamos esa seguridad en los aviones y también la cara visible de la confianza que los pasajeros necesitan para volar”, concluye. Seguridad, confort y luego, servicio a bordo. Ese es un mantra que tienen grabado estos profesionales de la aviación comercial. Sus sonrisas siguen estando ahí pese a la mascarilla.