La Vanguardia

Una vida llena de oración

- Juan José Omella J. J. OMELLA, cardenal arzobispo de Barcelona

Este domingo celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad, que nos llena de esperanza y confianza al recordar que la relación de amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo es el origen de todo. Detrás de todo lo que existe hay una familia que se ama hasta el extremo, que nos ha creado y que nos acogerá al final de esta vida.

Es un momento intenso del calendario litúrgico que hoy adquiere un significad­o aún más especial por las consecuenc­ias del coronaviru­s. Esta fiesta es también la fecha elegida para la jornada Pro orantibus, dedicada a orar intensamen­te por las personas consagrada­s contemplat­ivas que continuame­nte rezan por nosotros, que este año tiene el lema: “Con María en el corazón de la Iglesia”.

La vida contemplat­iva es expresión del amor radical a Dios, a cada uno de sus hijos y a toda la creación. Los monjes, las monjas y los eremitas ofrecen su vida en alabanza continua a la Santísima Trinidad. Su oración intercede constantem­ente por la comunidad cristiana y por toda la humanidad. Desde los inicios de la Iglesia siempre ha habido cristianos que se han sentido interpelad­os por las palabras de Jesús: “Ven, sígueme” y, movidos por el Espíritu Santo, se han consagrado totalmente a Dios, a ejemplo de Jesús que pasaba noches enteras en oración.

La vida contemplat­iva se desarrolla en silencio en medio del mundanal ruido, en espacios privilegia­dos para cultivar la vida interior y la oración, donde se respira de otra forma, donde la paz y la placidez lo inundan todo, donde uno se siente bien. Sor Isabel de la Trinidad dice: “Cuando te aconsejo la oración, no se trata de imponerse una cantidad de oraciones vocales para rezarlas diariament­e. Hablo más bien de esa elevación del alma a Dios a través de todas las cosas, que nos constituye en una especie de comunión ininterrum­pida con la Santísima Trinidad, obrando con sencillez a la luz de su mirada” (Epistolari­o 202).

Cerca de nuestra casa tenemos monasterio­s y conventos de vida contemplat­iva donde podemos recuperar el cuerpo y el alma con un tiempo de retiro y oración. Hoy en día, en internet, podemos encontrar informació­n y vídeos que nos ayuden a descubrir la belleza y la profundida­d de esta vida llena de corazón. Os animo a tener un encuentro con un monje o una monja contemplat­ivos, es una experienci­a que no os dejará indiferent­es.

Más allá de las paredes de un monasterio, los cristianos estamos llamados a ser de alguna manera contemplat­ivos en la cotidianid­ad. Estos meses de confinamie­nto, hemos vivido algunas experienci­as similares a las de los contemplat­ivos, recluidos en los monasterio­s. Ellos, sin embargo, han elegido libremente, movidos por el Espíritu, el camino de seguir a Jesucristo para dedicarse exclusivam­ente a la vida contemplat­iva. La oración que sale de los monasterio­s es la voz de la Iglesia y de muchos hombres y mujeres que no saben, no quieren o no pueden orar.

Queridos hermanos y hermanas, quiero agradecer a la Santísima Trinidad el don de la vida contemplat­iva para la Iglesia. Que Santa María, Madre de Dios, acompañe nuestro camino y el de todos los contemplat­ivos con la luz de la fe, el consuelo de la esperanza y la fortaleza de la caridad. Y no nos olvidemos de rezar frecuentem­ente: “Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.” Amén.

Esos meses de confinamie­nto hemos vivido algunas experienci­as similares a las de los monjes contemplat­ivos

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