“Sin las bacterias, la vida se detendría”
En una oscura semana de hace más de 150 años, el miedo y el sufrimiento se apoderaron de Londres. Con dos millones y medio de habitantes embutidos en un perímetro de apenas cincuenta kilómetros, la capital inglesa era la mayor ciudad del momento. En agosto de 1854, un brote de cólera se expandió desde una fuente pública en el barrio de Spitafields y provocó el caos. El doctor John Snow y el reverendo Henry Whitehead se encontraron en medio de esa terrorífica epidemia para cambiar la historia de la investigación. El libro de Steven Johnson El mapa fantasma
(Capitán Swing) analiza la epidemia que cambió la ciencia, las ciudades y el mundo moderno.
El coronavirus parece contradecir la afirmación que usted pone en su libro en la que dice que las ciudades “iban a convertirse en grandes vencedoras de enfermedades”.
Probablemente, el cambio más importante que surgió de aquellos eventos es que las ciudades dejaron de ser uno de los lugares para vivir más mortales del mundo y se convirtieron en uno de los más saludables. Pero es cierto que las áreas densamente pobladas son más vulnerables a los brotes de enfermedades infecciosas, eso es lo que hemos visto este año en Madrid, Nueva York y Milán. Dudo, sin embargo, que a largo plazo veamos caer las expectativas de vida urbana después del Covid-19, suponiendo que no haya más brotes de esta escala en los próximos años.
¿Son las bacterias las que realmente gobiernan el planeta? Piénselo de esta manera: si pudiera agitar una varita mágica y hacer desaparecer a los seres humanos de la faz de la tierra, la vida continuaría feliz para la gran mayoría de los organismos. Si hiciera lo mis-mo con todas las bacterias de la tierra, la vida se detendría.
¿Hubiera conseguido Snow sus resultados en la lucha contra el cólera sin las ‘Estadísticas semanales’ del epidemiólogo William Farr (pionero en la recolección de datos sobre enfermedades)?
Farr fue crucial. De hecho, he escrito un artículo esta semana para The New York Times sobre cómo el trabajo de Farr en el seguimiento de los datos de mortalidad fue una revolución importante en la salud humana, y ha dado forma a muchos de nuestros esfuerzos para contener el Covid-19. Snow obtiene todo el crédito porque descubrió que el cólera se transmitía por el agua, pero las innovaciones de datos de Farr también fueron trascendentales.
Snow parece un auténtico Sherlock Holmes de las enfermedades. Aunque no debió ser fácil ser el hombre que se enfrentó a los miasmáticos y a la comunidad médica…
Eso fue parte de lo que me atrajo de la historia: el caso era una especie de historia de detectives, con un asesino suelto en las calles de Londres. Aunque el asesino era un microbio invisible.
Gracias a Henry Whitehead quedó descartado que las muertes se debieran a la voluntad divina.
Whitehead fue más importante como investigador que como clérigo. Tenía las conexiones sociales de las que Snow carecía. Creo que su participación demuestra que no basta con tener la razón y la ciencia de tu lado. También necesitas la aceptación y el reconocimiento del resto de la comunidad.
“Si los seres humanos desapareciéramos, la vida continuaría feliz para la gran mayoría de los organismos”