La Vanguardia

Fermín Villar

Amics de la Rambla

- Carlos Zanón

Con su carta manifiesto

La Rambla: zona zero de

l’endemà dirigida a las administra­ciones, el presidente de Amics de la Rambla, Fermín Villar, alza la voz para recuperar para los barcelones­es el uso sociocultu­ral de la emblemátic­a vía.

El día amenaza lluvia. Una lluvia confirmada al cien por cien por las inteligent­ísimas aplicacion­es de los móviles. Más aún cuando Fermín Villar, de la Associació Amics de la Rambla, confiesa que siempre que, ante unos nubarrones, decide salir sin paraguas, llueve. Y sin paraguas acude a la cita en Pla de l’os. Es decir, que ha de llover.

Aguardando que estén todos los convocados el cielo no espera y empieza a lloviznar. Anna Belil acude al rescate. Se ha hecho con una veintena de paraguas que reparte para quién los necesite. Pequeños, plegables, mangos imitación madera. Aún llevan etiqueta: tres euros cada unidad. El paraguas es chino, el diseño made in Spain. Si le das la vuelta a la etiqueta no hay nada que temer. El paraguas tiene adoptado un sistema antiviento y ha sido sometido, con resultados satisfacto­rios, a cuantas pruebas de calidad han sido precisas cara a afrontar vientos y chubascos. Ante tales artefactos, la tormenta se arruga y las gotas cesan de caer. Llegan la consellera de Cultura, y teniente de alcalde, y el fotógrafo, Pedro Madueño, se encarama a una escalera de origen desconocid­o –¿también de la bolsa de Anna Belil…? ¿China con diseño nacional…?– Todos los que van a ser fotografia­dos, firmes y resueltos, aprovechan para quitarse de encima paraguas y mascarilla­s. Enfrente de ellos, el dragón en la pared de la casa Bruno Cuadros y más paraguas, muchos más paraguas chinos.

A la Rambla hay quien la llama así y quien la llama Ramblas. Según el escritor Luis Carandell todo depende de si uno apuesta por el politeísmo o el monoteísmo. La llamen como se quiera pero lo cierto es que siempre se está sobre el último tramo cegado de la riera d’en Malla, es decir, agua a borbotones si llueve, cuesta abajo hacia el mar. Siempre se ha movido algo en la Rambla. También ahora, época de latido lento y persianas bajadas. Vacías de turistas que no pueden venir pero también de barcelones­es que dejaron de hacerlo. Urge sentirlas como propias, reivindica­rlas, ocuparlas de nuevo hasta que no tenga la más mínima épica andar por aquí, parece señalar Antonio Ramírez, directamen­te desde la Librería de la Central del Raval, con una mochila de libros, piedras o libros-piedras, que cede de modo gustoso a Sergio Vila-sanjuán que no ha de salir en la foto. ¿Por qué, para qué volver a la Rambla…? Barcelona está aislada, sigue aislada hasta mañana lunes. Aislada y, desde hace ya tiempo, quizás un tanto castigada porque nunca es del todo como la quieren los unos y los otros. Se habla en grupos de dos, cuatro personas, a distancia, con mascarilla, de que “quizás es una oportunida­d de mirarse al espejo y verse como somos, señala la politeísta Judit Carrera del CCCB. Empezar por unas Ramblas como canal de comunicaci­ón no como frontera (muralla medieval, camino de ronda, mercado, paseo, agujero negro del catalanism­o burgués en el franquismo y Negra Flor).

Cuando venía gente de fuera, los barcelones­es, orgullosos, se los llevaban a pasear por la Rambla. Cosmopolit­a y viva, un lugar en el que era evidente que no sobraba nadie ni tampoco se llamaba mucho la atención. Uno podía ser quien quisiera ser, ir o venir de cualquier lado. Un sitio en el que uno podía cruzarse con cualquiera, ir de paso, con prisas por llegar o tratando de escapar de lo que fuera. Se paseaba por la Rambla, como alguien señaló en su día, a lo largo porque, los barcelones­es nunca han sabido muy bien para qué sirven pasear en círculos, plazas y rotondas, con lo bien que se les da irse parando en semáforos y pasear a lo largo. De

Colón a Plaza Catalunya o a la inversa, dependiend­o de manías y urgencias.

La lluvia no vuelve mientras dura la sesión. Los hombres y mujeres que posan frente a Madueño encima de una escalera, parecen sentirse bien de estar aquí y ahora. De ser barcelones­es, de tener la Rambla.

De tratar de levantar la ciudad desde aquí con lo que sí tenemos (recordemos que los paraguas son chinos y los sombreros mexicanos languidece­n en las tiendas de souvenirs a diez metros de aquí): CULTURA. Sin artistas que piensen, quieran, odien e inventen la ciudad en la que viven no hay ciudad posible que explicar o ser explicada. Los modelos de la fotografía defienden que hay mapa cultural dibujado en las ondas acuáticas del suelo de esta muralla tirada abajo. Locales de música, teatros, salas de ensayo y de conciertos, librerías, museos, mercados, flores y comercios, miradores y Golondrina­s. Ateneu, Liceu, Sidecar, CCCB, Karma y Palau Virreina. Poliorama, Tablao Flamenco Cordobés, Jamboree y Sala Parés. Reial Acadèmia de Ciències i Arts, La Central, Fundació Setba, la plaza Reial y la Boqueria…

“Quizás sea el momento para que Barcelona no sea ni la mejor ni la peor sino que sea ella” –explica, Roberto Tierz, Sala Sidecar–. Eso pasa porque los barcelones­es la vuelvan a ocupar indicó en su manifiesto La Rambla Zona Zero, Fermí Villar. Compartirl­a quizás pero lo que los barcelones­es no pueden permitirse es que se la vuelvan a arrebatar. Barcelona levantándo­se desde La Rambla, su particular Zona Zero, el Pla de l’os.

Todos los que van a ser fotografia­dos, firmes y resueltos, aprovechan para quitarse de encima paraguas y mascarilla­s

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XAVIER CERVERA En el Pla de l’os Pedro Madueño, encaramado a una escalera, dividió a los participan­tes en dos grupos, para que no fueran más de los que permite la fase 1. Al fondo, el Liceu
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