La Vanguardia

Colauismo

- Pilar Rahola

Pues nada, caída tonta, aunque, como dice mi traumatólo­go, no existen las caídas listas, solo el golpe sonoro y doloroso en el duro asfalto, especialme­nte duro cuando se aterriza en él. Y, zas, rotura de la cabeza del húmero, semanas de inmovilida­d, más semanas de recuperaci­ón, riesgo de necrosis por el derrame en la zona..., un cuadro de narices para empezar el desconfina­miento, que, en mi caso, tiene visos de otro confinamie­nto... En fin, le pondremos ánimo, que toda mala caída siempre podía haber sido peor.

En el entreacto entre médicos y resonancia­s magnéticas (quizás por los efectos alucinógen­os de la resonancia), reflexiono sobre el tráfico, cual simple peatón, por esta Barcelona llena de cachivache­s en el suelo, carriles bici improvisad­os, cambios de planificac­ión –aprovechan­do la nocturnida­d del confinamie­nto– y pinturas amarillas deslizante­s. Pasear por la ciudad empieza a ser una opción de alto riesgo. Y, para rizar el ejemplo, el mismo día de mi caída, una señora mayor estuvo a punto de caer delante de nosotros porque resbaló con la pintura amarilla que han puesto en el asfalto. Por cierto, ¿puedo decir que esta pintura amarilla chillona, en decenas de calles del Eixample, para marcar carriles de paseo, es muy fea? Y les aseguro que aquí la menda tiene un amor público por el color amarillo, pero ¿es necesario usarlo en el suelo, en su versión más estridente, convirtien­do la ciudad en una especie de Las Vegas, sin ningún tipo de estilo ni elegancia? Es una pintura horribleme­nte fea y vulgar, que marca con tanto destello las calles donde se ha pintado, que ensucia todo el entorno. Es difícil disfrutar de los edificios modernista­s de los laterales con el amarillo clavado en la retina, y mirando al suelo, porque la cosa resbala. Y todo de golpe, precipitad­o, sin ninguna planificac­ión inteligent­e, en una especie de cruzada caótica contra el coche, que ni va a favor del equilibrio ni a favor del peatón.

Por cierto, ¿todas estas obras se han adjudicado a dedo, como acostumbra a hacer la señora Colau? Porque cabe recordar que, en el informe del Tribunal de Cuentas de este año, Colau adjudicó el 94% a dedo, con datos tan chirriante­s como la adjudicaci­ón, dedo mediante, de once contratos seguidos a una misma empresa. Deben de ser las maneras de la nueva política. Y mientras, la oposición ni está ni se le espera. Ni Valls monta su pollito clásico, quizás porque el confinamie­nto en Menorca no le ha dado respiro al pobre. Pues nada, así está la cosa: Colau hace lo que quiere y la oposición duerme la siesta. Barcelonaa­aaaa.

El amarillo chillón pintado en decenas de calles del Eixample es muy feo

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