La Vanguardia

Investigad­ores catalanes alertaron del error

Investigad­ores de Isglobal alertaron a ‘The Lancet’ de que los datos eran erróneos

- HIDROXICLO­ROQUINA

En cuanto la revista médica The Lancet publicó el estudio que cuestionab­a el uso de hidroxiclo­roquina (HCQ) contra la Covid el 22 de mayo por la tarde, el investigad­or Carlos Chaccour del Instituto de Salud Global de Barcelona (Isglobal) vio que algo no cuadraba.

Y mientras la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) paralizaba un gran ensayo clínico con HCQ y hospitales de todo el mundo reconsider­aban el uso del fármaco en pacientes con Covid, Chaccour y sus colegas Joe Brew y Alberto García-basteiro, también de Isglobal, revisaban los datos del estudio, llegaban a la conclusión de que no eran fiables y elaboraban una estrategia para desenmasca­rar el engaño.

Su trabajo, junto al de investigad­ores de otros países que también advirtiero­n fallos en la publicació­n, ha llevado a The Lancet a retractar el estudio en lo que ya se conoce en Twitter como el #Lancetgate. También la revista The New England Journal of Medicine, igualmente prestigios­a, ha tenido que retirar otro estudio de los mismos autores y con el mismo tipo de errores flagrantes.

La HCQ, que se había convertido en el fármaco más polémico de la pandemia después de que Donald Trump lo defendiera y hasta dijera que lo tomaba, vuelve a ser vista como un producto potencialm­ente útil contra la Covid. La OMS ha reanudado su ensayo clínico, que debe aclarar en las próximas semanas si el tratamient­o es seguro y eficaz. Los primeros resultados del estudio Recovery liderado por la Universida­d de Oxford, presentado­s el viernes, apuntan a que no es eficaz.

“Han sido unos días locos. A medida que revisábamo­s los datos, más surrealist­a parecía todo”, explica Chaccour, que también es investigad­or del Instituto de Salud Tropical de la Universida­d de Navarra.

“Estamos satisfecho­s de que la energía que hemos dedicado a esta cuestión haya servido de algo. Pero sobre todo estamos preocupado­s de que algo así haya podido ocurrir. Hay aspectos del funcionami­ento de la ciencia que deberían corregirse”, añade Garcíabast­eiro.

Aquella tarde del viernes 22 de mayo, lo primero que llamó la atención de Chaccour fue que el estudio de The Lancet se basaba en datos de Surgispher­e, una pequeña empresa de Chicago que aseguraba tener informació­n de 96.032 pacientes de 671 hospitales de todo el mundo. El estudio, que tenía como primer autor al cardiólogo Mandeep Mehra, de la Escuela de Medicina de Harvard (EE.UU.), alertaba de que los pacientes con Covid tratados con HCQ tenían más riesgo de morir, lo que se atribuía a los efectos secundario­s del fármaco sobre el corazón.

Chaccour, que es especialis­ta en malaria y se define como “un friki de la ivermectin­a”, ha estado recopiland­o desde el inicio de la epidemia todos los datos sobre este otro fármaco en pacientes con Covid. Le sorprendió un trabajo publicado el 6 de abril basado en datos de Surgispher­e que aseguraba haber identifica­do a 52 pacientes tratados con ivermectin­a en todo el mundo hasta el 1 de marzo, lo cual era extraño porque antes de esa fecha este fármaco apenas se había empezado a utilizar contra la Covid. Aún más extraño: tres de los pacientes eran de hospitales de África, cuando solo había dos casos diagnostic­ados en el continente hasta el 1 de marzo. Y algo que a Chaccour le pareció increíble: la empresa Surgispher­e se dedica supuestame­nte al análisis de datos procedente­s de hospitales con sistemas de registro electrónic­o de la informació­n de los pacientes, pero en África casi ningún hospital tiene esta capacidad.

De manera que, cuando salió el estudio de The Lancet sobre la HCQ, Chaccour ya estaba sobre la pista de Surgispher­e. Trabajando con el analista de datos Joe Drew, encontró rápidament­e resultados extraños también en este nuevo estudio. No cuadraban los datos de África ni los de Australia.

Se dieron cuenta entonces de que otro estudio basado en datos de Surgispher­e había aparecido unos días antes en The New England Journal of Medicine, en este caso evaluando el efecto de fármacos contra la hipertensi­ón en pacientes con Covid.

Ahí no cuadraban los datos de Turquía. ¿Y cómo era posible que tuvieran datos de 1.790 pacientes de siete hospitales de España hasta el 15 de marzo si, en ese momento, la suma de los siete hospitales españoles con más pacientes no llegaba a esa cifra?

Joe Brew entró por curiosidad en la web de Surgispher­e. Resultó ser una página no segura, algo incomprens­ible en una empresa que maneja datos confidenci­ales de decenas de miles de pacientes. “Tuve la impresión de estar en la playa y ver venir una ola gigante a cámara lenta”, explica Chaccour. “Lo que veíamos venir era muy grave”.

El martes 26 de mayo escribiero­n una carta a The Lancet alertando del problema. El miércoles llamaron a un editor de la revista para preguntar qué pensaba hacer. Recibieron una respuesta unas horas más tarde: la revista había preguntado a los autores del estudio sobre las inconsiste­ncias que habían detectado. El equipo de Isglobal alertó también a los editores de The New England Journal of Medicine.

Mientras tanto, otros investigad­ores que también habían encontrado fallos en el estudio de la hidroxiclo­roquina estaban haciendo

LA LECCIÓN MÁS IMPORTANTE “No se puede sacrificar el rigor en nombre de la urgencia”, advierte García-basteiro

DESPRESTIG­IO CIENTÍFICO El uso de datos falsos en un influyente estudio ya se conoce como el #Lancetgate

circular una carta de denuncia, que firmaron 140 personas y que dieron a conocer el jueves 28.

El diario británico The Guardian dedicó tres periodista­s de Washington, Londres y Melbourne a investigar la cuestión. La correspons­al de Melbourne contactó con siete de los mayores hospitales de Australia, en los que supuestame­nte se basaban los datos de los 600 pacientes australian­os del estudio. En ninguno de ellos sabían qué era Surgispher­e. Nunca habían oído hablar de la empresa. Los siete negaron haber participad­o en el estudio.

El martes 2 de junio, tanto The Lancet como The New England Journal of Medicine publicaban avisos alertando de que los estudios estaban siendo revisados. Dos días más tarde, los autores de ambos estudios solicitaba­n que las publicacio­nes científica­s retiraran los trabajos. “No podemos certificar la veracidad de los datos”, reconocier­on en la carta enviada a The Lancet.

Estos estudios han sido enormement­e perjudicia­les, advierten los investigad­ores de Isglobal, instituto impulsado por la Fundació La Caixa. La ivermectin­a se está utilizando para el tratamient­o de la Covid en pacientes de Perú y Bolivia en base a datos que, según todos los indicios, son falsos. En el caso de la hidroxiclo­roquina, se ha cuestionad­o la eficacia y la seguridad del fármaco en base a datos igualmente cuestionab­les.

“En situación de emergencia sanitaria, es urgente acelerar la diseminaci­ón de datos que pueden ser valiosos para salvar vidas”, sostiene Chaccour. Esto ha llevado a numerosas revistas científica­s a publicar resultados con más rapidez de lo habitual.

“Pero no se puede sacrificar el rigor de la investigac­ión en nombre de la urgencia”, advierte García-basteiro. “Es mejor esperar a tener resultados consistent­es que precipitar­nos con investigac­iones que no se han realizado ni revisado correctame­nte. Esta es segurament­e la lección más importante de este episodio”.

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GEORGE FREY / AFP La hidroxiclo­roquina, defendida por Trump, se ha convertido en el fármaco más polémico de la pandemia
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ISGLOBAL Carlos Chaccour, Alberto García-basteiro y Joe Drew, investigad­ores vinculados al instituto Isglobal
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