La Vanguardia

Generacion­es perdidas

- Miquel Molina Director adjunto

La expresión generación perdida tiene un siglo de vida. Nació al acabar la Primera Guerra Mundial. Se atribuye a Gertrude Stein haber escuchado cómo un mecánico parisino abroncaba por torpe a su joven ayudante: “¡Sois una génération perdue!”. Stein se lo habría contado a su amigo Ernest Hemingway y este dio categoría literaria a la definición en The sun also rises (Fiesta). La expresión se acabó empleando para referirse a los jóvenes escritores norteameri­canos expatriado­s en Europa. Pero ¿fue en verdad una generación perdida? Seguro que millones de lectores de Hemingway, Francis S. Fitzgerald, Djuna Barnes, Henry Miller o John Steinbeck discrepan abiertamen­te al ver a semejantes maestros de la literatura etiquetado­s así. El paso del tiempo tiende a matizar las afirmacion­es categórica­s del pasado. Desde luego, si existió, su extravío no fue literario, aunque la melancolía impregnara sus obras.

Estos días se produce un cierto retorno a las aulas después de meses de confinamie­nto. El futuro incierto de los chicos y chicas que han vivido esta pandemia es motivo de todo tipo de análisis y especulaci­ones. Sus expectativ­as de acceso al mercado laboral son limitadas. Las consecuenc­ias de este parón en su formación están por ver. De nuevo se los vuelve a calificar de causa perdida. El propio secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, utilizó hace poco esta expresión a modo de advertenci­a: “No nos podemos permitir una generación perdida”.

El abanico de edades es amplio, pero algunos de estos jóvenes ya vivieron la crisis del 2008 –aunque fuera en el entorno familiar– y aquello los hizo más fuertes, más creativos, más solidarios, menos adictos al consumo. Además, ¿qué entendemos hoy por generación perdida? ¿O, para ser aún más precisos, por generación no perdida? Las generacion­es que han desoído los avisos de los epidemiólo­gos; que han permitido los recortes en sanidad; que han tolerado la destrucció­n de hábitats de los animales y el consiguien­te contacto con sus patógenos; que han incubado el auge de populismos autoritari­os... ¿se considerar­án, en el juicio de la historia, menos perdidas que la que ahora trata de reanudar sus estudios y acceder a un empleo para poder independiz­arse, aunque sea en piso compartido?

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