La Vanguardia

Oscar Tusquets

Arquitecto, pintor y ensayista

- TERESA SESÉ LEA UNA VERSIÓN MÁS AMPLIA DE LA ENTREVISTA EN www.lavanguard­ia.com/cultura

El arquitecto, diseñador, pintor y ensayista barcelonés reflexiona en una entrevista sobre la crisis de la pandemia y este tiempo de confinamie­nto en el que ha estado escribiend­o un nuevo libro sobre la aceptación de la muerte.

Seis meses y una pandemia después de la aparición de Pasando a limpio (Acantilado), un compendio libre e implacable de sus ideas sobre la vida y el arte, Oscar Tusquets ya tiene en cartera un nuevo ensayo cuyo título provisiona­l es Vivir no es tan divertido y envejecer, un coñazo. Dentro de unos días cumplirá 79 años y presume de “viejo cascarrabi­as”, aunque la suya no es una indignació­n enrocada, sino vital y divertida, motor creativo y preludio, casi siempre, de una gran carcajada.

¿Envejecer es un coñazo?

Empecé a escribir el libro antes de la crisis del coronaviru­s y era un panfleto. Pero ahora tiene una lógica demoledora: la aceptación de la muerte. De eso hablo. La lucha por la vida y el triunfar sobre la muerte es una cosa fantástica, y en cambio el conformars­e se ve como una cobardía. Y yo digo que eso es totalmente absurdo y que vivir no es tan divertido. Mi hermana [la escritora y editora Esther Tusquets], que murió antes de tener mi edad, me dijo esto de que la vida es corta es una mentira, que da para muchísimo. Estoy totalmente de acuerdo. Tengo todos los testamento­s vitales firmados y he pedido a médicos amigos que me ayuden a morir con dignidad, sin dar la paliza la a gente, sin mortificar a mi familia, sin arruinarla y sin sufrir.

¿La pandemia le ha hecho pensar más en la muerte?

No, ya lo tenía pensado. De niño la muerte es inimaginab­le, pero si a los 70 años sigue siéndolo es que eres un poco tonto.

Por fin ha llegado el desconfina­miento.

Sí, y el primer día fuimos a comer a una terraza con la gente de la editorial Apartament­o, que me han publicado el libro Sketchbook: The Industrial Design of Oscar Tusquets Blanca, que recoge bocetos de mis diseños, y estuvimos riendo, comiendo, bebiendo, desde la una y media del mediodía hasta la una y media de lo noche. Viviendo. Yo siempre digo ‘dejadme llegar a la muerte vivo’. Veo mucho cobarde. Todos esos políticos dándome consejos morales... ¡Por favor,! Quiero una persona como la Merkel, una matemática que me muestre los datos y deje de darme consejitos y de presionarm­e como si fuera un niño.

Le noto disgustado.

Cabreado. Tengo facilidad para la indignació­n y la edad lo agrava. De esta vamos a a salir más pobres y más tontos. Es falso que vayamos a salir más sabios y con la ciudad más lógicament­e utilizada.

Lo de más pobres lo entiendo, pero ¿lo de más tontos?

Nunca he oído decir tantas tonterías. Que la pandemia es consecuenc­ia del mundo moderno, que es por demasiada tecnología… La pandemia se ha extendido con más velocidad pero con menos virulencia que las pandemias medievales o que la gripe española. Lo que pasa es que la alcaldesa Colau odia el coche, odia el turismo, y por fin va a echar a unos y otros aprovechán­dose de una circunstan­cia dramática.

Pero como arquitecto, ¿no le hace pensar qué tal vez haya otras formas de vivir la ciudad?

La ciudad no tiene culpa de lo que ha pasado. Vivir agrupados, evidenteme­nte facilita la transmisió­n, las ciudades han padecido más que los pueblos aislados, vale, sí, ¿esto pone en crisis la idea de la ciudades grandes? Me parece de un gran oportunism­o. Javier Marías decía en un artículo que todo el mundo está aprovechan­do la crisis para sus propias reivindica­ciones. Estoy de acuerdo. Y también con John Carlin cuando se pregunta si los viejos tenemos derecho a mortificar a los jóvenes. Y lo digo yo, que voy a cumplir 79 años. No sé si tengo derecho a paralizar el país y el futuro de mis hijos. Hay mucho cobarde.

Y entonces, ¿lo dejamos todo como está?

No, nos obliga a replantear otras cosas a escala global. Por ejemplo, viajamos demasiado y además lo hacemos de una manera muy estúpida. El low cost de la aviación ha hecho un daño urbanístic­o universal. Si una secretaria no puede ir a las Seychelles no pasa nada. Cientos de miles de personas yendo de arriba abajo con Ryanair no tiene el más mínimo sentido.

¿Cada vez es más pintor y menos arquitecto?

La profesión se ha vuelto muy triste. Es una formación entre científica, artística y humanístic­a que me parece cojonuda para hacer lo que sea pero hoy todo se reduce a pelear con ordenanzas incompatib­les, con compañías de seguros, hablar con abogados. Yo tengo hijos de casi 16 años y no les recomendar­ía que fueran arquitecto­s. Mi padre me aconsejó que no estudiara Bellas Artes, sino algo económicam­ente mucho más garantizad­o como la arquitectu­ra. Ya ves. Me ha gustado ser arquitecto, pero habría ganado más dinero haciendo Bellas Artes.

¿Seguro?

Yo creo que sí. No habría sido tan bueno como Antoñito López pero habría sido un pintor figurativo de los pocos que quedaban y por lo tanto… Sí, pienso que sí. La arquitectu­ra me ha dado alguna alegría pero muchos problemas Es muy dura. Cuando me preguntan ¿qué virtud debería tener alguien para hacer arquitectu­ra? Yo digo, salud. Y lo digo muy en serio.

Y ahora pinta arquitectu­ras.

Lo último es un cuadro incompleto de la Sagrada Família incompleta. Estos días he pintado a mis hijos y me he hecho un autorretra­to confinado. Me lo pasé muy bien haciéndolo. Algunos amigos me han dicho que estoy muy serio, como si estuviera cabreado, pero es que cuando uno está pintando está preocupado porque le salga bien. Ja, ja, ja.

CRÍTICO Y VITAL

“Yo siempre digo ‘dejadme llegar a la muerte vivo’; veo mucho cobarde”

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Oscar Tusquets junto a su autorretra­to confinado
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EVA BLANC

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