La Vanguardia

Licencia para discrimina­r

Desde 1969 ningún policía británico ha sido condenado por la muerte de un ciudadano que se hallase bajo su custodia

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

Los habitantes de Bristol –una ciudad con elevado número de estudiante­s universita­rios– derribaron ayer la estatua de Edward Colston y se pusieron a bailar en torno a ella como hicieron los de Bagdad con la de Sadam Husein tras la invasión norteameri­cana de Irak. Colston no es un personaje universalm­ente conocido, sino un mercader de la Compañía Real Africana que en el siglo XVII tuvo el monopolio en Inglaterra del tráfico de esclavos, y a quien las autoridade­s locales decidieron dedicar un monumento.

El colonialis­mo y el genocidio de las poblacione­s nativas no son los pilares de la construcci­ón de este país, como lo son de Estados Unidos. Pero sí contribuye­ron a su enriquecim­iento y prosperida­d, y al desarrollo de su imperio. La estatua de bronce de Colston, un filántropo que fundó numerosas organizaci­ones caritativa­s que todavía existen, fue erigida en 1895, y era para la población negra británica un recuerdo permanente de los 85.000 hombres, mujeres y niños que la empresa para la que tratencia bajaba transportó como esclavos. Una petición con once mil firmas para retirarla había sido olímpicame­nte ignorada.

Una investigac­ión realizada en 1999 tras la muerte seis años antes del adolescent­e Stephen Lawrence a manos de un grupo de blancos denunció la existencia de un “racismo institucio­nalizado” en Scotland Yard. Veintiún años después las cosas no han cambiado demasiado. En el Reino Unido los negros son parados en la calle por la policía nueve veces más que los blancos, y constituye­n un 3% de la población de los habitantes del país pero un 12% de la población penitencia­ria.

Los abusos policiales están a la orden del día, pero la última vez que un agente fue condenado con éxito por la muerte de alguien que estaba bajo su custodia fue en 1969, cuando los Beatles todavía no se habían separado. Fue después del fallecimie­nto en Leeds de David Oluwale, un sintecho nacido en Nigeria, a quien las propias fuerzas del orden llevaban tiempo presionand­o para que se fuera de la ciudad. Durante el juicio, los cargos de homicidio fueron reducidos a asalto, y los responsabl­es de su muerte recibieron una sende solo tres años en prisión.

Medio siglo más tarde, ningún otro policía ha sido condenado por la muerte de un ciudadano a su cargo, a pesar de que Jimmy Mubenga perdió la vida en un avión en Heathrow mientras estaba a cargo de tres agentes de inmigració­n, de que Rashan Charles falleció en Hackney (un barrio del East End de Londres) tras tragarse, bajo custodia, un paquete que contenía cafeína y paracetamo­l, y que la misma suerte y en circunstan­cias parecidas, en Newham, no muy lejos de allí, corrió Edson da Costa. La lista es larga: Cherry Groce, Sheku Bayoh, Brian Douglas, Sarah Reed, Sean Rigg, Leon Briggs, Joy Gardner, Olaseni Lewis, Christophe­r Alder... Los encausados siempre han sido declarados inocentes. El brazo armado del Estado disfruta en la práctica de impunidad para hacer lo que le venga en gana. Tiene el monopolio de la violencia. Licencia para matar. En los últimos treinta años, 1.741 ciudadanos del Reino Unido han muerto a manos de la policía, y nadie ha tenido que dar cuentas de ello. De las 74 personas que desde 1990 han perdido la vida por disparos efectuados por las fuerzas del orden, veinte pertenecía­n a minorías étnicas. En el 2015, Sheko Bayoh falleció en un hospital escocés con una costilla rota, magulladur­as en todo el cuerpo y el efecto de gases lacrimógen­os. Uno de los agentes que participó en su detención fue acusado posteriorm­ente de racista por su propio cuñado.

Pero no se trata solo de brutalidad policial sino, como indicó aquel informe de 1999 archivado en un cajón, de racismo institucio­nalizado a todos los niveles de la sociedad británica. Un 43% de los negros y asiáticos son pasados por alto por sus jefes a la hora de un ascenso o una subida de sueldo, según un estudio reciente. Los miembros de las minorías (8,5 millones de personas) tienen tres veces más posibilida­des que un blanco de ser expulsados de una discoteca o bar, o de que se les niegue la entrada a un restaurant­e. Un 38% ha sido alguna vez acusado indebidame­nte de robar en una tienda. Un 53% es tratado de manera diferente por su pelo, su ropa o su aspecto. Licencia también para discrimina­r.

Más de un tercio de los miembros de minorías étnicas ha sido acusado alguna vez sin razón de robar en las tiendas

Derribada en Bristol la estatua de Edward Colston, nombre asociado al monopolio esclavista del siglo XVII

 ?? ANA JIMÉNEZ ?? Manifestac­ión en Barcelona. La capital catalana se sumó a otras ciudades europeas en las que se salió a la calle para protestar contra el racismo y la violencia policial contra las minorías; en la imagen, concentrad­os en la plaza de Sant Jaume
ANA JIMÉNEZ Manifestac­ión en Barcelona. La capital catalana se sumó a otras ciudades europeas en las que se salió a la calle para protestar contra el racismo y la violencia policial contra las minorías; en la imagen, concentrad­os en la plaza de Sant Jaume

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