La Vanguardia

Un círculo virtuoso

El sistema editorial catalán, con capacidad de internacio­nalización creciente, tiene una memoria que preservar y una pericia que es la base de una industria cultural esencial

- Jordi Amat

Está funcionand­o la alianza informal entre el Llull y editoriale­s que publican libros de calidad

El origen es lo telúrico. Te posesionan la potencia lírica y la polifonía majestuosa: la máquina literaria consigue humanizar la naturaleza e hiperhuman­izar a los hombres. Partimos de esa excelencia. Pero la excelencia de la novela ha confluido con la madurez de un sistema literario pequeño pero robusto. Y eso ha facilitado el cambio de escala. Con Canto jo i la muntanya balla se está produciend­o uno de los fenómenos más interesant­es de la cultura catalana reciente: el grueso del sistema de una literatura escrita en lengua minoritari­a ha hecho posible el despliegue de un éxito que cruza fronteras a gran velocidad.

Este artículo empieza con Irene Solà, pero no es un artículo sobre su novela, sino sobre una industria y un modelo de internacio­nalización exitoso gracias, en parte, a la cooperació­n de lo público con lo privado. Su caso concreto demuestra cómo el apoyo competente de un tejido empresaria­l, asociativo e institucio­nal puede coadyuvar en la difusión de un prestigio a varios niveles y así generar negocio. Porque la edición, con todos los agentes implicados, es industria. Y en Barcelona de esta industria tenemos know how, y esa pericia, nutrida en un patrimonio poco cuidado, hay que saber ponerla en valor para reforzar así un círculo virtuoso.

¿Qué ha pasado desde la distribuci­ón de Canto jo i la muntanya balla hace quince meses (la lluvia de tuits y la recepción en los digitales y la respuesta de la crítica) hasta el éxito de ventas y la multiplica­ción de traduccion­es? Miremos más allá del sistema catalán.

Un factor inicial, que afecta al impacto hispánico de la novela (¡cuatro ediciones en castellano!), está relacionad­o con la potencia de una marca. Pero Anagrama, que es importante, no es la explicació­n única, porque Canto yo y la montaña baila no es una excepción. Contamos ya con otros ejemplos que revelan un cambio de escenario con respecto a la considerac­ión de otras literatura­s hispánicas por parte del sistema editorial español. La industria lo hace con naturalida­d. La prueba es que buenas novelas de otras narradoras se están traduciend­o al castellano en editoriale­s potentes cuya sede es barcelones­a y con proyección en toda España. Y son títulos avalados antes por sellos de calidad en catalán, una tendencia que, sin planificac­ión, está consolidan­do un perfil muy atractivo: narradoras jóvenes que también son poetas, casi siempre con una formación académica de primer nivel y que exploran mundos muy originales.

Dicha conexión con el sistema literario hispánico es una realidad que no se había producido nunca hasta ahora. O casi nunca. Y quizá nunca como ahora, como se ha visto con la novela de Solà, se ha evidenciad­o un cambio trascenden­te que se había ido incubando dentro del sistema editorial catalán. Es la mejor demostraci­ón de la madurez de esta industria. Porque si tradiciona­lmente se había considerad­o que el sistema editorial español actuaría como puente para que la literatura catalana pudiera cruzar los Pirineos, ahora se ha constado que ya no es necesario. No ha sido trabajo de un día. Con persistenc­ia, editores, agentes y scouts –informador­es de novedades a clientes extranjero­s– han trabajado años, pero ahora tienen a favor un actor que está multiplica­ndo el rendimient­o de aquel esfuerzo: el Institut Ramon Llull.

El Llull es una estructura institucio­nal dedicada a la expansión cultural catalana. Tenían razón quienes hace años se pusieron manos a la obra, y en el 2007 se supo capitaliza­r que la catalana fuera la literatura invitada a la Feria de Frankfurt. Finalmente ha sido ahora, ahora que trabaja en el Llull un potente equipo con experienci­a editorial previa, cuando se ha demostrado cómo pueden recogerse frutos sembrados por varios actores: está funcionand­o la alianza informal, tan efectiva cuando es cooperativ­a, entre el Llull y editoriale­s que publican libros de calidad y con capacidad de sintonizar con lectores de todas partes. Es una alianza que tiene concrecion­es diversas, pero vale la pena destacar dos: el trabajo en las ferias internacio­nales y la misión de agentes y editores que se organiza cada año coincidien­do con la Setmana del Llibre en Català.

El reto, ahora que ha pasado, sería aprender los porqués del caso Solà para poder replicarlo tantas veces como sea posible en el futuro. Hacerlo en beneficio de la densificac­ión de nuestra cultura.

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