Del plato en la mesa a llenar la nevera
Más de 300 personas sin recursos de los barrios de Ponent de Tarragona, de algunas de las zonas más pobres de la ciudad, comían cada día en el comedor social de Bonavista hace apenas tres meses. Estalló la emergencia sanitaria, y el comedor, abierto en plena crisis económica (2012), tuvo que cerrar sus puertas. “Vimos que era inviable, que estaba masificado, y tuvimos que reaccionar muy rápido”, explica Raquel Quílez, gerente de la asociación Joventut i Vida.
A toda prisa se reorganizaron para repartir la comida que tenían en neveras y congeladores para garantizar así que aquellas 327 personas tendrían comida durante los primeros quince días de confinamiento. También cocinaban a diario para familias con niños que se llevaban la comida a casa.
Lo consiguieron, como casi todo lo que se han propuesto en la última década, con la ayuda de una red increíble de voluntarios. Aunque los fogones de la cocina se pararon, momentáneamente, empezaron a sumar esfuerzos para seguir dando de comer a las mismas familias y a otras que con la crisis sanitaria se han quedado sin trabajo ni recursos. “Vemos a muchas caras nuevas, a personas que no conocíamos y que confiamos en que puedan recuperarse pronto”, explica Raquel.
La comida que antes se cocinaba ahora se reparte en lotes, de lunes a domingo, sin apenas descanso, desde la misma asociación, con el comedor convertido en almacén y enorme despensa. Todas las personas llegan derivadas desde los servicios sociales. Antes de la emergencia y ahora.
De la veintena de voluntarios han pasado a solo media docena en el comedor, in situ, para minimizar el riesgo de contagio. Ni se han detenido ni piensan resignarse. La cocina, profesionalizada, acostumbrada a enormes retos (empezaron sirviendo en el 2012 a solo medio centenar de comensales), prepara todas las comidas y cenas de las personas sin hogar que han encontrado una nueva casa en el albergue provisional del Serrallo, en dependencias municipales gestionadas por la Cruz Roja. Han servido ya más de 10.000 menús en el pabellón.
Para recuperar en tiempos de pandemia la esencia del comedor, ubicado en un antiguo restaurante (Los Gemelos), ya tienen un plan. “Tenemos que ser muy ágiles”, insiste Quílez. Ya trabajan para poder cocinar toda la comida, como hacían
El comedor social de Bonavista se reinventa para seguir cocinando y dar alimento a 300 familias y a los sintecho
antes de la Covid-19, y entregarla a las familias para que se la coman en casa. El objetivo es alimentar así a 500 personas cada día.
Casi 2.000 personas han podido llenar hasta ahora su nevera gracias a esta entidad de barrio, guerrera, empujada por voluntarios y donaciones, que cuenta con el apoyo de las instituciones públicas. Ya trabajan para reactivar uno de sus últimos proyectos (Cuidando de tí) para ayudar a personas mayores que viven aisladas y que con la pandemia se han quedado todavía más solas. El objetivo es poder convertirse en su nueva familia.