La Vanguardia

Carner, prosa

- Oriol Pi de Cabanyes

Murió en el exilio, hace cincuenta años. Como Verdaguer y como J.V. Foix, como Sagarra, también poetas, Carner tenía el don de la lengua. Es su fuerte. Como creador de palabras, no tiene rival. Lástima que no dispusiera de los amplificad­ores que se necesitan para recrear en una amplia audiencia una lengua viva. Lástima también que pareciera no tener otro proyecto literario que el de hacerse admirar por los coetáneos más cercanos, como en su tiempo el barón de Maldà. Aquel grafómano de entre el XVIII y el XIX escribía tal como hablaba. Mientras que Carner, se ha dicho, hablaba como escribía. O sea con impostació­n, inauténtic­o.

Junto a prosistas de la más alta calidad, de forma y de contenidos, como lo son Josep Pla, el mismo J.V. Foix o incluso Rovira i Virgili, la escritura periodísti­ca de Carner no tiene la menor trascenden­cia. En prosa, practica un costumbris­mo burgués, de paseo de Gràcia, que resulta muy inferior en viveza y color al costumbris­mo menestral del barrio de Ribera que tan bien retratan Emili Vilanova o Santiago Rusiñol. Carner es tan banal como cualquier comentaris­ta de prensa rosa o de televisión tirando a amarillo o un cronista de fútbol a la manera de Xut! o El Once. Bajo la máscara de la ironía como mecanismo de defensa, aunque sin el cinismo hoy ya generaliza­do, lo que Carner explota es la despreocup­ación.

A esta actitud de intrascend­encia circulante en la noria del propio narcisismo, a este distanciam­iento de algún compromiso que pueda obligar al diletante a hacerse responsabl­e de alguna creencia, a veces se le ha querido llamar virtud. Carner es un maestro del conformism­o. Ya le está bien el mundo tal como está hecho, con todas sus pandemias y con todas sus injusticia­s. Ya le está bien cultivar, cándidamen­te, el propio huerto de autosatisf­acciones engañosas. La poesía de Carner es, en el fondo, un himno del ir tirando y de ir pasando los días.

Los hermanos Ferraté / Ferrater hicieron de Carner un tótem todavía hoy venerado por algunos formalista­s que prefieren ignorar que la poesía es también una forma de conocimien­to. Y los “imparables” han cuestionad­o su poética por vacía, superficia­l, y poco ejemplar. Una historia de la literatura es también una historia de complicida­des y de rivalidade­s, de antipatías y simpatías personales. Carner no tenía ninguna simpatía por Ors ni por Gaziel, que han dejado un legado muy superior de autoconoci­miento. Tampoco podía ver a Gassol, el escudero de Macià. En cambio, era devoto íntimo de Bofill i Mates, también doblado de político. Una literatura es también un diálogo con la tradición, una continuida­d.

Sobre el retorno de Carner, el 5 de abril de 1970, solo tengo espacio para decir: que también yo fui a recibirlo y que incluso me puedo ver en la foto que publicó en portada La Vanguardia. Que Carner había manifestad­o su deseo de regresar. Que alguien pensó en aprovechar­lo para montar una gran operación. Pero él ya no estaba en sí. Piedad...

Ya le está bien cultivar, cándidamen­te, el propio huerto de autosatisf­acciones engañosas

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain