Juego de las 7 maravillas (5)
El arte antiguo y la música popular en la época del rock
Con esta quinta entrega finalizo de momento el juego intemporal de las siete maravillas, pues el desconfinamiento ha reanimado la cartelera cultural y ya no está prohibido ver exposiciones.
Arte antiguo. A menudo he reivindicado el valor del arte no occidental: el de Nigeria, Congo, Nueva Guinea, Indonesia y Australia, el arte egipcio faraónico, el precolombino (México, Perú, Alaska) y el asiático, de Mesopotamia, India, Tíbet, China y Japón. Sin embargo, en el momento de escoger sólo siete nombres, me inclino por la pintura holandesa e italiana (pensé también en Giotto y en la escultura de Bernini), aunque también por el arte japonés. En orden cronológico:
El conjunto de 1.001 estatuas hinduistas y budistas del templo Sanjusanjendo, realizadas por Tankei y otros escultores, siglo XIII, Kioto. Una instalación contra el Mal en mayúsculas.
Leonardo da Vinci: La Virgen de las rocas, c. 1483-1486 (la versión del Louvre, Paris), y La dama del armiño, 1489-1490, Museo Nacional de Cracovia.
Hieronymus Bosch (El Bosco): El jardín de las delicias, c.1505, El Prado, Madrid.
El conjunto de los jardines zen de Kioto, especialmente Ginkakuji (El Pabellón de Plata) y Ryoanji (siglos XV y XVI), más el sendero sintoísta de Fushimi Inari.
Velázquez: El papa Inocencio X, c.1650, Palazzo Doria-pamphili, Roma.
Vermeer: La joven de la perla, c.1660, y Vista de Delft, c.1660-1661, Mauritshuis, La Haya.
Rembrandt: el conjunto de sus autorretratos, especialmente Autorretrato con dos círculos, c.1665-1669, Kenwood House, Londres.
Contexto rock. Creo que quienes hemos vivido en esta época deberíamos ser más conscientes de la inmensa suerte que hemos tenido, al menos en un ámbito: el musical. Una suerte y un privilegio compartidos, pues por fin la música ha podido ser grabada, difundida y escuchada por millones de personas y no sólo por reducidas élites. Podemos escuchar músicas compuestas hace siglos, o canciones de amor de esas que ya muy pocos músicos en activo (una excepción es Nick Cave) saben hacer, como Where or when y otras espléndidamente cantadas por Bryan Ferry. Y creo que desde el nacimiento del rock la música popular ha vivido su mejor época, completada por las nuevas olas brasileña y francobelga, con maravillas de João Gilberto y de Françoise Hardy, entre otros.
Las generaciones actuales hemos tenido la posibilidad de bailar canciones polirrítmicas, eufóricas y libérrimas como The great curve de Talking Heads, Sex machine de James Brown, Sympathy for the Devil de los Stones, L.A. woman de The Doors, Could you be loved de Bob Marley o True faith de New Order, y de escuchar canciones tan felices como Duncan de Paul Simon, Whatevershebringswesing de Kevin Ayers, Oh my love de John Lennon, Sketch for summer de The Durutti Column o Maryan de Robert Wyatt, tan intensas como Cortez the killer de Neil Young, Decades de Joy Division, M de The Cure, Swordfishtrombones de Tom Waits o There, there de Radiohead, y tan lúcidas y necesarias como Everybody knows de Leonard Cohen, y eso no es poca cosa. Estas canciones y otras han sido y son como fragmentos de paraíso encontrados en un mundo que a veces parecía y parece un purgatorio terrenal (mito no mencionado por los profetas).
Sería mejor una lista de cien, pero ahí van siete propuestas insoslayables, en las que no incluyo una obra maestra de Robert Wyatt que ya seleccioné como música contemporánea. Aviso para musicólogos clásicos: en el contexto del rock las mejores contribuciones se encuentran en los timbres, en las texturas y en los ritmos secundarios. Nada se va a entender desde una mentalidad académica y partitúrica.
The Beatles, especialmente desde Rubber soul (1965) hasta Abbey Road y canciones como Strawberry fields forever, Tomorrow never knows (¡la batería de Ringo!) o If I needed someone. Por separado, los álbumes All things must pass (Harrison), Imagine (Lennon) y Ram
(Mccartney).
The Velvet Underground: The Velvet Underground & Nico (1967) y 1969 (¡las guitarras, con Sterling Morrison, en What goes on!), y por separado John Cale (Paris 1919), Lou Reed (Transformer )y Nico (Desertshore).
King Crimson, especialmente los álbumes In the court of the Crimson King (1969), Islands, Larks’ tongues in aspic y Red.
David Bowie: canciones como The man who sold the world (1970), Life on Mars?, Queen Bitch (con Mick Ronson), Hallo Spaceboy con Pet Shop Boys) y Letter to Hermione.
Brian Eno: Another green world, 1975. Talking Heads: Remain in light (con Brian Eno, 1980) y Stop Making Sense (en concierto, 1984).
Portishead: We carry on y Magic Doors, del álbum Third (2008).
Intentaré recuperar este juego algún día, para explorar otros ámbitos. Por ejemplo, la obra más sublime que he visto en un escenario es Para los niños de ayer, de hoy y de mañana, de Pina Bausch y Tanztheater Wuppertal (TNC, Barcelona, 2004).
Al escoger solo siete nombres, me inclino por la pintura holandesa e italiana, aunque también por el arte japonés