La separación del Mono
El segundo de Simeone rompe el binomio más longevo de los banquillos españoles
Germán Mono Burgos hizo llorar a más de un aficionado colchonero la semana pasada al colgar un vídeo en las redes sociales para anunciar su desvinculación del Atlético la próxima temporada para emprender su carrera como primer entrenador. Está a la espera de ofertas para elegir destino.
Burgos no hace más que seguir los pasos de tantos otros, si bien por su edad, 51 años, un poco más tarde de lo habitual. Hay múltiples ejemplos. Por citar alguno de los casos más famosos, Zidane estuvo en el Madrid un año como segundo de Carlo Ancelotti (la temporada 2013-2014) antes de iniciar su aventura en solitario en el Castilla. José Mourinho fue el segundo en el Barcelona de Bobby Robson el curso 1996-97. Este mismo año, Mikel Arteta ha dejado de ser el primer ayudante de Guardiola en el Manchester City para entrenar al Arsenal.
La decisión de Burgos era un secreto a voces que a nadie ha sorprendido en el club rojiblanco, y menos al propio Diego Simeone, para Burgos más un amigo que un colega de profesión.
En su emotiva despedida, Burgos quiso destacar dos momentos: “Me quedo con el abrazo con el Cholo cuando ganamos la Liga (2013-14) y el último que nos dimos en Anfield. Nos debemos el tercero, cuando salgamos campeones de la Champions. Hay objetivos por cumplir y el sueño es ganar la Champions. Y yo soy un perseguidor de sueños”.
Para entender la importancia del Mono Burgos en el imaginario colectivo del Atlético hay que remontarse a muchos años atrás, a los dos añitos en el infierno, cuando el club militaba en Segunda. En el verano del 2002 el club publicitaba su regreso a Primera y lo hacía con un anuncio en el que se veía la Gran Vía madrileña desierta, al amanecer. De pronto, el plano se centraba en una tapa de alcantarilla que se levantaba y por allí emergía un joven y melenudo Mono Burgos, que decía: “Ya estamos aquí”.
El arraigo de Burgos entre los colchoneros no le viene por ser uno de sus jugadores legendarios. No podría estar en el paseo de leyendas del Metropolitano porque no ha cumplido los preceptivos 100 partidos. Militó en el club solo tres temporadas, del 2001 al 2004 y jugó 76 partidos.
La ascendencia de Burgos entre la parroquia rojiblanca le viene más que por su contribución bajo los palos por aspectos de su trayectoria vital: su carácter, su imagen como cantante de rock y episodios azarosos de su vida, como la superación de un cáncer de riñón en el 2003.
Cuando en el mes de diciembre del 2011 Simeone tomó los mandos del Atlético y eligió como segundo al Mono Burgos el Cholo sabía lo que hacía. Fue una condición sine qua non. Burgos ya había sido su segundo desde el verano de ese 2011 en el Racing de Avellaneda.
La pareja, de la que no puede disociarse el preparador físico (el uruguayo profe Ortega), iba a constituirse en la marca inconfundible del mejor Atlético de este siglo. En una durísima competencia con el Barcelona de Messi y el Madrid de Cristiano Ronaldo, el Atlético iba a ganar en estos nueve años una Liga, una Copa, dos Europa League y dos Supercopas de Europa.
El Atlético ha abandonado su tradicional complejo de inferioridad (ya no es El Pupas) y se ha refundado: ha construido uno de los estadios más modernos de Europa y ha llegado a los 129.000 socios.
A partir de la próxima temporada el club rojiblanco deberá seguir sin Burgos. Para el Mono no es un adiós. Así lo definió en su despedida: “Esto es un hasta luego, no un adiós, el fútbol dirá si nos volvemos a ver, que sigan luchando, no claudiquen, persigan sus sueños, no estamos viviendo épocas agradables, pero no claudiquen, sigan luchando, peleen por la vida, nos vemos en el fútbol”. Germán, el Mono, Burgos, sangre colchonera nacida en Mar del Plata.
UNA PAREJA DE ÉXITO Simeone y Germán Burgos han ganado en estos nueve años una liga, una Copa y dos Europa League