La Vanguardia

“Nuestra mala leche viene de la guerra, de los traumas de familia”

Tengo 63 años. Soy de Barcelona (de los 10 a los 40 años viví en Canadá). Escribo ensayos de biopolític­a y estudio el trauma transgener­acional causado por la violencia política. Estoy casada, sin hijos. ¿Política? Mezclo anarquismo y feminismo. ¿Creencias

- Víctor-m. Amela

Que le sorprendió más al regresar de Canadá a España? La mala leche: ¡cómo se grita por nada! Se lía gorda si otro aparca el coche donde uno iba a aparcarlo... ¿Y no pasa eso en Canadá?

En Canadá no pasa casi nada nunca.

Algún conflicto habrá...

Hay secesionis­tas en Quebec..., pero entre todos hablan con calma: nadie se sobreexcit­a.

Ja, ja, igualito que aquí, igualito...

Porque aquí la Guerra Civil no ha terminado.

Sí, hace 81 años, dos meses y una semana.

La llevamos por dentro: tu inconscien­te ha heredado el trauma de tus padres y abuelos.

¿Qué trauma?

El de la violencia política padecida en el pasado. Un trauma soterrado... que aflora en ti.

¿Soterrado?

Sí, cada familia se calló lo suyo. No se habló. Muertos en fosas sin nombre, crímenes, torturas, humillacio­nes... ¡Ssht, de eso no se habla! Los abuelos callaron. Y sus hijos, por no hacer sufrir a sus padres..., también callaron.

Es verdad, es verdad.

Un amigo me contó que, de niño, acompañaba a su padre en su trabajo en su camioneta. Al tomar cierta curva, paraba siempre. Bajaba el padre, y decía: “Espera aquí, ya vuelvo”.

¿Adónde iba el padre?

A punto de morir su padre, con 92 años, osó preguntarl­e. “Es que ahí está mi padre”, explicó. Los nietos heredamos silencios... y de ahí brotan emociones: rabia, vergüenza, ¡miedo! Intuimos algo ominoso, pero ¿qué?

Me identifico con eso.

Soy nieta del Holocausto, por parte de madre. Y nieta de la Guerra Civil, por parte de padre.

Pues la veo bastante bien.

Ja, ja, ojalá: he acusado miedos... Veía de niña las muecas raras de mi madre... veía su gesto de cremallera en los labios cuando yo le preguntaba sobre su padre, mi abuelo materno.

¿Y por qué hacía eso?

Ella descubrió de adulta que su padre... era judío. Nacido en Viena, se casó en Madrid. Desde 1940, familiares suyos morían gaseados por los nazis. Y él calló... e hizo algo más.

¿Qué hizo?

Desde su despacho de Madrid, sin decir palabra, falsificab­a pasaportes para sacar por España a judíos europeos hacia Portugal y Estados Unidos. Murió en 1953... sin contarlo.

Y... ¿le incomodó saberse hija de judío?

Es que fue criada en el nacionalca­tolicismo.

Ah, ya.

Luego, ya con mi padre, ella fue comunista: se exiliaron en 1964. Y si mi abuelo materno calló..., ¡el paterno, igual!: republican­o católico, los suyos le encarcelar­on durante la guerra. Luego pasaría la vida callado y escribiend­o poesía. Y su hijo, el que sería mi padre...

José María Valverde: filósofo, crítico...

Lloraba cuando contaba cómo huyó a pie por el Pirineo con diez añitos y con su hermanito, para pasar a Irun... Me impactaba eso, pues una niña no quiere ver sufrir a su padre.

¿Qué ha heredado de esos traumas?

Si veo un grupo de gente con banderas, ¡me pongo muy mala! ¡Siento miedo! Igual con las cruces. Miedo, hijo del trauma sin duelo.

¿Explica esto la vida española de hoy?

Aquí se dice mucho eso de “es lo que hay”... Y lo de “ten cuidado”, y “no te signifique­s”. Y lo de “no es para tanto”, y “no pasa nada”... Y lo de “¡esto es así porque lo digo yo!” Ah, y también lo de “le hubiera dicho...”.

Sí, a posteriori: “le hubiera dicho...”.

¡Pues díselo! Pero venimos, claro, de los que dejaron morir a Franco en su camita... ¡Huérfanito­s emocionale­s, eso somos!

Hemos exhumado a Franco, ¡eh!

Ya, y a todos los demás... ¡que les zurzan! El trauma no ha sido curado, sigue por dentro.

¿Y con qué consecuenc­ias?

En chicos, toxicomaní­as y autolesion­es: tu inconscien­te sabe que tu ancestro sufrió..., ¿y tú, qué? ¡Y te dañas! En chicas, anorexia: ellas visibiliza­n algo enfermo en esa familia.

Por no orear nuestros traumas familiares... ¿puede sucedernos todo eso?

Y victimismo. Y necesidad de tener un enemigo. Y polarizaci­ón. Y ansia de venganza. Y nacionalis­mo... Nuestra actual polarizaci­ón política... viene de ahí: hoy retorna lo reprimido..., ¡y el país se llena de banderas!

Y confrontad­as.

A los de Vox les aflora ¡con mucha rabia! Y a los de la estelada les consuela de humillacio­nes y miedos agruparse bajo una bandera de ruptura contra un enemigo: “Madrid”.

Y si resulta que algún abuelo nuestro delató o mató a otro... ¿Qué hacer?

Eso nos victimiza igual: ¡hay que hablarlo! Sucede que el miedo a que nos juzgue el entorno... nos enmudece, aún. ¡Basta ya de eso!

Pues dígale al lector qué puede hacer.

Habla, habla con tus familiares. Si uno calla, prueba otro. Si no sabe, con otro. Y con otro. ¿En qué batalla estuvo? ¿Qué le pasó? ¿Hay cartas? ¿Fotos? Y cada silencio nos habla...

Exhumar todas las historias, todas, mediante palabras, ¿no?

Y compártela­s, y así completará­s el duelo pendiente. ¡Hay que honrar cada fosa! Nos toca a los nietos cumplir el duelo que nuestros padres y abuelos no pudieron hacer.

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LLIBERT TEIXIDÓ

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