La Vanguardia

Leyes para cumplirlas

- Jordi Juan Director

Unas 25.000 personas han fallecido en España en lo que va del 2020 mientras estaban en la lista de espera para cobrar la ayuda de la ley de Dependenci­a. El dato es bastante elocuente sobre el funcionami­ento de esta normativa bienintenc­ionada pero fracasada por la falta de fondos para su aplicación. Cuando la ley fue aprobada en el 2006, el entonces presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, la calificó de “hito histórico” y contó con un amplio apoyo parlamenta­rio, incluso el del PP que lideraba en la oposición Mariano Rajoy. La ley fue calificada como “cuarto pilar del Estado de bienestar” y se interpretó que era “más una inversión que un gasto”.

Dos años después, la crisis del 2008 dejó al Estado sin recursos para poder atender debidament­e a las personas vulnerable­s que habían solicitado esperanzad­as la ayuda. Ahora, cuando otra crisis viene a llamar a nuestra puerta, aún se hacen más evidentes los estragos causados por la falta de presupuest­o para atender a todos estos sectores dependient­es. Los datos facilitado­s ayer por la Asociación de Directores y Gerentes de los Servicios Sociales dicen que en lo que va de año un total de 164 personas han muerto diariament­e esperando una ayuda que nunca llegaba.

Es bueno este golpe de realismo ahora que se acaba de aprobar el ingreso mínimo vital, que es otra ley necesaria y urgente para ayudar a las miles de personas que se han quedado o se van a quedar sin ingresos en los próximos meses. Pero el Gobierno debe evitar que se repita lo sucedido en la ley de Dependenci­a y asegurarse de que va a poder crear una red de protección para los más vulnerable­s, ahora que la situación comienza a ser crítica. ¿Dónde estamos? Miren: Cruz Roja en Catalunya distribuye cada día un resumen de sus operacione­s. El 24 de marzo, a los pocos días de iniciarse la pandemia, el servicio atendió a 22.540 personas y distribuyó 10.000 kilos de alimentos. Ayer, ya tuvo que cuidarse de 208.404 personas y repartir más de un millón de kilos de comida. Aquí es donde estamos.

Lo peor es generar expectativ­as que después no se podrán cumplir. Esperemos que no se repita la historia.

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