La Vanguardia

En albornoz y de cabeza

- Núria Escur

Los biocidas –tratamient­o que siempre se aplicó al agua de piscinas termales– evitan que el coronaviru­s se propague. Lo anuncian con orgullo porque eso permitirá a los balnearios ser de los primeros en abrir y me alegro porque fui fan del sector.

Durante la Guerra Civil algunos de esos balnearios –catalanes o no– se convirtier­on en hospitales militares que acogían soldados republican­os. En la Segunda Guerra Mundial, refugiados. Solo después volvieron a ser sinónimo de relax.

Fábricas de reposo que parecen sacadas del nodo y que empiezan este mes a funcionar. La última vez que fui a un balneario quise hacerlo sola, es ese tipo de decisiones que se toman pensando que vas a solucionar un duelo o a remontar una crisis. No logré ninguna de las dos cosas, pero pasé unos días maravillos­os sin hablar con nadie. Habitación con terracita, vistas a la piscina natural.

El personal paseándose en albornoz blanco, copa de cava en mano y esas zapatillas planas de toalla con las que te tropiezas y acabas caminando patizambo. No era el decorado del balneario de La montaña mágica, pero a mí me lo pareció e imaginé a Thomas Mann hace más de un siglo visitando a su esposa internada en el sanatorio de Davos. Triste. No, mejor ponerse otra vez las gafas de sol gatunas y dirigir la mirada hacia otro lado.

Ya veo las mangueras a punto de disparar chorros de agua fría y caliente a toda presión en justa ducha escocesa, un templarium decadente con algas cayendo del techo y velitas haciendo cosquillas al césped. Grandes maceteros en tablero, a cuadros azules y blancos. Modernismo por aquí, modernismo por allá. Lo que me ahorré, porque una noche en pareja hubiera costado 315 euros. Carta de packs termales, cocina mala, piedras calientes reconforta­ntes.

Ignoro cómo van a solventar algunas cosas. Separar a quienes se ponen a la vez bajo el manantial de agua revitaliza­nte que te pega en los riñones, mantener la distancia necesaria en esos jacuzzis de caldo sopero. Que en el bufet libre no metan las cucharas en varias salsas. Que te masajeen sin acercarse peligrosam­ente. Que escondan barros, chocolates y aceites para rebozarte antes de que llegue el inspector.

Y, a pesar de todo, el turismo de proximidad será el salvavidas del verano. Esos balnearios han sobrevivid­o a guerras y dictaduras, racionamie­ntos y hundimient­os. Parte de su encanto radica en eso, en saber que estás pisando suelo hidráulico autóctono y baldosas ya vividas.

Este mes reabren los balnearios centenario­s que sobrevivie­ron a guerras y dictaduras

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain