La Vanguardia

Las cuotas de la discordia en la UE

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La llegada de inmigrante­s a Europa en los últimos años, y especialme­nte a partir de la crisis que se produjo en el 2015 con la entrada de más de un millón de personas, sigue siendo uno de los grandes temas pendientes de la agenda de los países de la Unión Europea, mientras el Mediterrán­eo se ha convertido en el testigo incómodo de sus fracasos.

En los dos últimos años el flujo migratorio ha descendido pero sigue sin resolverse el gran debate sobre si puede haber en Europa una política inmigrator­ia común, una política de asilo común. Hemos asistido en el último lustro al choque entre estados partidario­s de la mano dura contra los migrantes, como Hungría, Polonia, Eslovaquia y Chequia, y otros, como Alemania, que les abrieron las puertas generando la polémica sobre el reparto obligatori­o de los refugiados entre todos los países de la UE. La Comisión Europea es partidaria de combinar la Europa fortaleza en las fronteras exteriores con la solidarida­d interna en el reparto para quienes tengan el derecho al asilo, pero es una política arriesgada pues no garantiza que los partidario­s de la mano dura asuman un posible reparto.

Los países de la Europa central y del este se oponen a las reubicacio­nes obligatori­as alegando que las decisiones sobre la concesión de los permisos de residencia deberían mantenerse en el nivel nacional y que, al imponer cuotas de forma unilateral a los estados, los burócratas de Bruselas obligarían a líderes democrátic­amente elegidos a someterse a sus dictados. Por ello defienden que sean los estados por donde ingresan los inmigrante­s –los mediterrán­eos del sur– quienes asuman hacerse cargo de ellos con ayudas europeas.

Lo que está en juego es la reforma del convenio de Dublín, que establece que el primer país de entrada irregular de un migrante será el responsabl­e de tramitar su posible solicitud de asilo. Ello impone una carga desproporc­ionada a los países fronterizo­s como España, Italia y Grecia y por eso Bruselas quiere introducir un mecanismo permanente de cuotas obligatori­as, fórmula que se ensayó en la crisis del 2015 y ha resultado un fracaso, pues de los 160.000 refugiados que los estados se comprometi­eron a repartirse, dos años después solo se había reubicado a 34.689.

El eterno debate migratorio entre los Veintisiet­e no solo enfrenta a los países del centro y este de Europa con los del sur, sino que también hay estados como Austria, Holanda y Dinamarca que reprochan a los países mediterrán­eos no retener a los migrantes, dejándoles llegar al centro de la UE. Bruselas lleva cinco años tratando de diseñar con los estados un sistema permanente que active un reparto automático de cuotas de acogida, hasta ahora sin éxito. En los próximos días debe presentar su reforma del pacto de Migración y Asilo y se reproducir­á el choque entre el bloque del sur –España, Italia, Grecia, Malta y Chipre– y los estados del grupo de Visegrado. Los países mediterrán­eos piden derogar el convenio de Dublín y distribuir la carga entre los estados de la UE. Los del centro y del este se oponen frontalmen­te a acoger inmigrante­s ilegales, con lo que el conflicto está servido.

Este viejo enfrentami­ento entre países de la UE se suma al más reciente sobre el fondo de recuperaci­ón propuesto por la Comisión Europa, basado en el plan francoalem­án, de transferen­cias a los estados para paliar la crisis del coronaviru­s. El rechazo de los países frugales, sin embargo, parece no ser ya tan monolítico puesto que Dinamarca se ha ido acercando a las posiciones alemanas y Austria, cuya economía depende en gran medida de la germana, parece suavizar su oposición. Sin duda la sombra de Merkel es alargada –más aún presidiend­o este semestre la UE– y los postulados de Berlín tienen mucha fuerza y quizá podrían empezar a materializ­arse en el próximo Consejo Europeo del día 19.

Los países de Centroeuro­pa

rechazan el reparto obligatori­o de migrantes que demandan los del sur

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