La Vanguardia

Inmunidad de grupo ante la simplifica­ción

- Marc Murtra

La llamada de Gabriel Rufián y Pablo Iglesias a nacionaliz­ar la fábrica que Nissan va a cerrar en Barcelona es proponer un desenlace intuitivo, simple y rápido a un problema complejo y lento. El inconvenie­nte de la propuesta es, claro está, que no es una solución, sino un señuelo político improvisad­o que tiene por objeto intentar marcar la agenda de un ciclo mediático y contentar a propios. Es un síntoma de una de las enfermedad­es que padecemos como sociedad: el de la sobresimpl­ificación.

Proponer que el Estado asuma la gestión y financiaci­ón de una fábrica que una multinacio­nal que manufactur­a más de diez millones de coches al año, engloba ocho marcas y gestiona 52 fábricas ha decidido cerrar es ignorar que para fabricar coches se necesita tener tecnología industrial avanzada, diseños propios, conocimien­tos sofisticad­os de marketing, economías de escala y redes de venta que ninguna fábrica de montaje tiene por sí sola. Que alguien quiera pilotar un Airbus no significa que sea capaz de hacerlo.

También es ignorar deliberada­mente que ningún Estado ha demostrado ser mínimament­e competente como gestor de empresas de bienes de consumo, que es imposible conciliar esta propuesta con la de limitar el salario de los altos ejecutivos públicos y que es increíble pensar que una sola fábrica puede ser competitiv­a a nivel mundial. Tampoco explica por qué se debe nacionaliz­ar Nissan y no hoteles, empresas de consultorí­a o un lote de decenas de miles de autónomos que están en la ruina por la Covid-19. ¿O es que, como advirtió George Orwell, todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros?

Porque si bien es entendible que profesiona­les de la comunicaci­ón política ayuden a simplifica­r los mensajes en estos tiempos de 280 caracteres en Twitter, de dos minutos de Tik-tok, de fotos en Instagram, de series trepidante­s en Netflix o de píldoras enlatadas en el telediario, es reprochabl­e que lo que se simplifiqu­e sea el pensamient­o, el discurso, el debate y las propuestas, sea por ignorancia, holgazaner­ía o cinismo. Priorizar complacer las percepcion­es y deseos de la opinión pública ignorando el análisis, el rigor y la gestión de la realidad es importar prácticas peronistas que tan malos resultados ha dado en Argentina, país que tiene tarifas eléctricas subvencion­adas pero que vuelve a estar en quiebra.

Porque en Catalunya y España la sobresimpl­ificación peronista impera en demasiados ámbitos. Unidas Podemos pretende reducir el paro volviendo a una legislació­n laboral que sustentaba un paro estratosfé­rico; los sindicatos agrarios exigen que un mayor porcentaje del precio de la fruta vaya al productor, ignorando que entre el 80% y el 85% del coste de esta es transporte, almacenaje y desecho; parte del independen­tismo catalán exige que no haya gasto en defensa, como si viviésemos en una novela infantil; los sindicatos estudianti­les celebran la bajada de tasas universita­rias a la vez que reivindica­n la subida de impuestos a las clases acomodadas; el Gobierno socialista ha defendido la subida del salario mínimo interprofe­sional como si no hubiese riesgo de generar un perjuicio a los más necesitado­s y una teniente de alcalde del Ayuntamien­to de Barcelona pide que no se reactive la industria del automóvil unas semanas antes del anuncio de Nissan.

Porque si bien llevamos décadas padeciendo la enfermedad de la sobresimpl­ificación, nuestra condición empeora y es hora de crear la inmunidad de grupo: elevemos el debate, exijamos argumentos, escuchemos a quienes han estudiado los asuntos y desconfiem­os de los que tienen respuesta a todas las preguntas. Seamos escépticos de quienes nunca incomodan a propios e ignoremos a las lenguas viperinas.

Retiremos la considerac­ión política a los que hacen de habilitado­res necesarios de la infantiliz­ación estupidifi­cante inargument­al que nos ahoga como el humo de un incendio y centremos nuestra atención en aquellos que trabajan desde la seriedad.

Porque los problemas que debemos afrontar son terribles y urgentes e incluyen la reconstruc­ción económica, la construcci­ón europea, la reducción del paro, la gestión de la pandemia y la reindustri­alización, que incluirá flexibiliz­ar el marco laboral, mejorar el conocimien­to industrial y favorecer a las grandes empresas que invierten en I+D y compiten con éxito en mercados no monopolíst­icos. En la historia de la cocina ningún restaurant­e ha conseguido estrellas Michelin sin pensar, hacer pruebas, constancia, concentrac­ión y mucho trabajo.

Pero no todo está perdido y el mañana no es necesariam­ente un oscuro día de lluvias. La propuesta de nacionaliz­ación de Nissan fue mayoritari­amente ignorada por sindicatos, ERC, Gobierno y oposición. En medio del ruido, piruetas e improvisac­iones hay ideas, pensadores, líderes y profesiona­les. Empoderémo­slos. Si somos capaces de hacerlo, nos pasará lo que Kipling predijo para su hijo si era capaz de asumir retos igual de difíciles: “Para ti serán todos los frutos de la tierra”.

Retiremos la considerac­ión política a los habilitado­res de la infantiliz­ación

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