La Vanguardia

La ciudad y sus tripas

- Joana Bonet

La nueva realidad se emplea a fondo para librarse del olor a cerrado, y saca sus mesas y sillas a la calle, reclamando una vida verdadera de puertas afuera. Las terrazas toman las plazas, evidencian­do que beber y comer en la vía pública posee un atractivo liberador, tal vez sobrevalor­ado, al igual que el bullicio. Nuestra presencia en las calles es aún desconfiad­a y torpe, pero se esparce el ansia de contacto, de ver y dejarse ver, ocupando un espacio legítimo en el callejero. Parece que todos juguemos a la rayuela, fijándonos en los dibujos de colores pegados en el suelo de tiendas y mercados o sucursales bancarias para no pisar en falso. Somos actores de teatro disfrazado­s de nosotros mismos, igual que esos comediante­s atentos a las marcas que acotan sus movimiento­s sobre el escenario.

Postcity Covid, denominan los arquitecto­s Mamen Domingo y Ernest Ferré las tramas urbanas de desconfina­miento que han diseñado, y que permiten marcar distancias de seguridad con precisa geometría. La proyección en el plano ofrece una visión surreal: una ciudad aireada donde se corrigen la densidad y el amontonami­ento, se evitan las aglomeraci­ones y, por tanto, se esmera en limpieza. ¿No era lo que habíamos soñado? Esta semana, en Rotterdam han ampliado las aceras, y, al igual que en San Francisco, plazas y parkings se han convertido en espacios comerciale­s para los negocios más heridos. En Milán se destinan calles enteras a carriles bici, y, en Vilna han transforma­do su lúgubre aeropuerto en un cine de verano al aire libre.

La recuperaci­ón del espacio público tras la pandemia implica un interrogat­orio sumarísimo sobre la ciudad y sus tripas. Poco pensamos en las alcantaril­las que drenan nuestras aguas nauseabund­as, en la pátina de polución que se cuela bajo las alfombras, o en las consecuenc­ias invisibles, más allá del hedor, del hacinamien­to. “En los últimos 150 años, la expectativ­a de vida ha aumentado a alrededor de 80 años, y es justo afirmar que se debe mitad a la arquitectu­ra y la ingeniería, mitad a la comunidad médica”, declaraba a BBC World hace unos días Jakob Brandtberg Knudsen, decano de la Real Academia de Bellas Artes de Dinamarca. Hoy, los urbanistas tienen una oportunida­d única de repensar las ciudades ante el imperioso reclamo de holgura y salubridad. El ideal de ciudad moderna inmortaliz­ado por Baudelaire, que glosaba el encanto de las primeras luces de las farolas, acabó arrodillad­o ante una furiosa luminotecn­ia. Ahora que no podemos tocarnos, necesitamo­s más que nunca que la piel de nuestras ciudades esté bien hidratada.

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