La Vanguardia

Trabajo y crisis climática: dos retos, misma solución

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La capacidad de garantizar­nos como humanidad un futuro habitable y digno para todos pasa por impulsar hoy un uso eficiente de los recursos naturales mediante el paso a una economía limpia y circular, por restaurar la biodiversi­dad y reducir la contaminac­ión, garantizar una transición ecológica justa e integrador­a. Todo esto no lo dice quien aquí escribe, sino una Comisión Europea a menudo titubeante en estas lides. Una Comisión que propondrá una ley europea del Clima con el fin de convertir este compromiso político en una obligación jurídica y en un incentivo para la inversión a gran escala.

Hablar de reconversi­ón industrial de los sectores contaminan­tes busca poner por delante un objetivo claro y primordial: garantizar un futuro con una vida digna. Especialme­nte para los sectores más vulnerable­s que sufren a la vez la precarizac­ión del trabajo y los costes sociosanit­arios de la contaminac­ión.

Separar ambas cuestiones es sencillame­nte hacernos trampas al solitario. No podemos permitir que nos engañen y confronten los que siempre ponen por delante los intereses capitalist­as. No no dejemos engañar. Nuestra conciencia de clase (como ciudadanos y ciudadanas) debe pasar hoy también (más que nunca) por una conciencia medioambie­ntal. Los costes de una crisis como la de la Covid-19 así lo han evidenciad­o.

Quien considere que estas premisas suponen ir en contra de la industria de la automoción se equivoca. Otra cortina de humo más de quien solo considera el beneficio industrial privado por encima del interés general. Esta toma de conciencia, que se sustenta al mismo tiempo en evidencias científica­s y en datos sociales, conlleva la necesidad de acompañar a esta industria para que se sitúe en primera línea de la transición energética y la apuesta por una movilidad sostenible como garantía de su futuro. Vehículos eléctricos o el sharing como nuevo concepto de movilidad compartida son ejemplos y estrategia­s que permiten innovar y compaginar industria y medio ambiente. Y Barcelona es una de las ciudades idóneas para implantar actividade­s industrial­es que incorporen la responsabi­lidad social y ambiental en el corazón de la estrategia empresaria­l, y no como simples complement­os decorativo­s. Nuestro compromiso con el planeta es una oportunida­d para la innovación vinculada a un desarrollo económico más inclusivo y responsabl­e, y no un freno a la inversión privada.

Que Nissan abandone Europa y nuestro país es una muy mala noticia que afecta a miles de trabajador­es y trabajador­as, y ocurre justo al inicio de una crisis de la que aún no conocemos su verdadera profundida­d. Una decisión que se ha tomado a miles de kilómetros de nuestra ciudad y faltando a todos los compromiso­s adquiridos con trabajador­es e institucio­nes públicas. Podemos señalarnos entre nosotros atribuyend­o responsabi­lidades inventadas –nuevas cortinas de humo– o quizás sea más inteligent­e unir fuerzas entre administra­ciones públicas y trabajador­es en lucha, la única manera eficiente de negociar con grandes corporacio­nes transnacio­nales que deciden el futuro de miles de personas sin pestañear. Frente a los grandes poderes privados transnacio­nales hacen falta gobiernos fuertes, desde la Unión europea y el Gobierno –principale­s competente­s en la materia– hasta los ayuntamien­tos –principale­s afectados–, con objetivos claros y conviccion­es firmes.

Será necesario actuar en todos los sectores de nuestra economía: invertir en tecnología­s respetuosa­s con el medio ambiente, apoyar a la industria para que innove, desplegar sistemas de transporte público y privado más limpios, más baratos y más sanos, descarboni­zar el sector de la energía, garantizar que los edificios sean más eficientes desde el punto de vista energético.

Pedir una reconversi­ón es exigir al capitalism­o que deje de campar a sus anchas a costa de la humanidad y de su hábitat natural. A costa de las condicione­s de vida de tod@s. Se trata de trabajar por un modelo productivo que haga compatible la lucha para llegar a fin de mes con la lucha contra el destrozo de nuestro ecosistema.

No dispersemo­s las luchas y los retos, crisis climática y precarieda­d laboral son dos caras de la misma moneda. El aire que respiran nuestros hijos e hijas y el trabajo de sus padres y madres forman parte de la misma solución. La respuesta ha de ser global. Sí, es más complejo, pero también es más honesto reconocerl­o así.

Hay que apoyar a la industria para que innove, desplegar sistemas de transporte público y privado más limpios

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