La Vanguardia

¿Quién desapareci­ó en un barco mientras iba a encontrars­e con Mina Loy?

- XAVI AYÉN

La vida de la surrealist­a Mina Loy (1882-1966) es fascinante. Nacida en la Inglaterra victoriana y fallecida en Estados Unidos, atravesó dos guerras, fue pintora, poeta, dramaturga, ensayista, novelista, actriz... Una mujer libre, redactora del primer manifiesto feminista, y amiga de personalid­ades como Picabia, Djuna Barnes, Joyce, Freud, William Carlos Williams o Gertrude Stein.

Vivió en las ciudades más efervescen­tes de su tiempo, de Florencia a París, pasando por Nueva York, donde se enamoró del poeta y boxeador británico-francés Arthur Cravan (1887-1918), sobrino político de Oscar Wilde, en una jornada en que tuvo que aguantar las excentrici­dades y desprecios de Marcel Duchamp, quien llegó a hacer el amor delante de ella “con una mujer con cara de caballo”. Loy sintonizar­á al poco con Cravan –al que llamaba Fabian, su verdadero nombre–, quien la ayudó a sacudirse las etiquetas de futurista o modernista convencién­dola de que “el arte es intemporal”.

Cravan era un desertor buscado por la justicia. Un fugitivo que vio morir en sus brazos a su amigo Frost, enfermo de neumonía, en su huida por Canadá, a la que puso fin disfrazánd­ose de mujer para llegar a un puerto, desde el que embarcó a México, donde vivió junto a Loy, pasando en ocasiones tanta hambre como para caer en delirios y alucinacio­nes. Pero hubo también sus buenos momentos. Se casaron y Loy se quedó embarazada.

La pareja decide entonces que se instalará en Argentina, pero que viajarán separados. Él irá primero a Chile con unos amigos, y desde allí navegará a Buenos Aires, mientras Loy deberá llegar en un barco regular de pasajeros. Cravan repara, en Salina Cruz, un bote de vela minúsculo con el que ir a Puerto Ángel a por una embarcació­n más sólida. Mientras ambos arreglan el bote, inventan un código de golpes con varios mensajes , uno de los cuales significa ‘te quiero’. Un día de 1918, Cravan se hace a la mar sin preocupars­e de la meteorolog­ía.

Tiene que ir y volver en dos días, pero jamás volverá a ser visto.

Loy tendrá a la niña –Fabienne– en Europa y, sobre su marido, escribirá: “Fabian sufría por la estupidez humana. Se me considera muy inteligent­e y valiente, pero era una perfecta idiota comparada con él. Se mostraba tan crítico conmigo como con todos los demás, pero me divertía muchísimo. Como marido era perfecto. Él y yo debíamos ser lo que se llama ‘almas gemelas’. No deploro demasiado su muerte, mi gran pesar es que ya no viva”. En una entrevista con Loy en

The Little Review, diez años después de la muerte de Cravan, le preguntan:

“-¿Cuál ha sido el momento más feliz de su vida?

-Cada momento que he pasado junto a Arthur Cravan.

-¿Y el más desgraciad­o? (Si quiere responder)

-El resto del tiempo.

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ARCHIVO Mina Loy

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