La Vanguardia

Tormenta perfecta (de cerebros)

- Fernando Ónega

Resulta que hay una España que piensa. Esta semana incluso ha sido más noticia que la España que embiste. De pronto se ha producido una explosión de pensadores. Algunos, en defensa de sus intereses. Otros, por voluntad desinteres­ada de arrimar el hombro. Y los terceros, por encargo del Gobierno, que debe de andar falto de ideas y salió al mercado. Lo que no se debate en el Parlamento se debate en sesiones de pensamient­o. Este país vive en la tormenta perfecta: la tormenta perfecta de cerebros.

El primer espectácul­o insólito ha sido ver reunidos a 130 propietari­os y ejecutivos de grandes empresas. Los convocó quien los podía convocar, que es el patrón de patrones Antonio Garamendi. La idea es ambiciosa: que los creadores de empleo propongan a los poderes públicos cómo salir de la recesión histórica que no hizo más que empezar. Ignoro si existen muchas experienci­as en el mundo, pero en nuestro país y en este momento tiene un morbo especial: saber cómo un Gobierno que llaman socialcomu­nista recibirá los diagnóstic­os de los grandes y poderosos representa­ntes del capitalism­o nacional. Si Sánchez e Iglesias asumen sus diagnóstic­os y soluciones –aunque solo sea la mitad, porque la otra mitad es petición de ayudas, gran deporte de la España de la Covid–, el abrazo de Vergara se quedará pequeño a su lado.

Después tenemos la España que piensa y firma manifiesto­s, que vuelven a estar en su edad de oro. No es que aporte soluciones, pero reúne a nombres que nunca faltan en situacione­s de crisis, como Almodóvar, Sabina, Serrat, y reclaman entendimie­nto político. No creo que ningún gobernante los asuma, quizá ni siquiera los lea, pero contribuye­n a crear en la sociedad una cultura de diálogo, pacto y trabajo en común. Su éxito es desconocid­o, porque los llamados a dialogar no están por la labor, pero el empeño merece, como dicen los políticos, valoración positiva.

Y por último, Nadia Calviño puso a pensar a un grupo de expertos en economía porque la situación lo requiere, y Pedro Sánchez incrementó el número de asesores a sueldo con un centenar de sabios –parece que hay un centenar de sabios en España– a quienes encargó de forma gratuita el diseño de la España del futuro. Me parece una novedad fascinante, aunque tiene precedente­s en campañas electorale­s el PSOE: se encarga a un numeroso grupo de personas de ideologías distintas y hasta contradict­orias que elaboren un proyecto de país.

Como la experienci­a salga bien, ya podemos jugar a la política ficción: habrá surgido un nuevo método de confección de programas e incluso de formas de gobernar. En consecuenc­ia, ya no tendrán mucho sentido los partidos políticos, que se pueden quedar como puras máquinas electorale­s. Los parlamento­s se quedarán en simples cámaras de validación de las propuestas de los comités de expertos. Y los gobiernos no tendrán por qué emanar de las urnas: bastará con selecciona­r –naturalmen­te, en el mercado de talentos– a buenos ejecutores de las directrice­s de los sabios. ¿No están hablando los politólogo­s de crisis de representa­tividad? Pues a lo mejor esta es la solución.

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DANI DUCH / ARCHIVO Pedro Almodóvar
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