La Vanguardia

¿Racismo o ignorancia?

- Jordi Évole

Soy racista, mucho, pero si fueras blanco te habría pegado igual de fuerte o más”. La frase es de un policía, mosso d’esquadra. La grabó Wubi, un joven de 21 años al que los agentes llamaron “negro de mierda”, “hijo de la gran puta” o “eres un mono”. Lo publicó La

Directa esta semana.

Tengo entendido que para llegar a ser mosso d’esquadra tienes que superar duras pruebas de selección. Tanto de conocimien­tos como físicas y psíquicas. ¿Qué tuvo que fallar para que al cuerpo se le colasen semejantes energúmeno­s? En los hechos participar­on seis agentes de los Mossos d’esquadra que ahora son investigad­os por un juzgado de Manresa. Participab­an en un desahucio hasta que se toparon con Wubi, del que se burlaron y le lanzaron bolsas de basura mientras le empujaban y escupían. Así lo denuncia SOS Racisme, entidad que representa a la víctima.

No entiendo a los racistas. Perdonen que sea tan simple. Pero ¿qué les puede hacer pensar en pleno siglo XXI que alguien es superior por el color de la piel? ¿De qué cueva salen?

La semana pasada la gente de Casa Nostra, Casa Vostra, los que lograron sacar a las calles de Barcelona decenas de miles de personas bajo el lema “Volem acollir”, en la mayor manifestac­ión europea para reclamar la acogida de personas, me invitaron a una charla para hablar de fútbol y racismo. En ella participab­an dos futbolista­s. Uno se ha convertido en el abanderado de la lucha antirracis­ta en el futbol profesiona­l de nuestro país, Iñaki Williams, el delantero del Athletic Club. El otro ha pasado por clubs como el Matadepera, el Les Fonts o el Can Boada de Terrassa. Se llama Maybe Niang, es senegalés y no se gana la vida con el fútbol. Reconoce que, siendo de fuera, para hacerse un hueco en el equipo del pueblo siempre tenía que dar un plus; si no, le quitaba el sitio uno de aquí. “Mi plus era ser leñero, porque técnica no tenía mucha”, y nos regala una risa contagiosa. Empezó vendiendo CD y DVD por la calle, luego entró en una frutería, donde tenía contrato de media jornada aunque hacía 12 horas, y ahora trabaja en mantenimie­nto de una empresa. El fútbol le ayudó a encontrar amigos, a relacionar­se y de ahí le salieron algunos de sus trabajos. Aficionado­s rivales le quisieron insultar llamándole “negro”. Pero eso a él le motivaba. Como a Williams, que mantiene su promesa de abandonar el campo junto con sus compañeros si se repiten en la grada los gritos que imitan el sonido del mono cuando toca la pelota.

Niang prefiere no hablar de racismo. Él habla de ignorancia. Y recurre a una experienci­a con un compañero de equipo que le dijo: “Yo soy racista, odio ver a un negro vendiendo por la calle, pero tú me caes bien”. Niang remata: “El racismo es el desconocim­iento del otro. No querer acercarse”. El racista se ceba con los pobres. Como Niang, como Wubi. Porque el mosso muy racista de Manresa igual celebra con euforia los goles de Ansu Fati.

A Williams y a Niang les duele el asesinato de George Floyd, pero desean que ese mismo eco mediático lo tengan también otros hechos mucho menos publicitad­os pero igual de graves. “En Congo están muriendo miles de personas, muertes provocadas por gobiernos occidental­es que financian a fuerzas paramilita­res rebeldes, y de eso no se dice nada”. Como tampoco se habla ya de las muertes en el Mediterrán­eo.

El viñetista Eneko publicaba hace unos días dos dibujos en paralelo. En uno se veía al policía asesinando rodilla en cuello a George Floyd. En el otro se veía a un africano ahogándose en el Mediterrán­eo. Òscar Camps, el director de Open Arms, remataba la viñeta con este texto: acción deliberada (la del policía con Floyd), inacción deliberada (la de los gobiernos con las muertes del Mediterrán­eo).

Y todo esto, cuando se cumple el segundo aniversari­o de la llegada del Aquarius al puerto de València. ¿Se acuerdan? Yo tampoco.

El mosso muy racista de Manresa igual celebra con euforia los goles de Ansu Fati

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MARTÍN TOGNOLA
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