La Vanguardia

De monaguillo a ladrón

RENÉ ALPHONSE VAN DEN BERGUER, ERIK EL BELGA (1940-2010) Ladrón de arte

- SANTIAGO TARÍN

En la iglesia de la localidad belga de Braine le Comte, el monaguillo se quedaba absorto contemplan­do una imagen de San Cristóbal. El niño se apasionó así por el arte, aunque al final canalizó esta devoción por un camino tortuoso y se convirtió en el que se considera el mayor ladrón de arte del siglo XX. El chico se llamaba René Alphonse van den Berguer, aunque se le conoció más por su apodo, Erik el Belga. Murió ayer de un infarto en el hospital Clínico de Málaga a los 80 años.

Nació en la ciudad belga de Nivelles en 1940 y bien pronto fue conocido por la policía por sus robos. No hay consenso sobre cuántos llegó a perpetrar a lo largo de su carrera, pero quizás la mejor fuente fue él mismo. En una entrevista en La Vanguardia en agosto de 1995 contó que en España unos sesenta llevaban su firma. Pero donde más se afanó fue en Francia, donde cometió unos 350. En su narración también consta su máximo apogeo: en Luxemburgo, en dos noches, la banda que lideraba perpetró nueve expolios, cuyo botín almacenó en once naves industrial­es. La policía halló los depósitos y se libró con enorme desparpajo explicando que las piezas eran de un discreto y rico coleccioni­sta. Para redondear su cuento mostró una foto del supuesto propietari­o a los agentes: era Georges Pompidou, presidente de la república francesa. Le dejaron marchar.

Erik el Belga siempre dijo que fundamenta­lmente robaba por encargo, se hacía con obras que le pedían coleccioni­stas. Pero también se le atribuyero­n latrocinio­s que eran compras: curas de pueblos remotos vendían piezas de sus iglesias a chamariler­os para financiar sus parroquias, que a su vez él adquiría. Nunca empleó la violencia y era osado. Una vez robó un museo que estaba al lado de un cuartel de la Guardia Civil. Se ocultó en un lavabo, y cuando empezó el telediario de la noche salió, descolgó un cuadro y salió por la puerta mientras los agentes miraban la televisión.

En los años ochenta del pasado siglo su foto estaba en todas las unidades policiales de Europa. En esa entrevista citada relató que se hizo con un pasaporte falso para irse a México pero que vio que su situación era insostenib­le, así que tiró el documento al mar y decidió dejarse coger. Fue detenido en un restaurant­e de Castelldef­els el 28 de enero de 1982.

Pero no fue juzgado por todos sus robos. Algunos habían prescrito y llegó a un acuerdo con las autoridade­s por el cual devolvería el producto de sus expolios. Quedó libre y restituyó unas 1.500 piezas.

Era un delincuent­e de película, que fue anticuario, se enroló en la Legión francesa y se apasionó por el románico, que, decía, era la forma en que los hombres del medioevo hablaban con Dios. En 1988 se instaló en Málaga, en el barrio de Palo Alto. Tiene cinco hijas y dos hijos de mujeres diferentes y terminó ganándose la vida como experto que garantizab­a la originalid­ad de obras. De monaguillo a ladrón.

En dos noches, la banda que lideraba perpetró nueve robos, cuyo botín ocultó en once naves

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MANÉ ESPINOSA

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