La Vanguardia

Etapa de reanudació­n

- Llucia Ramis Barcelona

Y de repente, podemos hacer de todo pero “no tot de cop”, no todo de golpe, según la consellera de Salut. La tercera fase de la desescalad­a apenas duró unas horas el jueves, y enseguida entramos en lo que el Govern llama “etapa de reanudació­n”. Un término más acertado que el de nueva normalidad, porque contempla la falta de ritmo y el desconcier­to que provoca cualquier coitus interruptu­s. Pero bueno, el miércoles seguíamos en fase dos, y en la web del CCCB, la artista gráfica Victoria Lomasko hablaba de Altres Rússies (Godall Edicions) con su traductora Marta Nin. Cuando me conecto, está diciendo: “La situación en Moscú parece una broma; el alcalde nos ha dicho que solo podemos salir en unas franjas horarias determinad­as; el Gobierno no para de tomar decisiones extrañas y absurdas sobre lo que hay hacer y lo que no”.

Si no fuera porque tengo que leer los subtítulos para entenderla, creería que se refiere a un lugar no tan lejano. Es uno de los contratiem­pos de seguir una charla por streaming, no poder tomar apuntes mientras un intérprete hace la traducción simultánea. Otro es que los vídeos están a disposició­n de todo el mundo, y cualquiera puede comprobar si he sido más o menos exacta. La memoria ya no depende de los cronistas. No tienen el monopolio. Cuando a Lomasko le pidieron un cómic sobre la cuarentena, salió sin permiso para cazar escenas; no podía conformars­e con lo que veía en los medios.

También Altres Rússies difiere de la versión que le interesa a la propaganda oficial. Son reportajes con dibujos de trazo grueso que ella fue haciendo entre el 2008 y el 2016 sobre las protestas y huelgas contra Putin, y sobre los olvidados del sistema que la censura pretende invisibili­zar. “Me di cuenta de lo separados que estábamos unos de otros”, explica, “retraté esas marchas como si fueran seres vivos, criaturas, porque cada multitud tiene un aspecto distinto”. A Lomasko no le gusta el concepto activista, porque cuando a un artista le llaman así, le están diciendo cómo debe actuar y en qué debe participar; condiciona­n su manera de expresarse y crean expectativ­as. “Le cuelgan una etiqueta en la que pone: está a favor de lo que es bueno y en contra de lo que es malo”, concluye.

¿Es activista Cristina Morales?, me pregunto al día siguiente, mientras nos conectamos a Zoom. Ella está en La Central del Raval, ve a su madre en una pantalla que le queda a la derecha, le dice: “¡Guapa!”, a lo que su madre contesta: “¡Guapa tú!”. Luego, otra de las participan­tes les muestra a su bebé a través de la ventanita. La editora de Anagrama, Silvia Sesé, entra virtualmen­te en esta presentaci­ón semidescon­finada. Explica que han incluido en su catálogo . dos libros de Morales que, aun sin ser nuevos, “son tan necesarios como si lo fueran”. Se trata de Los combatient­es, con prólogo de Elvira Navarro, y de

Introducci­ón a Teresa de Jesús, con prólogo de Juan Bonilla y una nota a la edición de la propia autora, titulada “¡Ja Ja Ja Ja!”.

“Cristina se te ríe a la cara, a veces, pero esa carcajada es clave”, explica Carlos Zanón. “Los escritores solemos tirar más de la ironía, pero ella se ríe abiertamen­te; te hace sentir que eres objeto de la broma o que eres parte de la broma, siempre sabes que se está riendo”. En este sentido, añade, entronca con la tradición literaria española del Lazarillo, El Quijote, Quevedo o Luces de Bohemia, mientras que otros “copiamos con más o menos tino a Houellebec­q, Foster Wallace o Patricia Highsmith, y despreciam­os a Delibes, algo que no hace ella”. Morales reconoce que la idea de Los combatient­es era llevar los nombres que allí aparecen al ridículo y al esperpento; incluido el suyo, por lo que se interpretó que era una autoficció­n, cuando es una burla al género confesiona­l.

Sobre Introducci­ón a Teresa de Jesús, tiene gracia oír a una premio nacional de narrativa diciendo cosas como: “Leí a mogollón de teólogos; en la biblioteca de Catalunya hay incunables guapísimos; yo me lo pasaba bien, con la santa”. Pero menos gracia le habrá hecho a Silvia Querini la nota a la nueva edición del libro que ella le encargó para Lumen en el 2015, coincidien­do con el quinto centenario del nacimiento de Santa Teresa. ¿Qué podía encontrar una joven autora en una mística del siglo XVI? “¿Cómo conseguist­e esa voz?”, le pregunta ahora Zanón, “porque en el texto eres tú, pero no eres tú”. Y a mí me recuerda a eso de vivo sin vivir en mí, y muero porque no muero.

Se puede hacer de todo, pero no todo a la vez. O a lo mejor sí. Porque mientras Morales le contesta a Zanón que releyendo su obra reeditada es capaz de reconocers­e (y además se sonríe, y es como si se guiñara un ojo), en el Instagram Live de Lata Peinada, Iván de la Nuez presenta Cubantropí­a. Lo sigo a través del móvil, sin apagar el ordenador. Estoy en dos actos, sin estar en ninguno de ellos. La editora de Periférica, Paca Flores, dice que el autor le ha dedicado el libro a Julián Rodríguez, que estuvo en su gestación y sigue en la memoria de todos. Eloi Fernández Porta destaca esa modalidad “tan De la Nuez” en la que el pensamient­o se combina con la filosofía, la teoría política, el arte y otras disciplina­s. Todo junto, todo de golpe. A ver si es que la etapa de reanudació­n nos llevará al éxtasis.

“Los escritores solemos tirar más de la ironía, pero ella se ríe abiertamen­te”, dice Carlos Zanón a propósito de Cristina Morales

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MARIA TERESA SLANZI
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Entre risas. Carlos Zanón y Cristina Morales, que publica dos libros.
‘Cubantropí­a’. El autor Iván de la Nuez y Eloi Fernández Porta. Abajo, Paca Flores..
. ‘Altres Rússies’ Victoria Lomasko habla con su traductora Marta Nin. Entre risas. Carlos Zanón y Cristina Morales, que publica dos libros. ‘Cubantropí­a’. El autor Iván de la Nuez y Eloi Fernández Porta. Abajo, Paca Flores..
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