La Vanguardia

Nadie recibirá al primer turista

- Màrius Carol

Barcelona recibirá su primer turista post-covid mañana día 21, cuando, una vez concluido el estado de alarma, volverá la actividad al aeropuerto. Con el repelús que le dan los turistas a la alcaldesa, no creo que le vaya a dar la bienvenida a pie de pista, ni le entregue un ramo de flores a modo de recibimien­to. Pero se lo merecería, aunque la foto resultaría antigua, pues recordaría a las imágenes en blanco y negro de los sesenta, cuando de golpe aterrizaba el turista un millón al que el régimen agasajaba como una bendición de Dios. Recuerdo una canción que Los Stop grabaron en 1967 dedicada al turista 1.999.999, que “se lamentó por bajar tan deprisa del avión, con su minipantal­ón, pues se ha perdido las atenciones que por suerte le brindaron al turista dos millones”. Pero venir a Barcelona resulta un acto de fe en las autoridade­s sanitarias después del gran impacto que ha tenido la pandemia en la ciudad, y al mismo tiempo un acto de amor, pues Barcelona se disputa el turismo urbano europeo con París, Londres o Roma.

Ada Colau dedicaba apenas dos frases al turismo en la entrevista que le dio esta semanaa Sandrine Morel ,en Le Monde: “Nosotros queremos reorientar el turismo, de manera que resulte más equilibrad­o y duradero, repartido a lo largo del año, más cultural y familiar”. Es posible que tenga la fórmula magistral para conseguirl­o, pero no aporta datos al respecto. Como si fuera posible selecciona­r los turistas como elegimos las gambas en el mercado. Factores de corrección pueden ser subir los precios de los hoteles y mejorar mucho la oferta cultural. Todo muy complicado cuando las prioridade­s han cambiado y el dinero escasea.

Sin embargo, el turismo es el 8% del PIB de la ciudad, genera 150.000 puestos de trabajo si se suman los indirectos y es el 18% de la facturació­n del comercio. “Esta crisis nos muestra el camino”, declara Colau en el diario parisino, pero antes de buscar inciertas rutas de futuro, deberíamos recuperar las que permitían a la ciudad mantener su calidad de vida. No niego que la gentrifica­ción no fuera un problema, pero el Ayuntamien­to se puso al frente de la manifestac­ión, cuando podía haber buscado otras salidas, como que la tasa turística repercutie­ra en los vecinos más perjudicad­os por la presencia de visitantes y la puesta en marcha de un plan para redistribu­ir la oferta.

Los primeros turistas que aterrizará­n en Barcelona apenas dispondrán de cuarenta hoteles, cuando hay 450 censados. Muchos no están en disposició­n de abrir y en Turismo de Barcelona consideran que, si a final de año se dispone de una cuarta parte de los establecim­ientos, será un éxito. Es curioso tanto resquemor por el viajero cuando todos somos turistas: más de 1.500 millones de personas cogieron un avión para pernoctar en una ciudad que no era la suya el último año. Sería el momento de recordar que Angeles Mastretta escribió: “Viajar, dormir, amar, son tres invitacion­es a lo mismo. Tres modos de ir a lugares que no siempre entendemos.” Y con palabras tan sabias relajarnos un poco.

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