Nudo del conflicto
Ensayo Desde una confesa posición de independentista de izquierda, en la disección del ‘procés’ del politólogo Jordi Muñoz todos reciben su dosis de crítica
Poca broma con Jordi Muñoz (València, 1979). De los politólogos que han analizado el procés, no hay muchos con la solidez analítica de este profesor que se declara independentista de izquierdas. Ha sido investigador en universidades extranjeras, ha publicado en revistas cinco estrellas y no hace mucho recibió un premio Icrea por las investigaciones en su campo. Aparte del prestigio académico, participa de algunas plataformas de intervención ideológica: es patrón de la Fundació Congrés de Cultura Catalana y es miembro del consejo de redacción del recién nacido Sobiranies. Colabora en prensa –básicamente en Ara y Nació Digital– y desde el comienzo de su trayectoria intelectual ha problematizado la cultura política establecida en España. Su tesis doctoral (escrita en inglés, leída en el 2008, publicada en el 2012) reflexionaba sobre el tipo de identidad que había entronizado la democracia de 1978 y trazaba sus límites: qué podía integrar y qué quedaba al margen. Las consecuencias de este análisis diría que han sido la matriz de su pensamiento. Y, de hecho, de una militancia que no oculta y que asume que lo condiciona. Poca broma.
Siguiéndole la pista, tras leer el clarividente Principi de realitat, he pescado un billete suyo de mediados del 2011. “Comissions del passat”. En la resaca de la sentencia del Estatut, constataba que la mecánica del catalanismo del 78 dominante se había averiado. El peix al cove había perdido todo el sabor. “Avui el corrent majoritari del catalanisme es mira aquestes negociacions amb la indiferència de l’incrèdul”. Pero la avería no eran sólo las negociaciones de siempre. Es que la corriente central de la sociedad catalana, poco a poco y a partir de ese momento, iría asumiendo el cambio de paradigma del Estado de las autonomías: “Els nivells d’autogovern assolits no estaven consolidats ni protegits, sinó que podien ser substancialment revertits per majories conjunturals al Parlament espanyol”. De aquí venimos. Esta reversión centralizadora era el reflejo de la consolidación de dicha identidad que había analizado en la tesis, y los que quedaron al margen, contra este estado de cosas, fueron madurando un movimiento nacional de respuesta que, propulsado por el viejo independentismo, tendría como concreción sociológica los que hemos llamado el procés.
Si se acepta este punto de partida, es decir, si se asume la existencia de un conflicto estructural y se sigue sin prevenciones el argumento sobre cómo se ha ido desovillando las respuestas al problema, el libro acaba convenciendo por la exigencia con la que analiza los factores que han determinado su evolución y su colapso. Aquí recibimos todos –también las posiciones editoriales de nuestro diario–, pero la principal virtud de Muñoz es mostrar los problemas endógenos que han afectado al independentismo. Porque una cosa es que el Estado del 78 fuera perdiendo legitimidad entre un sector creciente de la ciudadanía (todavía más por “la alternativa represiva”), pero la otra, como describe con nitidez, es la falta de legitimidad (por apoyo relativo, por respuesta interna contraria) con la que el soberanismo pensó que podía resolver el conflicto durante el otoño del 2017. Las críticas al 27 de octubre son explícitas e implícitas a la aprobación de las leyes de septiembre. Las lecciones de aquel momento, y quizá ninguna tan evidente como la falacia de la desconexión, las dicta el libro con una honestidad sin la cual parece imposible avanzar hacia la resolución. Él, analizando virtudes y defectos y consciente de que “les raons del pessimisme són moltes”,creequeseríaelreferéndum. |
El autor analiza tanto la pérdida de legitimidad del Estado del 78 como la falta de legitimidad del soberanismo