La creatividad bajo presión
Aplausos y balcones son elementos comunes de unos retratos que coinciden también en la conciencia sobre la complejidad del cuerpo femenino y el feminismo Un documento histórico rodado sin más cámaras que las de unos teléfonos móviles de alta gama, y sin más actores y actrices que los mismos autores o sus compañeros de encierro
Series / ‘En casa’ La serie de HBO es la primera propuesta audiovisual de envergadura que busca dejar constancia del confinamiento por coronavirus. Tres directoras y dos directores, con el smartphone como herramienta, dan su visión de una situación inédita, desde el thriller, la comedia o la poesía
Las semanas de cuarentena impusieron a los creadores una serie de restricciones oulipianas. Muchos artistas plásticos se quedaron sin acceso a sus talleres; las compañías teatrales y los grupos musicales perdieron la posibilidad del ensayo colectivo; y los creadores audiovisuales, sus equipos de rodaje. De modo que quienes tuvieron que seguir generando obra, o simplemente desearon seguir haciéndolo, se vieron obligados a hacer de la necesidad virtud. Para ello debieron asumir las limitaciones técnicas y de espacio, sacar el máximo partido a las herramientas, al modo que propugnaron en el ejercicio de la literatura Georges Perec, Raymond Queneau y el resto del Oulipo.
Entre la televisión y el cine, porque los cinco capítulos podrían haber configurado un largometraje colectivo en lugar de una serie, En casa (HBO Europe) es la primera propuesta narrativa audiovisual ambiciosa que surge del encierro. Cinco directoras y directores, sin más cámaras que las de unos teléfonos móviles de alta gama; sin más actores y actrices que ellos mismos o sus compañeros de confinamiento, documentan este momento histórico tratando de hacerlo con la mayor excelencia posible, en un abanico de géneros que van del thriller psicológico o fantástico a la comedia, pasando por el costumbrismo o el experimento poético.
No es casual que el primer capítulo sea Una situación extraordinaria , de Rodrigo Sorogoyen, y el último, Así de fácil, de Paula Ortiz: son los mejores. El director de El reino construye una poderosa fábula sobre las relaciones de pareja en el siglo XXI, a partir del conflicto que genera entre los dos la sospecha de que ella cambia radicalmente de personalidad cada vez que sale a la calle para hacer la compra. Y la directora de La novia le da una vuelta de tuerca a la relación entre dos amigas que se ven obligadas a convivir durante esas semanas paranoicas, con muchísima inteligencia y muchísimo humor. Los otros tres son ejercicios irregulares que empiezan muy bien, pero no siempre saben concluir. Mira este vídeo de gatitos, de Elena Martín (Júlia ist), que probablemente debería haberse filmado en catalán, es un retrato de un encierro juvenil y colectivo que carece de estructura dramática sólida. Mi jaula, de Leticia Dolera (Vida perfecta), nos ofrece en los primeros minutos planos virtuosos sobre su soledad y un guión muy sutil acerca de una relación tóxica, pero termina con una parodia inexplicable del videoclip Roar de Kate Perry. Y Viaje alrededor de mi piso, de Carlos Marquesmarcet (10.000 kilómetros), es un potente ensayo poético sobre el hogar, pero que nos deja con la sensación de que necesitaba más tiempo para madurar.
La urgencia, por supuesto, es intrínseca a la propuesta. Y la propuesta es
involuntariamente colectiva, con una suerte de gran show-runner que es el equipo directivo de HBO y su estándar de calidad, de modo que merece la pena detenerse en constatar lo que tienen en común. En la mayoría de los capítulos aparecen algunos elementos, secundarios en la trama pero centrales en la etapa histórica que retratan, como las comparecencias televisadas de Pedro Sánchez, los aplausos en los balcones y la importancia de estos y de las terrazas para oxigenarse en tiempos de encierro. Esos detalles sociopolíticos se insertan en una conciencia mayor, la de la complejidad del cuerpo femenino en particular y del feminismo en general, que también está presente en la mayor parte de las entregas. Abundan los momentos en que las actrices aparecen desnudas, sobre todo en la ducha y la bañera, en códigos de representación que son muy distintos de los que ha impuesto durante décadas la mirada masculina.
Pero tal vez sólo haya un rasgo que se encuentra en las estructuras narrativas de las cinco historias, además del contexto histórico: las fases de los procesos de duelo. Cada cual debe seguir las suyas. El arte cumple así con una de sus funciones: la de orientarnos en tiempos sin sentido. |