La Vanguardia

Califato y otras historias suecas

Series / ‘Kalifat’ El país sinónimo de paraíso para medio mundo acapara titulares en los últimos meses; una coproducci­ón sueco-jordana nos muestra las costuras de su complejida­d multicultu­ral. Imprescind­ible

- ISABEL GÓMEZ MELENCHÓN

Con la hechura de un thriller, la serie plantea el proselitis­mo de los grupos islamistas entre jóvenes gracias en parte a internet Lisha explica a sus nuevos mentores del EI dónde ha aprendido lo que sabe del islam: “De mis amigas, mi hermana y Youtube” Los protagonis­tas tienen orígenes tan diversos como lo es el islam, desde Chechenia, Jordania a Egipto, Iraq o Bosnia

En los últimos meses mucho se ha hablado de Suecia, por su estrategia ante la crisis de la Covid-19 y por las últimas revelacion­es sobre el asesinato del primer ministro sueco Olof Palme, un hasta ahora caso abierto en las carnes del país. Como lo es la historia que plantea la serie Kalifat, la captación de jóvenes por el Estado Islámico. La serie, una coproducci­ón suecojorda­na, entró en el catálogo de Netflix tras su éxito (ha sido la más vista en la historia de la televisión pública del país nórdico) y ya se habla de una segunda temporada. El éxito y Netflix es lo que tienen. Y lo que tiene una serie perfecta desde todos los puntos de vista.

Tres hilos conductore­s

Una de las primeras escenas del aserie nos pone rápidament­e en nuestro sitio: la ejecuciónd­eunos traidores alislament­ierras del Califato. Así se abre el primero de los ocho capítulos de 45 minutos, en los que se intercalan tres narracione­s. Pervin está casada con Husam, un militante del Estado Islámico, tiene una hija recién nacida, Latifa, y ya se ha dado cuenta de que Raqa es un infierno y no el paraíso soñado desde Suecia, de donde son originario­s. Pervin quiere volver, y su única opción es a través de Fatima Zulic, una agente de la lucha contra el terrorismo islámico en Estocolmo. Pervin logra contactar con ella gracias a un móvil prestado y ahí se entrecruza­n dos de las líneas argumental­es. La tercera la protagoniz­a Sulle Wasem, que en pleno furor adolescent­e descubrirá el islam verdadero de la mano de Ibrahim Hadad, quien, bajo la tapadera de asesor en el instituto donde estudian Sulle, su hermana Lisha y su amiga Kerima, se dedica a la captación de jóvenes, unos para inmolarse, otras para convertirs­e en esposas/ es clavasen el Estado Islámico. Las tres líneas se entretejen entre sí: fa tima, agente individual­ista yen la cuerda floja, ayudará a

Pervin a huir si esta a cambio la ayuda a evitar un atentado de grandes dimensione­s que se está organizand­o en Suecia.

La captación de adeptos

Uno de los aspectos más logrados consiste en mostrar cómo el islamismo realiza su proselitis­mo, sibilino y reptante como la serpiente que es, aprovechan­do los huecos que dejan el Estado y las familias. Resulta sorprenden­te la inocencia casi ciega de los asistentes sociales en el instituto y en las institucio­nes suecas: el mal se abre paso entre ellas sin que nadie sea capaz de detectarlo, segurament­e porque no lo esperan. Internet y sus mentiras hacen el resto. Un informe alertaba que durante el confinamie­nto por la Covid-19 se han multiplica­do en el mundo los intentos de captación del radicalism­o islámico a través de las redes. Ahí, y entre los jóvenes, es donde cobran sus piezas. Kalifat lo muestra en toda su crudeza.

Un sistema en cuestión

Sulle está convencida de que el racismo en Suecia impide a los musulmanes llegar a ser algo más que meros limpiadore­s, lo ha leído en internet; su ardor adolescent­e convierte en convivenci­a imposible sus dos raíces, la jordana de sus padres y la suya como sueca. Cuando decide (o Ibrahim sutilmente le hace decidir) cubrirse con un pañuelo, la reacción violenta de su padre en contra no ayuda. “Hemos venido aquí huyendo de eso”, dice. Pero para las nuevas generacion­es que no han vivido directamen­te las razones de esa huida, el rechazo al hiyab se vive como una imposición. Nadie es capaz de contrarres­tar ese discurso, ni tampoco de impedir que penetre en familias especialme­nte desestruct­uradas, aunque sean blancos y suecos de origen, como los dos hermanos aspirantes a mártires sin apenas conocer el islam, porque ¿cómo se lucha contra la Yanna, el paraíso?

Y un ritmo que deja sin aliento

Kalifat es también un thriller: se está planeando la madre de todos los atentados; los que dirigen la célula terrorista están en Raqa, pero también en Suecia. La cuenta atrás para evitarlo no da ningún respiro al espectador.

Con actrices memorables

Otro de los puntos fuertes es la elección de los intérprete­s, comenzando por Gizem Erdogan, quien da vida a una memorable Pervin en su angustiosa lucha por sobrevivir, Aliette Opheim como Fatima, y Nora Rios como Sulle. Lo bordan.

Y la diversidad del islam de fondo

Wilhelm Behrman, creador y coguionist­a de la serie con Nicklas Rokdtröm, se inspiró en la noticia, el 2015, de unas adolescent­es británicas que se escaparon para casarse con miembros del Califato. Pero lejos de presentar una religión monolítica, hace un recorrido por sus diferentes interpreta­ciones que también es geográfico: la agente Fatima llegó a Suecia con 5 años desde Bosnia, donde su padre fue asesinado en la guerra de los Balcanes; sus experienci­as tienen poco que ver con las de Pervin, iraní, y Myriam, otra de las mártires, que proviene de Iraq; Ibrahim es de padre egipcio y madre sueca; el padre de Kerima es checheno, las atrocidade­s que vivió allí lo han convertido en un alcohólico. Muchas realidades que el director de los ocho capítulos, el bosnio Goran Kapetanovi­c, nacido en Sarajevo, muestra con la misma seriedad y rigor documental que las escenas de la vida en el Califato (rodadas en Jordania). Al final, una se estremece con la respuesta que Lisha, trece años, da a sus nuevos mentores islamistas cuando le preguntan dónde ha aprendido lo (poco) que sabe del islam: “De mis amigas, de mi hermana y de yo u tu be ”.|

 ??  ?? Kerima, Sulle y Lisha a su llegada al Estado Islámico en Siria, cubiertas ya con el nicab; Lisha tiene 13 años, Sulle y Kerima 15. En el centro, las tres jóvenes en Suecia, donde llevan la vida habitual de chicas adolescent­es, mientras se adoctrinan por internet. Abajo, Pervin con su hija Latifa en Raqa
Kerima, Sulle y Lisha a su llegada al Estado Islámico en Siria, cubiertas ya con el nicab; Lisha tiene 13 años, Sulle y Kerima 15. En el centro, las tres jóvenes en Suecia, donde llevan la vida habitual de chicas adolescent­es, mientras se adoctrinan por internet. Abajo, Pervin con su hija Latifa en Raqa
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