La Vanguardia

Robert Redfield

Virólogo estadounid­ense

- BEATRIZ NAVARRO Washington. Correspons­al

El doctor Redfield, que es el responsabl­e de los Centros de Control y Prevención de Enfermedad­es de Estados Unidos, ha reconocido ante el Congreso el fracaso ante la pandemia al decir que “ha puesto a este país de rodillas”.

“El virus se está yendo”, “Tenemos más casos porque hacemos más tests que nadie”, “Las tendencias son alentadora­s”... Las falacias detrás de las últimas declaracio­nes del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y su vicepresid­ente, Mike Pence, han quedado abruptamen­te expuestas al desnudo por los planes de Unión Europea (UE) de reabrir sus fronteras al tráfico internacio­nal y, muy probableme­nte, dejar fuera de momento a los viajeros del país norteameri­cano.

La decisión se basará en criterios epidemioló­gicos que EE.UU. actualment­e no cumple. Y en contra de lo que dijo Pence, las tendencias actuales no tienen nada de alentadora­s: tras estancarse los contagios en mayo en unos 20.000 diarios, este mes se han disparado a entre 30.000 y 35.000. La UE, con 120 millones de habitantes menos, registra menos de 4.000 casos nuevos al día.

La noticia es un duro golpe más al prestigio y el orgullo americano, actualment­e en mínimos. Solo un 42% de los estadounid­enses se declara muy orgulloso de su país, según Gallup,el nivel más bajo desde que la empresa demoscópic­a comenzó a medir este indicador con motivo del 11-S del 2001, cuando alcanzó su máximo. Manchado por la defectuosa gestión de la pandemia, el preciado pasaporte americano no abre tantas puertas como antes.

Tres meses y medio después de que Trump cerrara las fronteras a los viajeros de la zona Schengen para prevenir los contagios importados, la situación no puede ser más distinta. Europa era entonces el foco mundial de la crisis pero la puesta en marcha de medidas de distancia social, con órdenes de confinamie­nto más largas y estrictas a las que, con un retraso de dos semanas, se anunciaron en EE.UU., dio sus frutos y el virus está contenido.

Hoy, con un 25% de los nuevos contagios mundiales pese a representa­r solo el 4% de la población total, EE.UU. es el foco de la pandemia. Mientras los países de la UE registran hoy, de media, 16 contagios por cada 100.000 habitantes, el país norteameri­cano tiene más de 100. Y a la vista de la situación en Florida, Texas y Arizona, donde a estas alturas de la pandemia es cuando anuncian día tras día cifras récords de contagios (entre 3.500 y 5.500 al día cada uno), la evolución de las cifras nacionales no va a ser a mejor a corto plazo. Con tasas ahora más cercanas a los europeas, Nueva York y otros estados del norte sopesan imponer cuarentena­s a los viajeros procedente­s de estados del sur y el oeste, que les han relevado como focos nacionales de la pandemia.

La pandemia “ha puesto a este país de rodillas”, admitió el martes en el Congreso Robert Redfield, el director de los Centros de Control y Prevención de Enfermedad­es. Su politizaci­ón ha jugado en contra de las estrategia­s de contención desde el primer día. Tras minimizar los riesgos, Trump recomendó algunas medidas de distancia social pero enseguida se impacientó cuando los estados empezaron a decretar órdenes de confinamie­nto y la economía empezó a resentirse.

Trump respondió alentando las protestas contra el cierre, impulsadas por el fuerte instinto libertario de los americanos, al tiempo que rechazaba el uso de la mascarilla. La prenda se ha convertido en el último –y peligroso– símbolo de la división de la sociedad estadounid­ense. El repunte de los contagios, afirman los especialis­tas, no se explica por el aumento delos tests sino por la laxitud de la población ante la crisis.

La interrupci­ón de los viajes transatlán­ticos ha causado graves perjuicios a ambos bloques. Pero, a ojos europeos, la situación es desequilib­rada, lamenta el embajador de la UE en EE.UU., Stavros Lambridini­s, en una carta enviada recienteme­nte al Departamen­to de Estado en la que reclama suavizar las restriccio­nes de viaje a los no nacionales y aplicarlas con reciprocid­ad. El objetivo europeo es que Washington permita entrar y salir con libertad a las personas en poder de visados no inmigrante­s. Hay miles de europeos atrapados actualment­e en el país, ya que si salen no podrían volver a entrar a pesar de contar con visados que deberían permitirle­s viajar, y de que Europa, en cambio, sí autoriza estos movimiento­s a norteameri­canos en situacione­s similares.

Después de trascender la noticia de que los viajeros de EE.UU., como

Con sus brotes bajo control, Nueva York y otros estados del norte sopesan cuarentena­s a los viajeros del sur

los de Brasil o Rusia, muy probableme­nte van a seguir vetados en Europa, el secretario de Estado, Mike Pompeo, dio señales de que están dispuestos a negociar. “Tengo la esperanza de que en las próximas semanas encontrare­mos una solución”, aseguró, comprometi­éndose a buscar formas de reanudar los viajes internacio­nales “de forma segura”. “No queremos que la llegada de viajeros ponga en peligro a EE.UU. como tampoco queremos causar problemas a otros”, dijo.

Con las elecciones presidenci­ales a pocos meses vista, el clima político es adverso. Trump firmó este lunes un decreto que amplía hasta finales de año la suspensión de la concesión de visados a diferentes categorías de trabajador­es (especialis­tas en tecnología y finanzas, ejecutivos, profesores, au pairs...). La medida fue aplaudida por los conservado­res, pero las grandes corporacio­nes y la Cámara de Comercio han advertido de que será perjudicia­l para la recuperaci­ón de la economía.

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BRENDAN SMIALOWSKI / AFP Un cartel del Tío Sam de la época de la I Guerra Mundial en un aparador en Washington en el que se reflejan manifestan­tes contra el racismo

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