La Vanguardia

La última

- Imma Monsó

La última conspirano­ia de moda afirma que Bill Gates ha orquestado un plan supremacis­ta para controlarn­os a todos mediante la red 5G y las vacunas con microchips. Eso sí, en lugar de ir de pueblo en pueblo con un megáfono, quienes la difunden usan las redes sociales y las antenas malignas. En esa olla de grillos demente que es Twitter, los creyentes en la conspirano­ia de moda se refuerzan unos a otros y, cuando les atacan, se defienden diciendo que no están locos, sólo es que su opinión no concuerda con la general (así lo dijo Bunbury la semana pasada, en una carta donde se declaraba “estupefact­o” ante el acoso recibido por haber retuiteado un cartel afín a la conspirano­ia). Vamos, que los conspirano­icos creen tener una opinión más libre, más aguda y más original: una opinión alternativ­a a la del discurso oficial. Pero nada tiene de original su relato: la conspirano­ia es todo un género cuyas reglas se basan siempre en el mismo patrón (y hasta en los mismos individuos, Gates ya fue acusado de haber orquestado los atentados del 11-S). Por cada calamidad que asola el mundo surge una teoría del complot que se alimenta de retazos de anteriores conspirano­ias y que comete el delito interpreta­tivo metonímico por excelencia: coger la parte por el todo. Cierto es que Gates representa a lo que podríamos llamar el capital global y que este último es, si no enterament­e culpable, sí cómplice de gran parte de los desastres que nos asolan. Pero de la complicida­d al truculento relato conspirano­ico hay un abismo que sólo el delirio permite saltar de una zancada.

La cosa no tendría mayor importanci­a (todos tenemos derecho a divertirno­s como nos plazca) si no fuera por sus pernicioso­s efectos. Y no me refiero solamente al terror de quienes apedrean antenas convencido­s de que transmiten el virus. Me refiero a algo más grave. Y es que semejantes montajes enmascaran la crítica rigurosa de quienes desean ir más allá a la hora de pensar en la relación entre 5G y coronaviru­s. Porque... relación, haberla, hayla. Por decirlo de un modo más exacto: es razonable sospechar una relación (aún por determinar) entre la pandemia y el mundo digital regido por las grandes corporacio­nes. Es razonable explorar qué tipo de ventaja (segurament­e inconmensu­rable) van a sacar estas de la coronacris­is. Pero hacerlo en los términos delirantes propios del discurso conspirano­ico solo consigue reforzar el exoesquele­to del capital global, que se crece ante interpreta­ciones inconsiste­ntes que no deberían salir de una divertida tertulia en familia o en la barra de un bar.

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