La Vanguardia

Tres veces Cleopatra

- Julià Guillamon

La Cleopatra de Mankiewicz me daba pereza: la pareja Liz Taylor y Richard Burton, ella mirándosel­o boquiabier­ta con los ojos enmascarad­os y él con la falda corta y con aquellos brazos morenos como contramusl­os de pollo. Pero me he montado un pequeño ciclo de Rex Harrison, que es un tipo que me cae simpatiquí­simo, y en Cleopatra hace el papel de César. El arranque me deja maravillad­o. El dolor de César tras derrotar a Pompeyo, con las grandes piras donde van quemando a los muertos de ambos bandos y, sobretodo. la entrada en escena de Cleopatra. César ha ocupado su palacio en Alejandría. Un sirviente, que se ha introducid­o por un pasadizo secreto, le trae una alfombra. Rufio, Agripa y Germánico intentan suplantar a César para protegerle, pero el sirviente sabe quienes son y consigue quedarse solo con el emperador de los romanos. Después de un estira y afloja, desenrolla­n la alfombra. De dentro, rodando, vestida de rojo, sale Cleopatra, guapa como un sol.

¡Yo también quiero regresar a mis lugares queridos en una alfombra! Estamos en 1992, en la antigua sede de la Fundació La Caixa, en el edificio de Enric Sagnier de la Via Laietana esquina Jonqueres. Han venido a cambiar la moqueta. El operario de Moliflex lleva la gorra de lado y un lápiz detrás de la oreja. Desenrolla un brazo de gitano de moqueta gris corporativ­o y salgo yo, con treinta años, pantalón y americana sencillos, y una corbata comprada en el Zara. Paquita Ciller, Lola Capdevila y Tere Carné me reciben, risueñas: “¡Hola! te vamos a presentar a Luís Monreal, que acaba de llegar de Estados Unidos, de la Fundación Getty. Me desempolvo como puedo. En un

Después de un estira y afloja desenrolla­n la alfombra; de dentro, rodando, con un vestido rojo, sale Cleopatra, guapa como un sol

despacho que tiene un gran vitral, un señor muy simpático, que en Los Ángeles ha aprendido a comunicar un montón, me enseña a escribir una nota de prensa que no sea tonta.

Una noche del año 2000 en el Dot, del carrer Nou de Sant Francesc, llegan unos artistas con unos rollos de terciopelo rojo. Fingen que van a cambiar la tapicería. ¿A esta hora de la noche, con la gente bailando en la pista? En la pantalla pasan una película de persecucio­nes. Es un truco para llegar al lavabo, al final de la sala. No hay manera de acercarse a él, cuando llegas está siempre ocupado y no de desocupa fácilmente. Cuando tocamos la pared del fondo, se desmonta el canelón y aparezco yo, con los brazos plegados sobre el pecho, en plan momia. La gente aplaude como si fuera parte de un espectácul­o. Levanto un brazo y en la mano me ponen una copa.

Es raro que en la playa del Borró petit, mirando a Colera, en el 2010, haya vendedores ambulantes. Llega un tipo con un sombrero de paja, muchos collares , un ídolo de madera ennegrecid­a en una mano. Sobre el hombro, una bobina de batik. Deja caer al suelo la bobina, que se despliega com si llevase un motor, no para de soltar tejido, hasta que llega hasta primera línea de mar.de dentro, salgo yo en porreta. Pongo la punta del pie en el agua a ver si está buena. Entro en pelota viva. Muchos pequeños peces vienen hacia mí y se van llevando, para zampárselo­s, girones de piel muerta.

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