La Vanguardia

Abran paso a los traviesos

La valentía con Riqui Puig y Ansu Fati es necesaria para recuperar el ritmo de balón y la alegría perdida

- CARLES RUIPÉREZ

“Así se ganan las titularida­des”. Lo dijo Quique Setién después del triunfo del Barça sobre el Athletic. Se refería a la entrada en la segunda parte de dos canteranos traviesos como Riqui Puig y Ansu Fati, que rompieron el tedio y la monotonía que se quiere apoderar de un tiempo a esta parte del juego del Barcelona. El delantero, de apenas 17 años, ya lleva toda la temporada haciendo méritos con 26 partidos y 6 goles, que sería uno más si el poste no hubiera salvado a Unai Simón el martes. El centrocamp­ista, siempre alborotado­r a los 20, por fin parece que se ha ganado a pulso llevar la manija del juego blaugrana. Nadie entendería que ambos no estuvieran en el once y siguieran teniendo mucho más protagonis­mo el sábado contra el Celta igual que se comprendió poco que el delantero hispanogui­neano no saliese ni un minuto en el Pizjuán después de marcar al Leganés.

La aparición de Puig, una promesa aguardada desde el club y que un sector ya casi daba por esfumada, irrumpe en el momento ideal, coincidien­do con la lesión de De Jong, el prototipo de centrocamp­ista moderno. El interior de Matadepera casi todo lo hace con una sonrisa mezcla de niño bueno y pícaro. Culé de cuna, se sabe un privilegia­do, lo que contrasta con la seriedad y hasta el enfado de Vidal, Arthur o Rakitic, mosqueados porque su nombre está en la lista de salidas.

El chico representa la esencia del juego de la Masia, donde el cerebro importa más que el músculo. Le da sentido al juego y ritmo al balón, esencial para mover a las defensas rivales. Contra el Athletic jugó 34 minutos (hasta entonces sumaba 41 minutos en cuatro ratitos) y casi intentó un pase por minuto, para provocar movimiento­s, dando dinamismo. Intentó 32 conexiones, 27 buenas, de las cuales 12 fueron hacia delante y, lo que es igual o más importante para el fútbol del Barça, solo siete veces no tocó el balón de primeras. Una lección de la asignatura ADN Barça que se sabe a las mil maravillas.

Tanto él como Fati juegan liberados mientras a los demás se les ve constreñid­os. Mientras los jugadores del primer equipo parecen contaminad­os, los dos chicos de la cantera son aire puro. Aunque solo sea por la edad, ni están cansados ni les pesan las piernas. Son savia nueva. Quizás lo que necesitaba el Barça para agitarse en esta recta final de curso que se juega a puerta cerrada y la afición no puede influir. Porque suelen ser contagioso­s, en el césped y en el ambiente del vestuario. Quieren ser más que revulsivos.

Los equipos de Setién siempre han sido más generadore­s de ocasiones que letales delante de la portería contraria. Si se había acusado de algo al entrenador santanderi­no era de no conseguir plasmar en el resultado lo que se veía en el campo, de quedarse al borde del área, de no tener demasiada puntería. Sin embargo, al Barcelona, tras su llegada, se le ha visto más atascado, provocando un embudo por el centro, dependient­e de Messi y con muy pocas ideas en ataque. Era justo al revés de lo que se esperaba por su trabajo en el Betis y el Las Pal

EL MEJOR AVAL

Setién se dio cuenta de su acierto con Puig pero también Messi, que le entregó cinco veces el balón

ENERGÍA POSITIVA

Mientras los demás juegan serios y atenazados, el interior lo hace todo con una sonrisa contagiosa

mas. Su alegría se había perdido.

Hasta que, igual porque pensó que ya no le quedaba otro camino contra el Athletic, se encomendó a la juventud. A falta de 34 minutos, llamó a Riqui Puig y a Fati le dio casi media hora. “Entre lo que me dicte la realidad y el corazón, lo más normal es que me deje llevar por el corazón”, dijo el técnico en su primera entrevista con los medios del club nada más llegar en enero. En la verbena de Sant Joan, como en la canción Fiesta de Serrat, Setién se dejó llevar de verdad tras seis meses. Y acertó con ese pensamient­o jovial.

El resultado, que le tenía contra las cuerdas, le ayudó a tomar las decisiones. Ahora, en Balaídos, tendrá que razonar esa apuesta delante de jugadores con más peso, léase Griezmann, Luis Suárez o Arturo Vidal, que se pueden quedar fuera de un partido trascenden­tal.

Pero no solo se dio cuenta Setién. Cinco veces le pasó el balón Leo Messi a Riqui Puig. No hay mejor pasaporte y aval en el Barcelona que ese. Con él en el campo, el diez ya no tuvo que preocupars­e tanto de elaborar sino de poner la magia, como en la asistencia a Rakitic.

De físico menudo, lo que siempre le ha hecho sospechoso –incluso de juvenil se le llegó a comunicar a su padre que no pasaría el corte–, Puig ha aprendido a ser fuerte. El 4 de agosto, justo después de ser titular en el Trofeo Joan Gamper contra el Arsenal, el canterano se llevó un jarro de agua fría cuando en rueda de prensa Valverde anunció que seguiría en el filial. El Txingurri, que le hizo debutar (contra la Cultural en la Copa), este año no le había vuelto a dar carrete. Setién lo citó a entrenar desde el primer día pero le ponía a cuentagota­s, quizás porque en Eivissa le faltó defender mejor. Contra el Athletic recuperó dos balones lanzándose al suelo e hizo dos intercepci­ones, dejando claro que al alboroto y creación también une formalidad. Abran paso.

 ?? CÉSAR RANGEL ?? Riqui Puig, de 20 años, ha jugado seis partidos con Setién, pero de momento solo ha sido titular en Eivissa, en la Copa del Rey
CÉSAR RANGEL Riqui Puig, de 20 años, ha jugado seis partidos con Setién, pero de momento solo ha sido titular en Eivissa, en la Copa del Rey

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