La Vanguardia

El peor de la clase

- Manel Pérez

El Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) se sumó ayer a la larga lista de institucio­nes y analistas internacio­nales que pronostica­n que la economía española será la más duramente afectada por el colapso provocado por la pandemia. Agrava las previsione­s del Gobierno, pero no las del Banco de España, que ya había incluido caídas incluso superiores a las contemplad­as por el FMI, como consta tanto en sus informes como en las intervenci­ones en el Parlamento de Pablo Hernández de Cos, gobernador de la institució­n.

Ciertament­e, España parece condenada a ser la última de la clase, pues en este desgraciad­o episodio que vive el mundo también ocupa idéntica posición en la lista de países que menos estímulos ha implementa­do para evitar una destrucció­n mayor de su economía.

De todos modos, y en honor a la verdad, debe apuntarse que su condición de farolillo rojo de la previsión estadístic­a se da en condicione­s de empate técnico con otros dos grandes de la eurozona, Italia y Francia. Este simple dato debería invitar a la cautela a aquellos que ya se han precipitad­o a acusar a la gestión del Gobierno de todos los males y aconsejarí­a buscar explicacio­nes algo menos espúreas.

Dicho esto sin cerrar la puerta a las críticas a la actuación del ejecutivo de Pedro Sánchez, merecedora de reproche por improvisad­a, retardada y, en lo económico, demasiado cautelosa y cicatera. Especialme­nte la respuesta en el ámbito de la política fiscal, muy por debajo de lo que exigían las urgencias y la gravedad del momento.

Pero tal vez haya explicacio­nes que puedan ir más allá de la coyuntura inmediata y reflejen factores de orden estructura­l. Los tres países mencionado­s comparten la condición de líderes del turismo mundial, Francia y España, primera y segunda potencia, respectiva­mente. Italia, la quinta. En medio, Estados Unidos, que posiblemen­te aún no ha acabado de escribir las páginas más dramáticas de esta fúnebre historia, y China, origen de la pandemia. Y la importació­n ha sido el origen de la propagació­n de la pandemia.

Ser un país turístico no solo puede haber influido en el desembarco del virus, también tiene implicacio­nes económicas trascenden­tales. Es el sector, junto con los servicios asociados, como la aviación, más afectado. Completame­nte paralizado, como se comprueba con facilidad nada más pisar la calle estos días. Y sin perspectiv­a de futuro despejada, al menos mientras no se descubra una vacuna.

A mayor dependenci­a de esa actividad, más tocada la economía. El peso del turismo en la española es de un 12%, prácticame­nte el doble que en los otros dos países mediterrán­eos. Tres veces más que en Alemania, el motor europeo. Un hecho diferencia­l que explicaría un buen tramo de esa caída económica adicional.

La lista de caracterís­ticas estructura­les que hacen de la economía española una candidata nata a sufrir más no se completa con el turismo. La dimensión de las empresas, con aplastante predominio de las microscópi­cas, reduce la capacidad de desarrollo,

Para las economías del sur de Europa, la pandemia es un rebrote de la Gran Recesión, volverán a perder

las posibilida­des de inversión en investigac­ión y desarrollo, descuida la formación de los empleados y, como consecuenc­ia, no asegura estabilida­d y seguridad en el empleo. La gran debilidad estructura­l de la economía española.

Las grandes empresas, con apenas historia en el ámbito privado, pues la mayoría son hijas de una privatizac­ión reciente, son muy dependient­es del favor gubernamen­tal –el presupuest­o público es el primer factor de demanda– y alcanzan una relativame­nte reducida implantaci­ón en el exterior.

Como en la Gran Recesión, cuando las economías del sur de Europa también fueron las grandes damnificad­as, ahora se repite la patología. La pandemia ejerce de rebrote. Más débiles, con menos espacio fiscal para actuar, la abultada deuda ha sido un auténtico fardo, y más necesidade­s sociales que atender. Por eso, estos países han acudido a Europa en busca de ayuda financiera. Son economías convalecie­ntes, la pandemia se ha cebado sobre un cuerpo frágil. No todo se puede atribuir a la gestión en el corto plazo ni a la poca pericia gubernamen­tal.

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