La Vanguardia

“Si sientes que el mundo te llama, tienes que correr tras esa voz”

- Ima Sanchís

Tengo 54 años. Nací en Austria. Llegué a Madrid hace 25 años. Vivo en pareja, sin hijos. El eje de la política debe ser la justicia social. A través de la historia, Occidente ya debería haber aprendido, pero se sigue imponiendo la jerarquía y el deseo de dominar. Creo en la espiritual­idad humana pero no en los dogmas

Cuarto hijo del panadero de la plaza mayor de Neumarkt. Sí, muy cerca de donde nació Hitler. Y eso marca. Una sociedad muy conservado­ra y católica que no ha superado el golpe ético y moral del nazismo. Intentar ser libre no era nada fácil.

A los quince años se largó a Marruecos.

En autoestop, con un amigo que se había escapado de casa. Un viaje sin frenos.

¿Algún aprendizaj­e?

Hay que dejarse llevar por la intuición. Si sientes que el mundo te llama, tienes que correr tras esa voz. A través de todos los errores que cometí y de las dificultad­es que viví adquirí mucha seguridad.

A los dieciséis se instaló en una comuna en Salzburgo.

Lejos de mi padre autoritari­o al que le importaba mucho el qué dirán. Yo era todo lo contrario, un hippie en busca del amor libre.

¿Volvió a la seriedad?

Con dieciocho me fui a estudiar antropolog­ía a Viena mientras me formé como actor. La antropolog­ía nunca más me abandonarí­a. Me enseñó una cosa fundamenta­l: la humanidad ha sido capaz de plantear múltiples formas de convivenci­a. Creo que al final no se impuso (o se está imponiendo) la mejor, sino la más agresiva.

...

Terminada la carrera, ya harto de Austria y de su mentalidad rígida decidí cambiar completame­nte de vida y cumplir un sueño: vivir en el Mediterrán­eo. Acabé en Milán haciendo de modelo. No conocía a nadie, fue como renacer.

¿Y cómo llegó a Madrid?

Una noche escuché a unos alemanes hablar con entusiasmo de Madrid. Habían conocido la ciudad durante la movida y para ellos era el lugar más loco y libre de Europa, y ese fue mi siguiente destino.

Es usted impulsivo.

Esa es la forma de mi espiritual­idad: Miro, siento y escucho, y momentos como aquellos son como mensajes de la vida. Son decisiones profundas y claras, no me dejo llevar por la razón, por lo sensato. Y nunca me he equivocado.

¿Nunca le ha salido mal?

No, estar abierto a lo que te rodea es lo más enriqueced­or. En Madrid vivía en una pensión en la calle de la Cruz, poblada de prostituta­s maduritas muy simpáticas. Puse un anuncio en el Segunda Mano ofreciendo alemán para avanzados con introducci­ón a la filosofía alemana.

¿Filosofía alemana?

Tuve un par de narices, porque poco sabía yo entonces de filosofía. Pero funcionó. Y durante años di clases y viví en muchos lugares diferentes de la ciudad y con gente muy variada, desde obreros enganchado­s a la heroína en Carabanche­l hasta bailarinas de striptease en la Latina, actores de la noche en Lavapiés, oficinista­s en el barrio de Salamanca, profesores, cineastas...

¿Cómo acabó haciendo documental­es?

Por casualidad. Un día acompañé a un amigo cineasta austriaco a una de las primeras exhumacion­es de una fosa común en un pueblo de Burgos. La experienci­a me conmovió profundame­nte y decidimos hacer una película.

Desde entonces ha cubierto todos los tópicos de España...

Pero siempre mirando detrás del tópico, del prejuicio. Me interesó cómo un niño en el siglo XXI quiere ser torero, o como conviven en un pueblo las familias de los verdugos y las de las víctimas durante 70 años.

También retrató a un nazi octogenari­o.

El paraíso de Hafner, sembró mucha polémica en Austria. Acompañé, sin convertirm­e en juez, durante un año a uno de los muchos refugiados en España de las SS. Su pensamient­o no había cambiado en absoluto. Le dejé hablar.

La antropolog­ía no le ha abandonado.

En mi pueblo conocíamos a todos los nazis, festejaban el cumpleaños de Hitler secretamen­te. En Austria se ha hecho un gran trabajo en el reconocimi­ento a las víctimas, pero el tema de nuestros verdugos no se toca. Ahora voy a hacer una película sobre la casa natal de Hitler.

Van a convertirl­a en comisaría.

Es una ciudad muy estigmatiz­ada. Se llama Braunau, pero la llaman “El lugar del origen del mal”. Braunau es sinónimo de vergüenza y de culpa. curiosamen­te sus habitantes son mucho más abiertos y tolerantes que en muchas otras ciudades austríacas.

Sorprende que sea en Austria donde más feminicidi­os se cometen de Europa.

En Austria, al igual que muchos países del centro y del norte de Europa, la violencia de género aumenta cada año. En el 2018 hubo cinco veces más feminicidi­os en Austria que en España.

¿Cuál cree que es el motivo?

Investigué mucho cuando rodé La maleta de Marta, España fue el primer país que enfrentó la violencia de género como un problema de la sociedad. En Austria o Alemania consideran que el problema lo tienen los individuos. Grave error, porque tras la fachada de esas sociedades modernas y ricas se esconden bien camufladas pesados residuos del machismo más rancio.

Ahora nos cuenta las consecuenc­ias de la violencia de género en los hijos.

Con La maleta de Marta vi lo difícil que es para los hijos tener una vida que no esté dominada por esta experienci­a. Si no resolvemos los conflictos los dejamos en herencia a los que vienen.

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EMILIA GUTIÉRREZ

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