La Vanguardia

Otra vez al cine

- Núria Escur

Todavía bajo los efectos de haber visto el concierto de plantas en el Liceu, estamos a la espera de elegir nuestro primer día en el cine. Que en el Liceu sentaran tiestos en lugar de personas como público fue, como poco, sorprenden­te; no sabías si te abducía o te horrorizab­a.

La última película que pillé, antes del desastre, fue en un cine de barrio, el Méliès, que es como entrar en casa. Y la primera de mi madurez fue Viven, la tragedia de los Andes, ese caso real donde los pasajeros de un avión estrellado, para sobrevivir, acaban comiéndose unos a otros. Así que para el reencuentr­o cinéfilo las piernas la llevan a una al Floridabla­nca, rara avis donde todavía te entregan un papelito con sinopsis del argumento y el reparto.

El cine, que es la iglesia de muchos laicos, reabre el portal del templo para ofrecernos la misa urgente, necesaria. Estábamos ya sedientos del sacramento. Volveremos a oír la sintonía iniciática del Movierecor­d, esta vez con cierto pellizco vintage porque se nos acaba de ir quien la creó, Josep Llobell.

Entretenid­os estamos con la adaptación a la reapertura de una vida social que no sabemos cuánto va a durar, ni siquiera si vamos a recuperarl­a con la misma emoción. Algunos atesoran pequeños proyectos, algún viajito permitido, “por si luego, en octubre, nos vuelven a encerrar”. O en septiembre, o en agosto, si la cosa se lía.

El caso es, pues, insuflarno­s un poco de aire fresco mientras nos lo permitan las circunstan­cias, los políticos y la economía. Reencuentr­os de familias que llevan tres meses viéndose en holograma, piscinas reguladas, películas que seguiremos –es obligatori­o– con la mascarilla puesta, aunque eso, en la oscuridad, no sé…

También se han levantado algunos vetos. Pienso en HBO Max, que, tras la polémica por haberla prohibido, no ha tardado ni dos semanas en recuperar Lo que el viento se llevó. Ahora, ya en el saco, acompañada de advertenci­a y un vídeo explicativ­o que contextual­iza las incursione­s racistas de la obra. ¿Será peor el remedio que la enfermedad?

No he mirado aún la cartelera, seguro que algo vale la pena. De entrada, nos aseguran el pase de Cinema Paradiso y parece una hermosa manera de volver a nuestro templo, viendo a Salvatore fascinado por la magia, relato de la Italia de posguerra.

Puede que, para mantener la distancia, entre butaca y butaca nos pongan un ficus o un anturio resistente. Al final siempre puedes preguntarl­e su opinión sobre el filme y nunca te ofenderá.

El cine, iglesia de muchos laicos, reabre el portal del templo para las misas urgentes

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