“La rabia no nos va a llevar a buen puerto”
Una mujer observa airada la degradación de un glaciar en Noruega mientras a miles de kilómetros, en un futuro no muy lejano, un joven padre descubre un barco varado en mitad del campo. Dos situaciones aparentemente inconexas que dan vida a La novela del agua (ADN), el segundo volumen de la tetralogía que la noruega Maja Lunde dedica al cambio climático, y que se centra en los problemas que nos amenazan a medida que aumenta la escasez del líquido elemento,.
¿El desinterés por cuidar el medio ambiente es una muestra de la banalidad del mal?
Creo que el ser humano es muy bueno a la hora de ignorar las señales de peligro. Eso a veces puede ser beneficioso, pero estamos en un momento de la historia en que realmente tenemos que escuchar las señales que nos llegan. Si las dejamos de lado estamos en peligro, y lo estamos colectivamente. Si se opta por pasarlas por alto, es muy fácil seguir haciendo lo de siempre.
¿Las generaciones futuras nos condenarán por no haber actuado para frenar el cambio climático?
Lo que hago en La novela del agua es basarme en informes científicos de lo que puede ser Europa en pocos años si no detenemos el calentamiento climático. He hablado con expertos sobre el agua, y he intentado que todo el panorama que dibujo sea lo más realista posible, y no me he basado precisamente en la peor situación. Pero cuando pensamos en una sequía de cinco años, en una escasez de agua y los conflictos que pueden derivarse, es difícil no pensar que nuestros hijos no nos van a culpar. Muchos ya lo hacen, están protestando en las calles, ya nos están culpando, y no estamos hablando del futuro sino del presente.
En el libro dibuja un enfrentamiento entre la gente de ciudad defensora de la naturaleza y la del pueblo, que vive de su entorno y es partidaria del progreso. ¿Es posible una entente?
La rabia de la que trata la novela, surgida de los conflictos, va a girar mucho alrededor del agua. Pero la rabia no nos va a llevar a buen puerto, si necesitamos algo es cooperación, y la cooperación es propia de los humanos.la forma en que podemos comunicarnos actualmente es algo mágico, y eso sin duda forma parte de la respuesta. La rabia, por el contrario, es un muro contra la comunicación. Este libro también habla de cómo esa rabia construye muros que no sirven para nada.
Resuena un reproche a una generación que se ha vuelto acomodaticia.
La historia de Signe es la de la generación de mis padres. En Noruega, los jóvenes del 68 estaban luchando en las barricadas, pero en los 80 se acomodaron, y parte de los problemas que tenemos en la actualidad se derivan de esa actitud de la generación de la posguerra, que decidió vivir con el mayor confort. Mi generación, los que tenemos cuarenta y tantos, también nos hemos adaptado a esa vida cómoda, hemos dejado de luchar y no hemos aprendido cómo se hace. Tenemos que buscar una salida a esta situación, establecer prioridades. Eso no significa tener una vida mala, pero hay que dejar de pensar que el crecimiento es siempre la respuesta. El progreso puede ser algo personal también, no solo económico.