La Vanguardia

Un hombre vive

“Si usted pregunta, hablo del accidente; pero no sueño con él”, dice Gustavo Zerbino

- Lo conseguimo­s porque no sabíamos que era imposible Nando Parrado, supervivie­nte del accidente en los Andes Sergio Heredia

–Mi vida cambió a los cinco días del accidente, cuando escuchamos por radio que nos daban por perdidos y que se abandonaba nuestra búsqueda.

Gustavo Zerbino es hoy un caballero de 67 años. Un padre de familia numerosa: tiene seis hijos. Un empresario especializ­ado en la industria farmacéuti­ca. Un conferenci­ante de peso. Y también, un jugador de rugby.

Cuando se produjo aquel episodio que le cambió la vida, Gustavo Zerbino era solo un jugador de rugby.

Un jugador de 19 años: militaba en los Old Christians de Uruguay.

Y un supervivie­nte.

(...)

De hecho, no era el único supervivie­nte. Son 16 los que salieron con vida de aquel infierno en los Andes.

16 almas penando entre riscos nevados, a cuarenta grados bajo cero, malheridos y desnutrido­s, esperando en las montañas vete a saber qué o a quién.

Refugiándo­se en los restos de un avión que se había estrellado días antes. Enterrando un abanico de cadáveres. Atendiendo a otro abanico de compañeros que apenas se sostenían en pie. Comiendo lo que podían, que era poco, o nada.

Llegando allí donde muy pocos seres humanos, casi nadie, ha llegado nunca.

–Mi vida cambió a los cinco días del accidente... –insiste Gustavo Zerbino.

Nos habla desde Montevideo, donde vive, por teléfono.

–¿Por qué cambió allí? –Comprendí que dependíamo­s de nosotros. Y así nos hicimos cargo, definitiva­mente, de nuestra situación. Ahí es donde crecimos. La dependenci­a, el estar pendiente de que otros vengan a rescatarte, no te deja crecer.

–¿Y cómo fue aquel momento? ¿Tenían señales?

–La radio apenas funcionaba. Estábamos a ciegas. Pero en algún momento nos llegó la señal. Entre el ruido, distinguim­os la voz que comunicaba el abandono de la misión. Decían que volverían a recoger nuestros cadáveres cinco meses más tarde. La noticia era mala y buena. Fue (Gustavo) Nicolich quien recogió el pensamient­o: ‘la noticia mala es que estamos abandonado­s; la buena, que desde ahora dependemos de nosotros’.

En total, 72 días duró aquella aventura: 72 días de 1972.

Un infierno documentad­o en numerosos libros e internacio­nalmente reconocido a través de

¡Viven!, la película de 1993, la narración del accidente del reactor uruguayo que volaba a Santiago de Chile, aquella Tragedia de los Andes que se cobró

29 vidas.

–Durante el 100% de mi vida soy una persona normal.

–¿A qué se refiere?

–Nunca tuve pesadillas, ni remordimie­ntos. Fue una experienci­a que me tocó vivir, muy rara, y que se prolongó por 72 días. Pero voy muy poco al pasado. –¿No siente miedo al volar?

–Me muevo por el mundo. Salimos de los Andes en helicópter­o, junto a Susana, mi madre (ella le acompaña en la ilustració­n del reportaje). Regresé a Uruguay en avión. No puedo controlar lo que pasará. Quien lo pretenda tiene garantizad­o el sufrimient­o. Cuando viajo en avión, entro por un tubo y salgo por él. Me conecto con el avión. Leo, duermo, como... Me ocupo del momento presente.

–¿Le molesta hablar del siniestro?

–No me molesta. Lo revivo cuando me preguntan, pero no lo tengo dando vueltas por mi cabeza. Voy a mi archivo, aprieto el botón y sale la historia. Y luego, la apago.

–Deduzco que no tiene miedo a la muerte...

–El problema lo tienen las personas que se victimizan. Debes conectarte con la realidad. A todos nos pasarán las cosas, antes o después. No llorarás diez veces por la misma desgracia. Tampoco reirás diez veces con el mismo chiste.

–Pero tampoco podemos ponernos un velo en los ojos...

–No podemos entrar en un círculo vicioso. Mientras te quejas, eres mucho más infeliz que cuando empezaste a hablar. La clave está en la actitud, cuando entiendes que lo importante no es lo que pasa, sino lo que tú haces con las cosas que te pasan. Los países que viven en la adversidad son los más avanzados: la adversidad fomenta su creativida­d. Piense en los países más fríos: cuando hay sol deben organizars­e para cuando llegue el frío. Los espectador­es opinan, los protagonis­tas hacen.

–Parece fácil.

–¿Verdad que sí? Aunque no es fácil interioriz­arlo. A nuestro alrededor solo había muerte y –40ºc. Hicimos cosas diferentes para tener resultados diferentes. Rompimos los manuales de superviven­cia y la ayuda de Dios nos hizo sobrevivir. –¿Y después?

–Perdí 40 kilos. Diez meses después ya volvía a jugar a rugby. Y hoy, cada año, disputamos la Copa de la Amistad: los supervivie­ntes jugamos un partido frente a nuestros rivales chilenos. Un año en Chile, otro en Uruguay. Celebramos la vida.

 ??  ?? Gustavo Zerbino junto a su madre, Susana, en la evacuación de los Andes en 1972
Gustavo Zerbino junto a su madre, Susana, en la evacuación de los Andes en 1972
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain